martes, 5 de marzo de 2013

El Muro de Berlín que conocí (I)

Lo llaman Topografía del
Terror y exhibe fotos y
escombros de lo que fue

Nota - Esta es el primero de tres artículos sobre la parte del Muro de Berlín que conocí durante una visita que hice a Europa en 2003 y que cobran actualidad ante la perspectiva de que una parte importante de aquella pared, la llamada East Side Gallery, una exposición de arte al aire libre, quede destruida para dar paso al desarrollo urbano de Berlín.

El Muro de Wilhemstrasse y Niederkirscherstrasse
Parte del Muro de Berlín que dividió la capital alemana durante 28 años durante la Guerra Fría, es el trozo que conocí a poca distancia del Checkpoint Charlie, hoy también uno de los lugares más visitados por los turistas.

Ayer me enteré por la prensa alemana y sus rebotes en el exterior que iba a ser demolido un trozo más grande del Muro, convertido en la llamada East Side Gallery, sobre cuyos paños de concreto, de 1.3 kilómetros de largo, han pintado sus obras unos 120 artistas de todo el mundo con temas alusivos a la división de Berlín, cuando el mundo también estuvo dividido entre Occidente y Oriente

1.3 kilómetros convertidos en galería de arte
 Los entendidos dicen que la parte más importante es la zona como East Side Gallery.  Añaden que “en la exposición denominada Topografía del Terror, situada junto a Checkpoint Charlie, también se pueden encontrar importantes restos del muro”.

Mi hija Beatriz y yo visitamos esta parte del Muro y realmente quedamos impresionados. Lo que sigue es un resumen de lo que escribí para el libro “Un cholo descubre Europa”.

 
El trozo llamado Topografía del Terror en el centro berlinés
Fuimos a visitar y recorrer esa suerte de museo al aire libre en que se ha convertido el muro de Berlín, es decir, el trozo de una cuadra de largo que queda de aquella pared que dividió Berlín durante 28 años y que cobró en diferentes lugares la cifra que varía entre 86 y 238 muertos.
 
Ese sector de muro está ubicado en el crucero de Wilhemstrasse y Niederkirscherstrasse. Entramos por una abertura de Niederkirscherstrasse que muestra aún los restos de concreto armado en el suelo.

En una pared a la izquierda, se exhiben grandes fotografías de los momentos y sucesos más intensos de la lucha por escapar al lado occidental. Ante una mesita, una chica ofrece en venta libros acerca del muro. Compramos uno en inglés, porque no hay ninguno en español.

Caminamos lentamente a lo largo de la pared, mirando cada una de las fotos y preguntándonos como pudiéramos obtener algunas, pero una ojeada al libro nos revela que en él están todas las fotos en exhibición. Esto me alegra, porque cuando escriba algo sobre este trozo de muro, podría usarlas con reproducciones del libro acabadito de comprar, que está profusamente ilustrado con imágenes de la época nazi, entre ellas una en que un soldado alemán oriental, aún con su fusil en la mano, salta sobre una barrera de alambre de púas y corre hacia el lado occidental.
En un talud donde se plantaron césped y flores para establecer contraste con las alambradas de púas y los gruesos muros de ladrillo, hay una pequeña escalinata que nos dirige hacia lo que fue el muro por dentro. Vemos enormes bloques de ladrillo y hormigón en ruinas y más fotografías que cubren las paredes de la construcción en una suerte de extenso sótano.

El muro no era simplemente una pared. Tenía instalaciones interiores para eI alojamiento y vigilancia de los guardias. Aquí, por ejemplo, en esta zona que recuerda lo que fue, entramos en lo que parece haber sido un alojamiento de los guardias fronterizos. Ahora se encuentran allí diseminados grandes trozos escombros, restos de pared de concreto armado.

Intenta ser alegre con un jardín y un bosquecillo
En el lado interior de la pared hay también fotografías de nuevas escenas de sucesos ocurridos en distintas zonas del muro.

Salimos por el lado opuesto hacia una estrecha placita donde se han ubicado vendedores de recuerdos. En una vitrina portátil, un hombre tocado por un gorro de piel ruso, a pesar del calor que nos agobia, vende trozos del muro, de unos cuatro o cinco centímetros de largo por dos o tres de ancho.
 
Otros ofrecen banderitas, medallas, monedas y una infinita cantidad de objetos que –dicen- pertenecieron a los guardias o a las víctimas que cayeron en intentos de cruzar el muro.

El muro cayó para siempre el 9 de noviembre de 1989, en medio de la algarabía solidaria del mundo occidental, tras haber separado durante casi tres décadas a familias, amigos, empresas, barrios, avenidas y calles.


 

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