Aquel domingo 28 de marzo de 1936 fue llamada de urgencia en horas de la madrugada, y Miss Pitcher acudió al hogar de don Pedro Llosa, en el Bulevard Parra 101, cuya hija Dora Llosa Ureta, estaba a punto de dar a luz, lo que se produjo como estaba previsto, a las cuatro de la mañana cuando nació un niño a quien pondrían por nombre Jorge Mario Pedro y quien más tarde se convertiría en el escritor de habla hispana más conocido del mundo actual como Mario Vargas Llosa.
Pero allí no terminó la tarea de Miss Pitcher aquella mañana. Otro parto se produciría en la casa de la calle Melgar 213, donde la nieta del patriarca Andrés Meneses del Pino, doña Adela Meneses de Meneses-Cornejo, esposa de don Augusto Meneses-Cornejo, estaba a punto de traer al mundo a su segundo hijo, que sería bautizado con el nombre de José Carlos.
Así, el conocido y respetado periodista Carlos Meneses Cornejo, cuyo verdadero nombre debiera ser José Carlos Meneses-Cornejo Meneses, que junto a Mario Vargas Llosa, cumplirá 72 años en marzo próximo, se convirtió por obra y manos de Miss Pitcher en el “mellizo” del escritor, ambos traídos al mundo por la misma partera, con una escasa diferencia de horas en la misma ciudad blanca.
Ya famoso escritor uno y respetado periodista el otro, se encontraron algunas veces y se reconocieron pero Carlos Meneses confiesa que nunca tuvo la ocasión de hacerle una entrevista a su mellizo, quien le hizo prometer, sin embargo, que esa cita se produciría al pie de un locro de pecho de vaca arequipeña, hecho con papas negras de Chiguata, que se serviría en la casa de Melgar 213.
Hasta ahora no ha llegado esa ocasión.
Jale a los 70 años
Carlos Meneses, veterano hombre de prensa que hoy dirige el decano diario El Pueblo, comenta entre risas que Mario Vargas Llosa “se chupó toda la inteligencia asignada por la Providencia a los nacidos esa mañana de domingo”. Y se enorgullece también de “haber sido un jale periodístico, a los 70, hace dos años, cuando la mayoría de los seres humanos están al cuidado de sus hijos, como reliquias familiares”.
Aquella mañana del nacimiento de los “mellizos”, Miss Pitcher, debió hacer a pie –porque entonces había solo una decena de taxis en Arequipa que se guardaban hasta que saliera el sol– el recorrido de trece cuadras, entre la casa de la familia Llosa Ureta y la de los Meneses, en medio de una madrugada solitaria para atender el segundo parto.
La casa de Bulevard Parra 101 en cuyo segundo piso nació Vargas Llosa
La casa de Bulevard Parra 101 se mantiene aparentemente como fue en el nacimiento del escritor. Mario nació en el segundo piso que la familia Llosa tenía alquilado a Manuel Aurelio Vinelli, quien vivía con su familia en el primer piso. Vinelli era un químico farmacéutico que algunos años antes fundó la reconocidísima Botica Cosmos con sede en la primera cuadra de la calle Puente Bolognesi, a media cuadra de la Plaza de Armas y donde los boticarios preparaban las recetas médicas, mezclando sustancias químicas sólidas y líquidas ante la vista del paciente.
Por lo demás, Vinelli tenía en el sótano de la misma casa, un depósito de agua mineral Socosani, llamada así hasta ahora, por el lugar donde es envasada, en el distrito de Yura, fuente de milagrosas aguas termales al norte de la ciudad.
Un "inglés" en la redacción
Por el otro lado, en la calle Melgar, –cuya denominación recuerda al poeta revolucionario nacido en Arequipa el 10 de agosto de 1790 y fusilado por las fuerzas españolas en Umachiri el 12 de marzo de 1815, cuando aún no había cumplido los 25 años–, las cosas se hallan, luego de muchos cuidados y estricto mantenimiento, como fue el día en que la señora Adela dio a luz a Carlos.
Un soldadito napoleónico de bronce de 27 centímetros de estatura sirve de llamador en el centro de la amplia puerta de fuerte madera de dos hojas. Ahora está cerrada y el visitante tiene que golpear con el soldadito para que le den acceso, pero en otros tiempos más felices y tranquilos, cuenta Carlos, “se mantenía abierta de par en par de siete de la mañana a siete de la noche”.
La casona de Melgar 213 donde vio la luz Carlos Meneses
Luego de trasponer el umbral, uno se encuentra en un amplio zaguán, cuya área pudo haber servido en la antigüedad para guardar uno o dos carruajes y hoy cómodamente un automóvil.
El zaguán remata en un patio principal, de unos cien metros cuadrados, pavimentado con piedra laja y sillar blanco en una de cuyas esquinas se abre un callejón que da a un segundo patio, donde la más vieja de las tres higueras que lo reverdecen, es la única que da frutos, higos blancos, a despecho de sus más de cien años de edad.
Carlos Meneses describe con entusiasmo su casita: “El tercer patio es el de servicio y es más chico que los anteriores y en el cuarto, anidan gallinas ponedoras”.
Como se ve, la casita de la familia Meneses Cornejo solo tiene 1,200 metros cuadrados y sirvió de hogar al periodista y a sus dos hermanas, Rosa Adela del Carmen, la mayor y Carmen Elena, la menor.
Carlos Meneses en su despacho de director del diario El Pueblo
Carlos Meneses se ganó el apodo de “el inglés” cuando trabajábamos en el recién fundado diario Correo, en la quinta cuadra de la calle La Merced, a unos cien metros de donde nació Mario Vargas Llosa.
El director de la cadena de diarios Correo, el legendario Raúl Villarán Pasquel, lo vio una noche enfundado en su largo abrigo de color vicuña, con una gorra casi caída sobre la frente y una bufanda blanca en el cuello, que le dejaba solo parte de la cara al descubierto.
Entonces me preguntó: “Y ese inglés, ¿qué hace aquí?”.
Le respondí sonriente: “Don Raúl, ese inglés es nuestro redactor principal”.
Desde entonces la chapa de “el inglés” lo persiguió sin que a él le desagradara. Pero entonces nadie pudo imaginarse que el apodo de Raúl Villarán, fue una suerte de adivinación, porque “el inglés” había sido traído al mundo por una partera inglesa, Miss Pitcher, la más cotizada de las comadronas que en aquella época era convocada por las damas mistianas a punto de ser madres y a quien los anales médicos no mencionan ni de pasada, porque –digámoslo de una vez–, trabajaba al margen de las autorizaciones oficiales.
Las fotos fueron tomadas por Álvaro Podestá Cuadros, director de "El Gallito"