domingo, 20 de agosto de 2023

Armas químicas contra población civil

La guerra española en África
abrió las puertas al uso del
gas mostaza contra civiles

 

Un episodio desconocido de
la historia colonial de España

 

Nota del editor – El siguiente artículo fue publicado originalmente por The Conversation y fue escrito por el doctor Alejandro Quiroga Fernández de Soto. El autor es doctor en ciencias políticas por la London School of Economics, Investigador Senior Beatriz Galindo en la Universidad Complutense de Madrid y Reader en Historia de España en la Newcastle University. Sus trabajos se centran en el estudio de los nacionalismos y las identidades nacionales en la España del siglo XX y XXI. Es autor de Los orígenes del Nacionalcatolicismo (Comares 2006), Haciendo Españoles, La nacionalización de las masas en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales 2008) España reinventada. Nación e identidad desde la Transición (Península 2007), con Sebastian Balfour, y Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España (Marcial Pons 2014). Su último libro es Miguel Primo de Rivera, Dictadura, populismo y nación (Crítica 2022).




Por Alejandro Quiroga Fernández de Soto

 

El uso de armas químicas contra la población civil es uno de los episodios más desconocidos de la historia colonial española en el norte de África.

 El motivo de esta ausencia es doble. Por un lado, el Protectorado de Marruecos ha ocupado un lugar secundario en la memoria histórica de los españoles. Generalmente vinculado a derrotas militares, como las del Barranco del Lobo (1909) y Annual (1921), y a alguna victoria, como la de Alhucemas (1925), la historia del Protectorado (1912-1958) ha solido aparecer en las narrativas españolas cuando lo ocurrido en África ha tenido un impacto directo en la Península Ibérica.

Soldados españoles en acción

En segundo lugar, el uso de gas mostaza contra la población civil en los años 20 del siglo pasado fue un acto de guerra ilegal, contrario a convenios internacionales de los cuales España era signataria, por lo que los gobiernos hispanos intentaron mantenerlo oculto.

Que el gran público desconozca el uso de armas químicas en la Guerra de África no quiere decir que los historiadores no hayan tratado el tema. Los estudios de Sebastian Balfour, María Rosa de Maradiaga, Carlos Lázaro y, más recientemente, Daniel Macías han analizado uno de los aspectos más oscuros de la guerra colonial.

Estos historiadores coinciden en que lo que llevó a los españoles a decantarse por la utilización de armas químicas fue una mezcla de deseo de venganza contra los rifeños, en particular tras el Desastre de Annual, y de pragmatismo militar, ya que el uso de gases tóxicos permitía disminuir el número de soldados propios implicados en el conflicto y, por lo tanto, la cantidad de bajas.

Fuerzas de España desembarcan en África

Aunque se ha comentado que España fue el primer país en utilizar armas químicas contra la población civil, es difícil decirlo de un modo categórico. Los británicos fueron acusados de usar gases tóxicos contra la población rebelde en Mesopotamia (hoy Irak) en 1920, pero parece que por cuestiones técnicas no pudieron hacerlo.

La guerra de África

La Guerra del Rif tuvo su origen en la expansión colonial europea en el norte de África a principios del siglo XX. Los tratados de Algeciras (1906) y Fez (1912) crearon un protectorado español y otro francés en el norte de Marruecos. Las tensiones con las tribus rifeñas fueron constantes en el protectorado español desde el principio y el ejército se vio obligado a mandar un número importante de soldados de reemplazo a África.

En España la guerra se volvió muy pronto profundamente impopular, en particular entre las clases bajas que no podían pagar para librarse del servicio militar. En julio de 1909 una movilización de tropas decretada por el gobierno de Antonio Maura dio lugar a virulentas protestas en Madrid y Barcelona, que desembocaron en la Semana Trágica en la capital catalana.

Superioridad en armas sobre las tribus africanas

En los años sucesivos, los enfrentamientos y escaramuzas entre españoles y rifeños fueron constantes. En 1921, la rebelión de las cabilas rifeñas se extendió por la mayoría del protectorado español. En julio de ese año, un intento de ampliar el dominio territorial del protectorado liderado por el general Manuel Fernández Silvestre acabó con una sonada derrota, la muerte de unos 8 000 españoles y una profunda crisis política en la Península Ibérica.

La decisión de utilizar armas químicas en el conflicto se tomó a finales de 1921, tras el desastre de Annual. En un principio, España tenía un problema fundamental, ya que, al no haber participado en la I Guerra Mundial, carecía de un arsenal de gases tóxicos.

Sin embargo, los españoles aprendieron rápido y, en junio de 1922, la Comandancia General de Melilla ya había instalado un taller para producir “proyectiles de gases” para cañones con los que se bombardeaba al enemigo desde posiciones terrestres.

En octubre de ese año, el rey Alfonso XIII auspició una comisión en la que se propuso que la aviación utilizara armas químicas. Pocos meses más tarde, los pilotos españoles comenzaron a bombardear a los rifeños con gas mostaza. En un principio las acciones de la aviación española no fueron muy numerosas. La fuerza aérea no tenía muchos aviones y las bombas escaseaban.

Dictadura militar y armas químicas

Pero las cosas cambiaron considerablemente con la llegada al poder del dictador Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, quien dio una importancia especial a la utilización de armas químicas. En pocos meses, la Dictadura incrementó de un modo notable el número de bombardeos aéreos. En 1924, según recogía un informe de subsecretario del Ministerio de la Guerra, las factorías armamentísticas “se pusieron en régimen de trabajo día y noche”, llegando a producir “350 bombas diarias” en la Fábrica de Artillería de Sevilla.

Tropas españolas junto a una pieza de artillería de montaña
 

Se incrementó, así, el uso de gases tóxicos, en particular iperita, y bombas incendiarias. A principios de 1924 llegaron a Melilla técnicos alemanes para ayudar en la fabricación de armamento químico. A finales de 1924, España comenzó la producción sistemática de bombas de iperita para la aviación.

Aunque no fue la primera ni la única, una fábrica importante fue la de La Marañosa, a las afueras de Madrid. Destacó en la producción de gases tóxicos por parte de ingenieros alemanes durante la dictadura de Primo de Rivera. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades franquistas permitieron a los técnicos nazis que reconstruyeran la fábrica para suministrar armas al Ejército alemán.

El uso de armas químicas cobró más relevancia en los años 1924 y 1925 al replegarse las tropas españolas en un espacio relativamente pequeño del Protectorado. La denominada Línea Estella dejó en manos de los rifeños tres cuartas partes del territorio español, lo que permitió al Ejército primorriverista utilizar gas mostaza en amplios sectores controlados por los rebeldes.

Los aviadores españoles bombardearon poblados y zocos, ya fuera el día de mercado o la víspera, de manera que, dada la persistencia de la iperita, el lugar quedaba contaminado durante dos o tres semanas.

El uso sistemático de iperita, que provoca quemaduras en la piel, inflamación de los ojos, ceguera, vómitos y, por supuesto, asfixia, contra la población no combatiente nos muestra la poca consideración que tenían Primo de Rivera y sus oficiales por los civiles rifeños.

Venganza de las tribus en enfermería española
 

Deshumanización y brutalidad

Como en tantos otros casos de colonialismo europeo a principios del siglo XX, muchos españoles consideraron a la población colonizada como unos animales bárbaros e incivilizados, que no alcanzaban la categoría de seres humanos. Este proceso de deshumanización fue fundamental para poder gasear a mujeres y niños sin que, según los datos que tenemos, se produjeran protestas significativas entre la oficialidad española.

Los rifeños por su parte respondieron con un alto nivel de brutalidad. Los prisioneros españoles fueron, a menudo, utilizados como escudos humanos ante los bombardeos de la aviación colonial. Tampoco faltaron las decapitaciones de pilotos españoles capturados por las tropas de Abd-el-Krim –el cabecilla de la resistencia contra las administraciones coloniales de España y de Francia durante la guerra–. Este tipo de actuaciones, sumadas a la fama de traidoras que atesoraban las tribus rifeñas, intensificaron la idea del marroquí como salvaje que tenía que ser civilizado por el colonizador europeo.

El empleo de gases tóxicos comenzó a reducirse tras el éxito español en el desembarco de Alhucemas en septiembre de 1925. A medida que las tropas españolas fueron recuperando territorio, la utilización de las armas químicas se hizo menos práctica debido, precisamente, a la contaminación que producían en el terreno bombardeado.

Artillería contra los tribeños del Rif
 

El fin de la guerra en julio de 1927 supuso el abandono de la utilización de los gases. Atrás quedaban miles de rifeños y españoles muertos y miles de marroquíes con quemaduras, ceguera y enfermedades respiratorias.

Atrás quedó, además, el recuerdo de una guerra salvaje, en más de un aspecto, que vino a forjar una parte fundamental de la historia de España en el siglo XX.


(The Conversacion - Licencia Creative Commons)

(Imágenes del archivoABC y Wikipedia)


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jueves, 3 de agosto de 2023

La ballena más grande vivió en el Perú

Solo su esqueleto pesaba más
de siete toneladas y su tamaño
más del doble de la ballena azul

 

Se exhibe en el Museo de Historia
Natural de Universidad de San Marcos  

 

Nota del Editor – La siguiente nota fue difundida originalmente por la agencia estatal de noticias Andina, el diario oficial El Peruano y la revista científica Nature. Estas publicaciones fueron, a su vez, fuente de información para otras agencias de noticias del mundo entero. Los restos óseos de la gigantesca especie, cuyo peso supera al de dos ballenas azules juntas, se exhiben en el Museo de Historia Natural de la Universidad Mayor de San Marcos, en el distrito de Jesús María, en Lima.

 

Por Andina

 

El animal más pesado de la historia de la Tierra fue una gigantesca ballena, llamada Perucetus colossus, que habitó hace casi 40 millones de años en el Perú. Su tamaño era mayor al de cualquier dinosaurio y se calcula que solo su esqueleto superaba las siete toneladas (más del doble que el de una ballena azul).

Más del doble de la ballena azul
 

La prestigiosa revista científica Nature publicó el miércoles 2 de agosto un artículo para dar cuenta de la existencia de este cetáceo, también conocido como la Ballena colosal de Perú, por tener un peso que iba entre los 85 a 340 toneladas. En la actualidad, el animal más pesado que se conocía sobre la faz tierra era la ballena azul, con 190 toneladas.

El hallazgo de esta enorme especie marítima no es de ahora, pues data de 2011, cuando apasionados palentólogos y otros intrépidos especialistas hallaron sus primeros restos óseos en el desierto de Ocucaje, en el departamento de Ica, situada en el centro sur del Perú, a poco más de 300 kilómetros al sur de Lima.

En esa zona se hallaron al menos 13 vértebras gigantescas del Perucetus colossus. Una de estas superó los 200 kilos. Los expertos excavaron y también se toparon con cuatro enormes costillas y un hueso de cadera.

Comparación con un hombre 
 

Se supo que el trabajo de recolección y preparación de los huesos tomó años y varias expediciones para que el equipo de científicos peruanos y europeos pudieran confirmar qué es lo que habían encontrado.

Sin embargo, fue recién hasta este miércoles 2 de julio que la comunidad científica, a través de Nature, dio a conocer al mundo la existencia de este mastodonte que habitaba en suelo peruano, a solo horas de la capital.

En el desierto de Ocucaje

A través de su cuenta oficial de Twitter, Aldo Benites-Palomino, estudioso de la evolución de los cetáceos, quien participó del increíble descubrimiento, compartió su experiencia dentro del equipo que sacó a la luz a la Ballena colosal del Perú.

“Tras casi 10 años de excavaciones y un arduo trabajo presentamos hoy en la revista Nature a Perucetus colossus: un gigantesco basilosaurio de 38 millones de años y quizás el animal más pesado que alguna vez haya existido”, escribió.

Gigantescas vértebras
 

En su hilo de Twitter, detalló que uno de los artífices de este descubrimiento fue el paleontólogo peruano Mario Urbina, quien ha recorrido el desierto de Ocucaje durante más de 25 años en busca de fósiles de nuestro antiguo mar.

“Hace 13 años encontró unos restos que inicialmente pensamos eran rocas o concreciones por la increíble dureza que tenían. Estos restos realmente correspondían a huesos gigantescos altamente osificados de un animal que no imaginábamos podia existir”, contó.

Un trabajo “descomunal”

Benites-Palomino remarcó que este fue un arduo trabajo, pues excavar los restos de este animal fue una labor ‘descomunal’, al toparse con vértebras que superaban los 180 kilos de peso.

“Cuando empezamos a estudiar el esqueleto quedamos desconcertados. Las vértebras y costillas tenían un aspecto inflado, extremadamente robusto. Debido a esto decidimos investigar la anatomía interna de los huesos para entender su composición”, recordó.

Arduo y ninucioso trabajo
 

“A diferencia de otros vertebrados cuyos huesos se componen de tejido esponjoso y cortical, nuestro animal solo tenía hueso compacto, extremadamente denso. Esto se debe a un proceso denominado paquiosteoesclerosis presente en animales acuáticos, pero este era un caso extremo”, agregó.

El más pesado que existió en la Tierra

El especialista en evolución de los cetáceos dijo que para entender al animal tuvieron que crear un modelo 3D con los huesos que conocían y compararlo con otros cetáceos. “Nuestros análisis indican que solo el esqueleto del animal superaba las siete toneladas (más del doble de una ballena azul)”, anotó.

Comparación con otras especies de su tiempo
 

Precisó que luego de hacer rigurosos cálculos comprobaron que su peso fluctuaría entre las 180 y 200 toneladas, lo que convertía a esta especie en el candidato principal por el título del animal más pesado que alguna vez haya existido sobre la Tierra.

“Con una longitud que superaba los 20 metros, este coloso habitó las aguas poco profundas del litoral peruano hace 38 millones de años y nos ha dejado más preguntas que respuestas”, comentó.

En exhibición pública

En el año 2013, el paleontólogo peruano Mario Urbina se encontraba explorando la zona de Samaca (desierto de Ica) con el objetivo de encontrar restos de cetáceos primitivos y grande fue su sorpresa al visualizar las primeras vértebras del Perucetus colossus en rocas de 39 millones de años.

“Mario (Urbina) descubrió el fósil, pero nadie creía que era un fósil. Nos mostró pedazos de las vértebras, que son durísimas, parecen rocas con muchas láminas adentro. Era imposible pensar que un vertebrado tuviera este tipo de anatomía”, narró Benites-Palomino.

Los descubridores
 

Los restos óseos de este enorme cetáceo está en exhibición pública desde el 2 de agosto de 2023 en las instalaciones del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ubicado en la avenida Arenales 1256, en el distrito de Jesús María, en Lima Metropolitana.

 

(Imágenes de Andina y El Peruano)

 

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