domingo, 26 de octubre de 2008

Taller del periodista (II)



(y para los que no lo son)


No tenga miedo de decir
la médica en vez de la médico




Fui invitado a ofrecer una conferencia ante periodistas y abogados que se inscribieron para el II Seminario para Periodistas sobre el Sistema Judicial organizado por el Poder Judicial.
No podía decir no a la posibilidad de encontrarme frente a mis colegas en una reunión de tal naturaleza y al honor de participar como expositor en una actividad organizada por el Poder Judicial de mi país, que me daba el tema de “La transparencia judicial: hacia un lenguaje judicial comprensible”.
Y bueno, como le dieron al pato lo echaron al agua, allá fui, luego de dar picotazos a un libro que publiqué hace unos años y se titula “Algo que llamamos periodismo” y, por supuesto, al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, para confirmar si lo que iba a decir se hallaba en lo cierto, si estaba debidamente actualizado y podía entregar a mis colegas –y a algunos abogados que también se inscribieron en el seminario– un mensaje acerca de lo constructivo que es escribir o decir algo sin que la señora Martha Hildebrandt vaya a decirnos “qué mal escriben los periodistas”.
Recordé al abogado César Nakazaki decir por ejemplo, “la juez”, al referirse a la magistrada que sentenció a cinco meses de prisión efectiva a Magaly Medina y se me encendió el foco. Les dije a mis amigos que el doctor Nakazaki debió decir “la jueza”, así en femenino, porque tal palabra había sido ya aceptada por la Real Academia de la Lengua hacía un montón de años.

El abogado César Nakazaki (derecha) le dijo "juez" a la jueza




Esto me dio el pretexto para informar al auditorio que tanto periodistas como abogados no utilizábamos términos que ya la Real Academia había consagrado como lícitos y ya era pecado decir, por ejemplo, la abogado, en lugar de la abogada como debe ser, o decir la médico cuando la palabra médica ha sido aceptada y hay la obligación de escribirla o decirla.
Eso es producto del avance, les dije a mis colegas, de la avalancha de profesionales mujeres en campos que antes estaban ocupados solo por el sexo masculino.
Ahora, según acabo de ver en Internet, en España están a punto de hacer denuncias por discriminación porque ciertas empresas de transportes no quieren contratar a mujeres para conducir sus grandes camiones.

Las camioneras tienen derecho a protestar, pero de paso puedo decirles que la palabra camionero era única en el mundo, pero desde cuando las chicas se pusieron al frente del volante de esos monstruos que recorren día y noche las carreteras del mundo –creo que menos en el Perú… todavía– el Diccionario de la Lengua ha hecho justicia al consignar la palabra camionera en su página 414.
De paso, les di una relación sobre las formas femeninas que aún algunos se resisten a utilizar y que están perfectamente autorizadas por la Real Academia. He aquí una muestra:


… Y así hasta el infinito.
Y hasta nuestro próximo taller.

jueves, 23 de octubre de 2008

Nueva vida para el Teatro Municipal

Es parte de la rica historia
rebelde de Arequipa

Acabadito de cumplir sus primeros 68 años, el Teatro Municipal de Arequipa va a ser remodelado y su amplia estructura interna servirá para que los actos culturales se difundan todos los días y noches, como fue el destino original de aquel edificio de fachada blanca tallada en sillar, inaugurado precisamente en 1940 cuando la ciudad cumplía 400 años de fundación española.

La hermosa fachada de tallado sillar blanco del Teatro Municipal asoma sobre las obras



La lectura de una información periodística publicada en el diario El País, Madrid, España, remitida desde Arequipa por mi amigo y colega Óscar Gonzales Málaga, sobre aquella anunciada remodelación, me ha traído reminiscencias de varios colores, como dijera algún pintor.
El Teatro Municipal, al finalizar la tercera cuadra de la calle Mercaderes, en pleno centro de Arequipa, fue inaugurado el 15 de agosto de 1940, cuando la ciudad cumplía 400 años de fundación española.
La primera fundación, según el historiador Rómulo Cúneo Vidal, puede venir de varios siglos antes, cuando los atlantes en un éxodo epopéyico, cruzaron primero el mar Atlántico donde su Atlántida se hundía inexorablemente, luego se introdujeron en la selva amazónica en busca de un lugar donde refundar su civilización y llegaron al altiplano donde crearon el Tiahuanacu que extendió sus brazos hasta más allá de la cordillera para bajar por los contrafuertes andinos y establecer algunos asentamientos humanos a este lado de la geografía surperuana y probablemente en el valle de Arequipa, que los españoles descubrieron cuando ya asomaba la primavera de 1540.
Pero esa es otra historia de la que –promesa solemne– les hablaré en otra ocasión.
Ahora se trata del Teatro Municipal que yo recuerdo. Ese agosto de 1940, también se inauguraba el estadio Mariano Melgar, en el barrio de IV Centenario, cuyas primeras casas se construyeron precisamente para abrirse en esa solemne fecha.

Un concierto de theremín
Yo era entonces alumno de la Escuela Fiscal 962, también llamada Manuel Muñoz Nájar, cuya sede se encontraba en un enorme espacio que solo tenía salida a través de dos callejones, uno de los cuales terminaba en la avenida Goyeneche y el otro en la hoy avenida Mariscal Castilla.
En aquel agosto de tantas inauguraciones, nuestro director, el reverendo hermano de La Salle, Blaste María, alemán de Hamburgo, que lucía una cicatriz en el lado derecho del rostro a causa de un tajo de bayoneta que felizmente no lo mató en la Primera Guerra Mundial, dispuso que todo el alumnado concurriera al estadio Melgar para un concierto de theremín.
En el centro del estadio sobre un estrado había un solo instrumento, un aparatito no más grande que una máquina de escribir con dos antenas. El ejecutante, al parecer un músico alemán, extendió las manos sobre el aparatito y conforme las acercaba o las alejaba producía sonidos musicales muy diferentes a cualquiera de los que producen los conocidos instrumentos de una banda de músicos o una orquesta clásica.
Tenía escasa edad para saber qué piezas interpretaba el músico, pero sí recuerdo que en ocasiones el sonido parecía el de una voz humana lo que me obligaba a buscar quien era la cantante misteriosa que no aparecía en el escenario.
Muchos años más tarde, he averiguado que el theremín existe. Lo vi en el Museo Alemán de Münich, junto a una infinidad de instrumentos musicales y me parece que ya era una reliquia, pues a lo largo de mi vida, no he sabido que alguna vez se haya dado un concierto en ese instrumento ni si existe un concertista capaz de ofrecerlo.
Una enciclopedia me informa que el theremín fue uno de los primeros instrumentos musicales electrónicos y fue inventado por el físico ruso Lev Serguerevich Termen, quien se nacionalizó francés y cambió su nombre por el de León Thèrèmin.
Aparte de físico, Termen o Thèrèmin era violoncelista y los musicólogos afirman que por ello, los sonidos del theremín tiene mucha semejanza con los del violoncelo. No puedo dar fe de ello.
Pero me había propuesto contarle algo del viejo Teatro Municipal y me ganó el recuerdo de aquel concierto del estadio Melgar, precisamente ofrecido a los estudiantes en homenaje a los 400 años que cumplía la ciudad.

En el foso de la orquesta
La primera vez que fui al Teatro Municipal fue cuando como alumno del Colegio de la Independencia Americana y miembro de la banda de músicos debimos concurrir para participar en una función de gala que se desarrollaría en ese escenario, en celebración del aniversario del colegio, organizada por los estudiantes de los años superiores.


En el Teatro comenzó a morir la dictadura militar de Odría en 1955




Los músicos nos ubicamos en el foso de la orquesta, que según la nota de Óscar Gonzales, será ampliado con la remodelación que se anuncia, interpretamos el himno nacional, algunas piezas de ambiente arequipeño en los entreactos y, como era de cajón, el himno de Arequipa al terminar la función.
Desde esa privilegiada posición, asistí a una de las funciones estudiantiles más notables que haya visto en mi vida.
Un grupo de alumnos de cuarto o quinto año de media, interpretó “El hombre es lobo del hombre”, pieza teatral en tres actos de nuestro profesor de historia, Carlos Manchego.
Otro grupo participó en una pieza humorística titulada creo ”El niño de la casa”, en que Pedro Róger Cateriano, más tarde respetado periodista y literato, salía finalmente vestido con pantalones cortos montado en una escoba a correr por el escenario.
Cateriano fue el único al que pude identificar porque años después tuve la ocasión de frecuentarlo en Arequipa y en el diario El Comercio, donde trabajó mucho tiempo.

Desde la galería
El Teatro Municipal acogía también a la Orquesta Sinfónica de Arequipa que ofrecía conciertos periódicos. Con mi condiscípulo de entonces, Daniel Neira Salinas, nos íbamos a la galería que colindaba con el techo del teatro, y cuyo precio estaba al alcance de nuestras propinas.
Encontrábamos mucha gente bien vestida que atribuía su presencia allí a que la acústica era mejor que en la platea, y favorecía escuchar las piezas clásicas que interpretaba la sinfónica, poderosa orquesta dirigida por el ruso Alexander Kosseleff, quien marcó la mejor época de la cultura musical de Arequipa.
Por supuesto, el Teatro Municipal también ofrecía regularmente tres funciones de cine diarias y la preocupación de sus conductores era poner en cartelera las mejores películas que podían conseguir.
Fue también en el Teatro Municipal donde se produjo el principio del fin de la dictadura militar de Manuel Odría.
La Coalición Nacional que fundara el industrial Pedro Roselló, organizó un acto político que tendría lugar el 21 de diciembre de 1955, pero las autoridades de entonces negaron permiso para la reunión. Entonces cientos de ciudadanos se concentraron en la Plaza de Armas y cuando fueron informados de que la reunión tendría lugar en el Teatro Municipal, hacia allá se dirigieron.
Protagonizaron aquella jornada Héctor Cornejo Chávez, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio Juan Manuel Polar, Enrique Ferreyron y otros dirigentes de la Democracia Cristiana de entonces.
Todos ellos hablaron a los manifestantes desde un muro del Banco Internacional que estaba en construcción y colindaba con el Teatro Municipal.
La enardecida multitud invadió el teatro y pasó por encima de una formación de vendedoras del mercado de San Camilo, partidarias de Odría, que lanzaban tomates y verduras contra los manifestantes que tras derribarlas entraron a la platea del cine.
Cuando el teatro se hallaba lleno de gente y se esperaba que los líderes de la protesta subieran al escenario cayeron bombas de gases lacrimógenos en el recinto, disparadas desde la galería.
Los manifestantes salieron como pudieron y se informó de varios heridos y asfixiados. La protesta fue acallada, pero las instituciones de Arequipa decretaron un paro general que al tercer día provocó la renuncia del sanguinario ministro de Gobierno Alejandro Esparza Zañartu, con lo que, según las palabras de Javier de Belaunde, “la dictadura quedó herida de muerte”.

Y bien, ese histórico teatro, que el 15 de agosto pasado cumplió 68 años de existencia sirviendo a la cultura, y donde han tenido lugar solemnes ceremonias, será remozado y no se me puede impedir un sentimiento de optimista nostalgia, al saber que le será inyectada nueva vida para que sirva mejor a una ciudad que harto lo necesita.


Fotos de Óscar Gonzales Málaga

sábado, 18 de octubre de 2008

El semanario quincenal cumple diez años


“El Gallito” no se vende
porque no tiene precio


No puedo dejar de sentir el impacto de dos portadas de El Gallito, una publicación que se dice “quincenario mensual de aparición semanal” y que va a cumplir diez años el próximo noviembre en la Blanca Ciudad del Misti.
Aún no lo saben pero el director es un tal Álvaro “Lesness” Podestá Cuadros que nació en el Rímac y se avecindó en Arequipa al parecer per secula seculorum, donde ha establecido su cuartel general.
El tal “Lesness” se dio cuenta de que nadie compra por las buenas un periódico o una revista, salvo algunos que nos contamos con los dedos de los pies. Y decidió que “El Gallito” debía ser gratuito. Además le dijo al editor que aunque tiene solo cuatro páginas en blanco y negro y en modesto papel bond, le pusiera un regalo a los lectores en la ¡página 17!
Así, de juego en juego, fue llenando las páginas de El Gallito con un poco de imaginación, mucha fantasía, un buen humor insobornable y más mentiras de las que salen por la boca del infierno.
¡Y va a cumplir diez años con su lema El Gallito no se vende porque no tiene precio! Para desanimar a los fenicios infiltrados en la profesión que no pocas veces han aprovechado las técnicas modernas de impresión para sacar fotocopias y cobrar un sol por cada gallo, lo cual al autor, director, editor, publicista, reportero, fotógrafo, distribuidor, canillita y responsable de la publicación, no le cae nada bien.

Portada de El Gallito 204




Eso prueba de que El Gallito es una ave a prueba de balas y bolas y que, aunque algunos señores muy encumbrados le han criticado su lisurez y lo no pocas veces lo han calificado de ”grosero”, lo leen aunque sea a escondidas. Algo así como lo que ocurría con Naná, la famosa novela de Emilio Zolá, que todos comentaban en secreto y no se atrevían a leer en público, pero que tenían guardada bajo la almohada para darse el gusto a solas, sin testigos.
Bueno. El Gallito supo conquistar a algunos hombres de buena voluntad, que de paso eran –son– hombres de negocios, para que con sus contribuciones a cambio de un anuncio, le sacudan la pobreza y le permitan pagarle al diseñador Elvis Ninasivincha, al impresor, a los vendedores de papel, y, en fin, a los que no perdonan a nadie a la hora de cobrar por muy gallo que sea.
Y de paso le permitió hacer canjes que le permiten llevarse sabrosos pollos a la brasa o comer en distinguidos restaurantes y beber su tequila sunrise cuando está con ganas de mojar el buche.
Y, vea usted. Solo pensaba escribir un par de párrafos para presentar las últimas dos portadas de este El Gallito que cumplirá diez años sin haber ido a la olla en noviembre y ya voy por el décimo y con la perspectiva de un par más porque vale la pena felicitar a alguien que como Álvaro Podestá Cuadros, está haciendo periodismo sin ser periodista y ha conquistado más lectores que los que dicen tener alguna formales publicaciones.

Portada de El Gallito 205, de los últimos ejemplares llegados a Lima



Y todo eso, verdad de verdades, me parece a mí que soy su papá, una hazaña digna de no solo diez sino muuuuuuuuuchos años más para alegría de la gente que lo lee.
Ahora, basta de palabras y como ambas portadas son de toda actualidad, se las regalo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Taller del periodista (I)



(También para los
que no lo son)

El dequeísmo
Este es el primero de una serie de consejos, recomendaciones o lo que quiera llamarse, en torno a los vicios o errores más saltantes en que incurren no solo los periodistas –que según la doctora Martha Hildebrandt, son los que mal utilizan la preciosa herramienta del lenguaje– sino encumbrados personajes de la política, de instituciones diversas, del arte, de la literatura y hasta de la cultura.

Aquí seremos inmisericordes para señalar, a veces con mención del milagro y el santo y en ocasiones el milagro solo, de lo que se pueda pescar en ese firmamento de la televisión, la radio, los periódicos... el Congreso, el Palacio de Pizarro, las conferencias de prensa, los discursos y cualquier otro hecho que caiga bajo nuestra acuciosa observación.

Dijo, entre otras cosas, el líder político Ollanta Humala en una entrevista de la televisión frente a Mariella Balbi: “Nosotros pensamos de que …
Aparte de usar 23 veces la palabra tema en unos 20 minutos, es decir, más de una por minuto, incurrió en el dequeísmo en que pecan muchos hispanohablantes, lo cual nos da motivo para hablar de ese fenómeno y de su contraparte el antidequeísmo.

El llamado dequeísmo o uso irregular del de que, la preposición de seguida por la conjunción que ya es un virus generalizado del idioma y ataca a millones de hispanohablantes, sin respetar niveles sociales, políticos ni profesionales.
Pero no siempre la aparición de la preposición de y la conjunción que tiene que ser considerada como un error.
Lo más frecuente, sobre todo en los medios de televisión y la radio, es escuchar a políticos de alcurnia decir sin rubores yo creo de que, yo pienso de que...
Entonces surgieron en la otra vereda los guerreros del lenguaje que querían combatir el dequeísmo y trataban de ponerse a salvo de la epidemia y librar de ella a todos los demás, y lamentablemente optaron por una vacuna que los envió a la práctica de lo que los académicos llamaron el antidequeísmo. Es decir, para evitar el dequeísmo, pusieron en uso y abuso el antidequeísmo.
De modo que era bastante frecuente escuchar que mucha gente señalaba tengo la certeza que... o esa medida fue tomada después que...
Así, pues, el remedio resultó peor que la enfermedad. Se eliminaba una parte fundamental de la oración como es la proposición de y se produjo un fenómeno al que un estudioso llamó “un gazapo mortal”.

Regla fundamental para evitar el dequeísmo: no debe usarse el de que cuando uno habla o escribe en primera persona ni tercera persona.
No debe decirse: Yo pienso de que, sino yo pienso que...
Tampoco yo estimo de que sino yo estimo que…
Menos fulano dice de que... sino fulano dice que…
No decir ellos opinan de que… sino ellos opinan que....

La regla de la pregunta
Una regla que nos ayudará a evitar el dequeísmo –y por extensión el antidequeísmo– es convertir la frase que se va a pronunciar o escribir en una interrogación utilizando sus mismos elementos.
Ejemplo: Yo estoy seguro de que...
Hagamos la prueba de preguntarnos ¿de qué estoy seguro?
La respuesta natural es Yo estoy seguro de que … algo ocurrió.
Otra prueba: Tenemos la certeza de que...
Para saber si la construcción ha sido correcta hay que preguntarse: ¿De qué tenemos la certeza?
La respuesta que fluye con naturalidad es Tenemos la certeza de que allí ocurrió algo.

No es el mismo fenómeno de yo estimo de que porque si se utiliza la interrogación según la regla enunciada, no se puede preguntar ¿de qué estimo yo? Lo correcto, normal y natural es preguntar ¿qué estimo yo?
De modo que de ninguna manera debe decirse yo estimo de que…
Tampoco podrá decirse yo considero de que, ya que si aplicamos la regla de la pregunta e interrogamos ¿qué considero yo? la respuesta natural es yo considero que, porque de ningún modo la pregunta podría ser ¿de qué considero yo?
Siguen algunos ejemplos de cuándo debe utilizarse el de que y cuándo simplemente el que:

Del mismo modo debe usarse el de que en casos como:

Los ejemplos son de lo más corrientes y se los entrego con el afán de que te ayuden en tus conversaciones y colaboren en el buen hablar y buen escribir de todas las personas en general y de los periodistas en particular para acabar con esa una plaga.



lunes, 13 de octubre de 2008

Cuatro frescas (XV)


“Si no tenemos ética ¿para qué queremos Comisión de ética? (Lucha Kuku).

"Voy a pasar de francotirador a artillero franco porque me gusta Pepito Dos Cañones". (Gaymito).

"Ese Rómulo pasará a la historia no como León sino como una rata inmunda". (Garfía).

"Frente a los León y Químper, mis pollos a la brasa de 400 soles han quedado a la altura de pichones, oiga usted". (Hombre Arana).

domingo, 5 de octubre de 2008

La dictadura de Velasco a una sola voz



Otro aniversario feroz nos
recuerda un atentado
contra la voluntad popular


El 3 de octubre marca, de acuerdo con los que fueron sus partidarios –hoy fungen de demócratas, escriben en medios democráticos, participan en foros democráticos– un cambio de la sociedad peruana. Hace poco conversé con un médico quien aventó que “la historia del Perú está dividida en dos épocas: antes y después de Velasco”.
Afirma su opinión en el hecho de que incorporó al Perú, grandes masas de campesinos que antes ni siquiera se atrevían a venir a las grandes ciudades.

Fernando Belaunde en campaña en 1950




Olvidaba que en una campaña electoral, aquellas masas campesinas de Puno, Cusco, Huancayo, Apurímac gritaban “Terry, Terry, Terry” en abierta ovación a Fernando Belaunde y se incorporaban a la vida política mucho antes de la llamada “revolución peruana”, a cuya sombra se saldaron muchas cuentas con los enemigos de coyuntura, uno de ellos la oligarquía, cuyo espizano se había quebrado con la revolución, a decir desus áulicos, y se produjo una enorme corrupción de la que nadie ha rendido cuentas.
Y entonces, como lo recuerda Aldo Mariátegui en Correo, hubo grandes compras de armas a la Unión Soviética hechas a la sombra, que pusieron presuntamente al Perú entre los países mejor armados de América latina.
Aquellos campesinos siguieron a Fernando Belaunde Terry y confiaban en la democracia que él representaba, le dieron su voto mucho antes de que sus mastines le hicieran inventar a Velasco la famosa frase “el patrón ya no comerá de tu pobreza”, frase que ni dijo Túpac Amaru ni pronunció “el chino” de turno, sino algún inspirado ociólogo de los muchos que abundaron en los medios capturados por esa dictadura.
Como es habitual en los regímenes autoritarios, los áulicos abundaron también en todos los círculos del poder a partir del 3 de octubre de 1968. Y como Velasco atrapó los medios de comunicación, diz que para darles voz a los que no la tenían, aquellos encontraron la ubicación entre el personal idóneo para la revolución.
Así surgieron parvadas enteras de nuevos periodistas revolucionarios que en 1974, tras su captura, dirigieron los diarios “Ojo” para darles voz a los intelectuales, “Correo”, para que los profesionales hicieran sentir su voz, “El Comercio”, el más grande para los campesinos que también eran la tercera parte de la población peruana y nunca habían tenido voz, “Expreso” iba a ser la voz de los educadores, “La Prensa”, la de la comunidades industriales, “Ultima Hora”, para las cooperativas que el Apra acabaría de matar en el primer gobierno de Alan García, y finalmente “La Crónica” y “La Tercera”, del grupo Prado que debían un huevo de plata revirtieron al Estado que los juntó en una extraña mezcla con El Peruano y la agencia oficial Andina.
Así todos los sectores de la vida nacional tuvieron voz, pero la verdad fue que todos a una sola voz estaban al servicio de la revolución velasquista, para morder a quienes se opusieran al dictador y para aplaudir las deportaciones en que el Perú fue pródigo en aquella época.
Hoy día, algunos de esos directores revolucionarios son directores de bibliotecas nacionales, otros pasan piola sin que nadie les diga nada y escriben en medios democráticos, y a otros les quedó el compás dictatorial en el corazón o en el bolsillo y tras haber echado incienso al gobierno revolucionario, aprovecharon la mala memoria de los peruanos para adherirse a empresas públicas y volver a medrar de la democracia, es decir que… gallina que come huevo…
Aldo Mariátegui nos hace recordar desde Correo, que el cuartelazo del 3 de octubre fue “inexcusable porque Belaunde había tenido un gobierno impecable en términos democráticos y los comicios estaban a la vuelta de la esquina”.
Que el recuerdo de aquella dictadura a la que se sumó la de otro chino en el corto lapso, nos haga aprender la lección a civiles y militares. A los primeros, que su primera obligación es con la democracia y el estado de derecho que se traduce en el respeto por sí mismos. A los segundos que cumplan su obligación de guardianes del estado y no la peguen de sus mandamases que ese no es su papel.
La historia es implacable y ya está haciendo sentir su castigo sobre aquellos que un día pisotearon el estado de derecho para encumbrarse en las alturas que no les corresponden sino a quienes están ungidos por el voto de los ciudadanos.