Es parte de la rica historiarebelde de Arequipa
Acabadito de cumplir sus primeros 68 años, el Teatro Municipal de Arequipa va a ser remodelado y su amplia estructura interna servirá para que los actos culturales se difundan todos los días y noches, como fue el destino original de aquel edificio de fachada blanca tallada en sillar, inaugurado precisamente en 1940 cuando la ciudad cumplía 400 años de fundación española.
La hermosa fachada de tallado sillar blanco del Teatro Municipal asoma sobre las obrasLa lectura de una información periodística publicada en el diario El País, Madrid, España, remitida desde Arequipa por mi amigo y colega Óscar Gonzales Málaga, sobre aquella anunciada remodelación, me ha traído reminiscencias de varios colores, como dijera algún pintor.
El Teatro Municipal, al finalizar la tercera cuadra de la calle Mercaderes, en pleno centro de Arequipa, fue inaugurado el 15 de agosto de 1940, cuando la ciudad cumplía 400 años de fundación española.
La primera fundación, según el historiador Rómulo Cúneo Vidal, puede venir de varios siglos antes, cuando los atlantes en un éxodo epopéyico, cruzaron primero el mar Atlántico donde su Atlántida se hundía inexorablemente, luego se introdujeron en la selva amazónica en busca de un lugar donde refundar su civilización y llegaron al altiplano donde crearon el Tiahuanacu que extendió sus brazos hasta más allá de la cordillera para bajar por los contrafuertes andinos y establecer algunos asentamientos humanos a este lado de la geografía surperuana y probablemente en el valle de Arequipa, que los españoles descubrieron cuando ya asomaba la primavera de 1540.
Pero esa es otra historia de la que –promesa solemne– les hablaré en otra ocasión.
Ahora se trata del Teatro Municipal que yo recuerdo. Ese agosto de 1940, también se inauguraba el estadio Mariano Melgar, en el barrio de IV Centenario, cuyas primeras casas se construyeron precisamente para abrirse en esa solemne fecha.
Un concierto de theremín
Yo era entonces alumno de la Escuela Fiscal 962, también llamada Manuel Muñoz Nájar, cuya sede se encontraba en un enorme espacio que solo tenía salida a través de dos callejones, uno de los cuales terminaba en la avenida Goyeneche y el otro en la hoy avenida Mariscal Castilla.
En aquel agosto de tantas inauguraciones, nuestro director, el reverendo hermano de La Salle, Blaste María, alemán de Hamburgo, que lucía una cicatriz en el lado derecho del rostro a causa de un tajo de bayoneta que felizmente no lo mató en la Primera Guerra Mundial, dispuso que todo el alumnado concurriera al estadio Melgar para un concierto de theremín.
En el centro del estadio sobre un estrado había un solo instrumento, un aparatito no más grande que una máquina de escribir con dos antenas. El ejecutante, al parecer un músico alemán, extendió las manos sobre el aparatito y conforme las acercaba o las alejaba producía sonidos musicales muy diferentes a cualquiera de los que producen los conocidos instrumentos de una banda de músicos o una orquesta clásica.
Tenía escasa edad para saber qué piezas interpretaba el músico, pero sí recuerdo que en ocasiones el sonido parecía el de una voz humana lo que me obligaba a buscar quien era la cantante misteriosa que no aparecía en el escenario.
Muchos años más tarde, he averiguado que el theremín existe. Lo vi en el Museo Alemán de Münich, junto a una infinidad de instrumentos musicales y me parece que ya era una reliquia, pues a lo largo de mi vida, no he sabido que alguna vez se haya dado un concierto en ese instrumento ni si existe un concertista capaz de ofrecerlo.
Una enciclopedia me informa que el theremín fue uno de los primeros instrumentos musicales electrónicos y fue inventado por el físico ruso Lev Serguerevich Termen, quien se nacionalizó francés y cambió su nombre por el de León Thèrèmin.
Aparte de físico, Termen o Thèrèmin era violoncelista y los musicólogos afirman que por ello, los sonidos del theremín tiene mucha semejanza con los del violoncelo. No puedo dar fe de ello.
Pero me había propuesto contarle algo del viejo Teatro Municipal y me ganó el recuerdo de aquel concierto del estadio Melgar, precisamente ofrecido a los estudiantes en homenaje a los 400 años que cumplía la ciudad.
En el foso de la orquesta
La primera vez que fui al Teatro Municipal fue cuando como alumno del Colegio de la Independencia Americana y miembro de la banda de músicos debimos concurrir para participar en una función de gala que se desarrollaría en ese escenario, en celebración del aniversario del colegio, organizada por los estudiantes de los años superiores.
En el Teatro comenzó a morir la dictadura militar de Odría en 1955Los músicos nos ubicamos en el foso de la orquesta, que según la nota de Óscar Gonzales, será ampliado con la remodelación que se anuncia, interpretamos el himno nacional, algunas piezas de ambiente arequipeño en los entreactos y, como era de cajón, el himno de Arequipa al terminar la función.
Desde esa privilegiada posición, asistí a una de las funciones estudiantiles más notables que haya visto en mi vida.
Un grupo de alumnos de cuarto o quinto año de media, interpretó “El hombre es lobo del hombre”, pieza teatral en tres actos de nuestro profesor de historia, Carlos Manchego.
Otro grupo participó en una pieza humorística titulada creo ”El niño de la casa”, en que Pedro Róger Cateriano, más tarde respetado periodista y literato, salía finalmente vestido con pantalones cortos montado en una escoba a correr por el escenario.
Cateriano fue el único al que pude identificar porque años después tuve la ocasión de frecuentarlo en Arequipa y en el diario El Comercio, donde trabajó mucho tiempo.
Desde la galería
El Teatro Municipal acogía también a la Orquesta Sinfónica de Arequipa que ofrecía conciertos periódicos. Con mi condiscípulo de entonces, Daniel Neira Salinas, nos íbamos a la galería que colindaba con el techo del teatro, y cuyo precio estaba al alcance de nuestras propinas.
Encontrábamos mucha gente bien vestida que atribuía su presencia allí a que la acústica era mejor que en la platea, y favorecía escuchar las piezas clásicas que interpretaba la sinfónica, poderosa orquesta dirigida por el ruso Alexander Kosseleff, quien marcó la mejor época de la cultura musical de Arequipa.
Por supuesto, el Teatro Municipal también ofrecía regularmente tres funciones de cine diarias y la preocupación de sus conductores era poner en cartelera las mejores películas que podían conseguir.
Fue también en el Teatro Municipal donde se produjo el principio del fin de la dictadura militar de Manuel Odría.
La Coalición Nacional que fundara el industrial Pedro Roselló, organizó un acto político que tendría lugar el 21 de diciembre de 1955, pero las autoridades de entonces negaron permiso para la reunión. Entonces cientos de ciudadanos se concentraron en la Plaza de Armas y cuando fueron informados de que la reunión tendría lugar en el Teatro Municipal, hacia allá se dirigieron.
Protagonizaron aquella jornada Héctor Cornejo Chávez, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio Juan Manuel Polar, Enrique Ferreyron y otros dirigentes de la Democracia Cristiana de entonces.
Todos ellos hablaron a los manifestantes desde un muro del Banco Internacional que estaba en construcción y colindaba con el Teatro Municipal.
La enardecida multitud invadió el teatro y pasó por encima de una formación de vendedoras del mercado de San Camilo, partidarias de Odría, que lanzaban tomates y verduras contra los manifestantes que tras derribarlas entraron a la platea del cine.
Cuando el teatro se hallaba lleno de gente y se esperaba que los líderes de la protesta subieran al escenario cayeron bombas de gases lacrimógenos en el recinto, disparadas desde la galería.
Los manifestantes salieron como pudieron y se informó de varios heridos y asfixiados. La protesta fue acallada, pero las instituciones de Arequipa decretaron un paro general que al tercer día provocó la renuncia del sanguinario ministro de Gobierno Alejandro Esparza Zañartu, con lo que, según las palabras de Javier de Belaunde, “la dictadura quedó herida de muerte”.
Y bien, ese histórico teatro, que el 15 de agosto pasado cumplió 68 años de existencia sirviendo a la cultura, y donde han tenido lugar solemnes ceremonias, será remozado y no se me puede impedir un sentimiento de optimista nostalgia, al saber que le será inyectada nueva vida para que sirva mejor a una ciudad que harto lo necesita.
Fotos de Óscar Gonzales Málaga