A 72 años del movimiento estudiantil
que dio origen a la gran rebelión de
Arequipa contra la dictadura en 1950
Los
“alfeñiques” tuvieron 16 heridos,
6 de bala,
pero mantuvieron el colegio
Para todos aquellos que
un día de 1950,
hace más de medio
siglo,
se rebelaron contra
el autoritarismo y
el abuso, escribieron
una
página brillante en un
colegio ya glorioso…
y entraron en la
historia
Con estas palabras,
recordé en la primera página del libro Cuatro días de junio, la epopeya
que cincuenta años atrás, el lunes 12, el martes 13, el miércoles 14 y el
jueves 15 de junio de 1950, vivimos los estudiantes del Colegio Nacional de la
Independencia Americana.
Hoy se recuerda el 72° aniversario de una huelga histórica
Difícil me será olvidar
-y estarán presentes durante el tiempo que aún me quede en la tierra- aquellos
días que se extendieron con su drama a un futuro imprevisible, entre los grises
muros del colegio que amaremos hasta el final del tiempo que nos extienda la
existencia.
Difícil será olvidar
aquellos rostros de los compañeros de clase y de quienes se unieron a ese
movimiento de rebeldía los días siguientes, para combatir con ladrillos
convertidos en proyectiles contra las armas de fuego del dictador militar de
entonces.
De aquellos que vivimos
juntos esos cuatro días de junio, hay muchos que ya no pertenecen a este mundo.
¡Han pasado tantos años! Tantos que quienes aún quedamos aquí, podríamos
llamarnos sobrevivientes.
Con Rafael Vizcardo en Arequipa, mayo de 2022
Y entre estos están Rafael
Vizcardo Begazo (Cuarto B), Mariano Granda Montoya (Cuarto E), Leonidas
Gutiérrez López (Cuarto B), Sergio Paulet (Cuarto A) y el flaco Romain Guillén
Banda (Cuarto A), con quienes mantenemos más que la amistad que nos unió en junio
del 50, una sólida hermandad que aún se mantiene viva, 72 años después, y nos
convoca, en la medida de las distancias y las posibilidades de la salud, a
reuniones que quisiéramos hacer periódicas, en que evocamos los sucesos de
aquel año y a los camaradas de aquellos días.
Y entonces vuelven a la
memoria los rostros del “turco” Alberto Adaui Jauandi, del “cholo” Felipe
Álvarez Pacheco, con quienes el destino me unió en un triunvirato encargado de
dirigir la huelga que se inició el 12 de junio a las ocho y minutos de la
mañana, cuando dejaron de resonar los acordes del himno nacional, con que
honramos la bandera como todos los lunes.
Cómo no recordar los
rostros del “conejo” Carlos Salas Núñez y del “chato” Alberto Apaza Ramos,
quienes en un momento crucial de aquel martes 13, cuando afectados por las
amenazas del prefecto Meza Cuadra, cuyas tropas sitiaban el colegio, algunos delegados
se inclinaban por irnos a la casa y abandonar la huelga.
Histórico Pabellón Central de la I
Entonces, durante la
tensa reunión de dirigentes y delegados de las distintas aulas del plantel, Salas
y Apaza fueron los primeros en responder a mi invocación y afirmar: “¡Estamos
contigo, Podestá!”.
“Sus ojos se cerraron…”
Cómo no recordar a
Sergio Dávila Urquizo (Cuarto B), herido de bala en la cabeza, a Luis Sassarini
Olazábal (Cuarto B), encargado de mantener bloqueada la reja del pabellón central por
donde entró y salió el prefecto coronel, luego de proferir la amenaza de
“sacarnos a cada uno de nosotros” con sus dos mil soldados, y entregarnos a
nuestros padres.
Cómo no recordar al
“chico” Alfonso Jaramillo (Segundo Año), quien la noche del lunes al martes 13,
junto a una de las numerosas fogatas encendidas en el campo de deportes del
pabellón norte, entonaba con su voz de barítono “sus ojos se cerraron y el
mundo sigue andando”.
Cómo olvidar que un
obrero que no tenía ninguna intervención y solo cuidaba los ladrillos y maderos
de lo que sería el pabellón del internado, murió a causa de un balazo que le
impactó en el pecho, ante la vista angustiada de mi hermano Olgger Podestá
(Segundo año) y Javier Romero (Segundo año) en la azotea desde donde miraba
cómo ingresaba un camión con policías por el pabellón sur.
Antiguo pabellón del internado, hoy inexistente
Cómo no recordar a
Marcos Bejarano Borja (Cuarto D), con quien, el jueves al caer la tarde, nos
estrechamos en un sentido abrazo de despedida, porque a esa hora dejábamos el
colegio, mientras desde el centro de la ciudad venía el traqueteo de
ametralladores y fusiles de una ciudadanía que se había comprado el pleito de
sus estudiantes y se enfrentaba al ejército.
Cómo no recordar a
Rubén Córdova Díaz (Cuarto D), quien en medio de la batalla que se libraba en
la pista del pabellón norte, vino a mí con el rostro ensangrentado por los
golpes de los policías, y a quien llevé al tópico convertido en puesto de
primeros auxilios.
Y a Rómulo Gonzales
Paredes (Cuarto D), quien encaramado sobre los hombros de Leal Ramos Grimaldo
(Cuarto C), lanzó por encima del muro posterior del colegio, los dos petardos
de dinamita que marcaron el comienzo de la huelga.
Y a Gilberto Bedoya
Dueñas (Cuarto B) y a su hermano Rodolfo, quienes, junto a otros 300 alumnos,
se enfrentaron a la caballería policial a las ocho y minutos del martes 13,
para poder reingresar al colegio que habían dejado la noche del lunes para irse
a sus hogares.
Ciudadanía solidaria
Ciudadanía solidaria con sus "alfeñiques"
Y hay otros más,
cientos más de condiscípulos que construyeron nuestro pliego de reclamos, que
fue calificado de político por las autoridades de la dictadura, más tarde
desmentidas por el historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán, quien, a la luz de la
documentación existente, confirmó que la huelga fue planteada en defensa de
reivindicaciones absolutamente de carácter estudiantil.
La huelga y sus
consecuencias, la solidaridad de la ciudadanía de Arequipa, fueron silenciadas
durante medio siglo, hasta que el 13 de junio de 2000, en una ceremonia de
presentación de la primera edición del libro Cuatro días de junio,
comenzó a descorrerse el velo que había ocultado gran parte de la historia de
aquellos días.
Mañana, otra vez 13 de
junio, se cumplirán 72 años de esa gesta que tuvo como protagonistas a
estudiantes del Colegio Nacional de la Independencia Americana, que se alzaron
contra el autoritarismo reinante en sus aulas y se hicieron un lugar en la
historia.
Los acontecimientos se
iniciaron, en realidad, un día antes, 12 de junio de 1950, exactamente en la
mitad del siglo, a las ocho y minutos de la mañana, cuando estalló la huelga que
reclamaba mejor trato y la posibilidad de mejorar la relación del estudiantado
con la autoridad educativa.
Homenaje de los "alfeñiques" de hoy
Año tras año, en
algunas ocasiones con la participación de quienes protagonizamos un papel en
aquel acontecimiento, la fecha fue recordada en el centenario colegio y en
asociaciones de exalumnos.
La Universidad Nacional
de San Agustín y el Concejo Provincial presidido por el doctor Juan Manuel
Guillén Benavides, propiciaron foros a partir del año 2000 que iluminaron la
verdad oculta o tergiversada durante medio siglo.
Hoy, a mis 91 años, 72
años después, evoco el suceso al que me indujo mi rebeldía juvenil y mi ánimo
de propiciar un cambio frente al autoritarismo implantado en mi colegio, a
imagen de la dictadura existente en nuestra patria en aquellos años.
Miembros de la Promoción 51
Siempre vivirán en mi recuerdo
y mi homenaje, aquellos “alfeñiques” que me acompañaron en esos días, y cientos
de ciudadanos que, en un gesto de solidaridad con sus estudiantes atropellados,
tomaron las armas y se inmolaron en una batalla que Arequipa vivió como en
otras épocas heroicas.
Loor y gloria para
ellos y mi ferviente anhelo de que, como lo proclama nuestro himno tres veces ¡libertad…libertad…
libertad! que inspire nuestros actos en la búsqueda y conquista de un mejor
futuro para todos.
Luis Eduardo Podestá
Lima, 13 de junio de
2022
(Imágenes de archivo del
autor)
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