Iba
a ser convertida en
chatarra
pero la salvó
una
protesta popular
Si
el ayuntamiento que administraba Barcelona en 1888 hubiera aceptado la
propuesta de un casi desconocido ingeniero francés amante de los fierros, la Torre Eiffel estaría en aquella ciudad y no en París, adonde atrae a siete millones
de turistas cada año y cuyo 126° aniversario se cumple hoy.
Ilumina las noches de París |
El
aniversario ha merecido uno de los escogidos “doodles” del buscador Google, y
la mención de numerosos medios de comunicación del mundo.
Google recordó el día |
La
torre fue ofrecida por Gustave Eiffel a la ciudad de Barcelona que en 1888
debía inaugurar su Exposición Universal pero los miembros del Concejo la
rechazaron tras examinar los planos de esta construcción de tan raras
características que “no encajaban” en su ciudad y que, por lo demás, les
pareció demasiado cara.
Eiffel,
entonces la ofreció a los organizadores de la Exposición Universal de París,
que tendría lugar al año siguiente. El proyecto Eiffel fue aceptado pero con
una condición: Terminada la feria, la torre de hierro tendría que ser desmontada
y convertida en chatarra.
Tuvo el primer lugar en la Exposición |
Pero
ocurrió algo singular. Al enterarse de esta decisión, se produjo una masiva
movilización popular y las autoridades decidieron no tocar esa rara
construcción que parecía -y parece- un esqueleto de hierro, que aparte de
haberse conquistado el cariño de la gente serviría como magnífica ubicación
para una antena de radio de la Armada Francesa.
Como
es posible ver, la torre que es hoy el símbolo de París tiene cuatro pies que
la sostienen y al lado de los cuales, están las dependencias que le permiten a
uno subir hasta lo alto de sus 300 metros de altura en ascensor o caminando.
Si
se quiere ir a pie, hay que resignarse a sufrir 1 665 escalones. Ir en ascensor
tiene precio variable, una suma hasta el primer descanso, otra hasta el segundo
y una cantidad superior para llegar a la cumbre, donde está la oficina en que
Eiffel trabajaba.
París entre los hierros de la torre |
Los
patrioteros franceses, que también los hay, intentaron en alguna ocasión,
elevar la cifra de escalones a 1792, para hacerla coincidir con el año de la
Primera República Francesa, pero el intento fue rechazado en todos los idiomas.
Sin
lugar a dudas, la torre es una de las grandes construcciones de la ingeniería
mundial y demuestra hasta dónde puede llegar la imaginación del hombre. Sus
cuatro patas se asientan sobre cimientos que tienen nada menos que 30 metros de
profundidad, debido a la cercanía del río Sena que humedece demasiado los
terrenos vecinos.
Además,
tiene una altura real de 324 metros, pero si descontamos los 24 metros de la
antena de radio, se queda en simples 300 metros, que se elevan a 300.08 (300
metros con ocho o diez centímetros) durante las épocas calurosas debido a la
dilatación de sus hierros.
Era
verano cuando visitamos la torre mi hija Beatriz y yo, de modo que se puede
decir con propiedad que subimos
ocho centímetros más que el resto de los mortales que visitan el armazón de
hierro en otras épocas del año.
La visitan siete millones cada año |
Aunque
uno no lo perciba, la torre se mece con el viento hacia la izquierda o la
derecha, adelante o atrás, entre 15 y veinte centímetros, pero nadie se da cuenta
de ello. De lo contrario, se pensaría que la torre no es tan segura.
La
torre debió tener 350 metros de altura, pero conforme la veían crecer, los
pobladores de las cercanías temieron que un edificio que no estaba hecho de
concreto armado ni piedras que lo amarraran al suelo, podría tambalearse y caer
sobre sus propiedades, así que no tardaron en expresar su reclamo y las
autoridades lo escucharon. Le mocharon más de 70 metros.
El
peso de la torre fue originalmente de 7 300 toneladas, pero con el correr de
los años, ha aumentado, no por la gordura natural de los años sino por la
adición de un museo, restaurantes, almacenes y tiendas. Ahora pesa 10 mil
toneladas.
Uno
de los peligros que corre la torre es el de la corrosión debido a la húmeda
cercanía del Sena y es necesario aplicarle siete toneladas de pintura cada
siete años. Como en toda democracia que se respeta, la opinión pública decide
de qué color quiere ver su torre.
En
unos buzones al pie de la estructura, la gente deposita un papel con su opinión
sobre el color con que le gustaría ver pintados los hierros. Esa votación es
rigurosamente respetada y luego del examen de las boletas, la empresa
concesionaria compra la pintura del color que la mayoría de visitantes quiso.
El Sena desde la plataforma más alta de la torre |
A
finales de 2011, surgió la idea de cubrirla de enredaderas para darle un
sentido ecológico y de defensa de la naturaleza por lo que no sería raro ver
dentro de un tiempo una Torre verde cubierta de enredaderas y con jardines en
sus plataformas.
La
construcción de la torre precisó del concurso de 200 obreros, uno de los cuales
murió en un accidente cuando se instalaban los ascensores.
Sus
18 038 piezas de hierro forjado se unieron con dos millones de tornillos de
cabeza redondeada y se entrecruzan en un infernal y aparente desorden. Todo ese
peso se asienta en cuatro pilares situados en los vértices de un rectángulo.
Dedicada a la Marina Francesa |
Su
construcción comenzó en 1887 y se concibió como un espectacular arco de ingreso
a la sede de la Exposición Universal, con que se conmemoraría el centenario de
la Revolución Francesa. Fue inaugurada el 31 de marzo de 1889 y abierta al
público el 6 de mayo de ese mismo año.
Durante
las noches, la iluminan 352 haces de luz proyectados por focos de mil vatios y
nosotros tuvimos también la oportunidad de verla desde un ferry en el que
hacíamos un recorrido nocturno por el Sena y, en verdad, es una vista espectacular.
La
torre es propiedad de la municipalidad de París pero está cedida en concesión a
la Societé Nouve- Ile de l’Explotation de la Tour Eiffel.
Creo
que el mundo entero, aunque no haya visitado París, saludará este nuevo
aniversario de la Torre Eiffel y le deseará muchos años de existencia para
verla no solo en fotografías sino para tener la ocasión de visitarla y elevarse
hasta sus 300 metros de altura. (Luis Eduardo Podestá).
(Adaptación
de un artículo del libro Un cholo descubre Europa, del autor)