Sus cuatro cuadras están llenas
de historia dramática y sabrosa
Por decisión de la Municipalidad de Arequipa, bajo la batuta del periodista y profesor universitario Simón Balbuena Marroquín, la vieja calle Mercaderes de Arequipa se convertirá en un bulevar, y así lo ha dicho, que será el primero en el centro de la Blanca Ciudad..
Con el respeto que me inspira su alta investidura, parece que la mano se le fue al burgomaestre porque bulevar, así, en español derivado de francés boulevard, es una “calle generalmente ancha y con árboles”, de acuerdo con una primera acepción del Diccionario de la Lengua Española, supervisado por la Real Academia de la Lengua y, de acuerdo con una segunda, es un “paseo central arbolado de una avenida o calle ancha”.
Por decisión de la Municipalidad de Arequipa, bajo la batuta del periodista y profesor universitario Simón Balbuena Marroquín, la vieja calle Mercaderes de Arequipa se convertirá en un bulevar, y así lo ha dicho, que será el primero en el centro de la Blanca Ciudad..
Con el respeto que me inspira su alta investidura, parece que la mano se le fue al burgomaestre porque bulevar, así, en español derivado de francés boulevard, es una “calle generalmente ancha y con árboles”, de acuerdo con una primera acepción del Diccionario de la Lengua Española, supervisado por la Real Academia de la Lengua y, de acuerdo con una segunda, es un “paseo central arbolado de una avenida o calle ancha”.
Alcalde Simón Balbuena Marroquín |
Que se sepa la calle Mercaderes no es ni extraordinariamente ancha ni tiene árboles en sus zonas central ni lateral. Por todo lo cual urge, una reconsideración de la denominación y llamarla sencilla y adecuadamente paseo peatonal, que es lo que parece querer la comuna.
Por lo demás, la calle Mercaderes es dueña de una rica historia.
En la batalla del 50
Al principio de su primera cuadra, si usted me permite recordar la historia relativamente reciente, estuvo el edificio de La Rinascente, venta de telas y otros objetos buscados por la sociedad femenina de principios y mitad del siglo pasado. Desde uno de los pisos altos, un francotirador provisto de una ametralladora ZB-30 mantuvo a raya durante casi dos días, a una unidad del Ejército Peruano, empeñado en sofocar a sangre y fuego la rebelión de junio de 1950.
En esa misma cuadra se encontraban los grandes almacenes y joyerías de aquella época que hicieron de esa parte de Mercaderes la más concurrida y cara de la ciudad, entre ellas, aparte de La Rinascente, la peletería Alaska, donde las bellas damas de la ciudad podían encontrar todo lo que podría abrigar su piel con elegancia y distinción, .
Por lo demás, la calle Mercaderes es dueña de una rica historia.
En la batalla del 50
Al principio de su primera cuadra, si usted me permite recordar la historia relativamente reciente, estuvo el edificio de La Rinascente, venta de telas y otros objetos buscados por la sociedad femenina de principios y mitad del siglo pasado. Desde uno de los pisos altos, un francotirador provisto de una ametralladora ZB-30 mantuvo a raya durante casi dos días, a una unidad del Ejército Peruano, empeñado en sofocar a sangre y fuego la rebelión de junio de 1950.
En La Pontezuela arranca la calle Mercaderes |
La segunda cuadra también tiene buena historia. Desde uno de los muros en construcción del que es hoy el Banco Internacional, hablaron los líderes de la Democracia Cristiana, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio y Mario Polar Ugarteche, en diciembre de 1955 durante una manifestación de la Coalición Nacional, fundada por el industrial Pedro Roselló, con el fin de combatir a la dictadura de Manuel Odría.
Esa fecha constituyó, dijo el doctor Javier de Belaunde, el comienzo del fin de la dictadura, porque renunció el sanguinario ministro de Gobierno (hoy Interior), Alejandro Esparza Zañartu.
En esa misma segunda cuadra se encontraba y se encuentra el Teatro Municipal, que es remodelado actualmente para servir de centro cultural y que en los años 50s fue escenario de aquella gesta pues la policía de entonces lanzó bombas de gases lacrimógenas sobre la platea llena de gente y causó no pocos heridos y asfixiados que fueron la raíz de protestas masivas que concluyeron con la renuncia Esparza.
Frente al Teatro Municipal se encontraba La Comercial, un negocio del alemán y arequipeño por adopción, Ulrich Neisser, cuyo don de gentes, amor a Arequipa y aguda inteligencia lo llevaron a la alcaldía de la ciudad en los años 60s. En La Comercial, trabajaba como jefe de prensa el actual director del diario El Pueblo, el periodista Carlos Meneses Cornejo.
Por lo demás, fue uno de los pocos establecimientos de Arequipa, que vendía instrumentos musicales, muchos de ellos proporcionados por el periodista Víctor Salas Bartra, entonces aduanero e importador de instrumentos fabricados en el Japón. En La Comercial se vendían también discos de música de los grandes compositores, a precios tan bajos que nos permitían su adquisición cada quincena a pesar del bajo sueldo de que disfrutábamos.
¿Para qué llamarla pomposa y erróneamente bulevar? |
Pionera de la vida nocturna
A principios de esa segunda cuadra se encontraba en un segundo piso, la famosa Boite La Negra, así llamada con todas sus letras, de propiedad de los señores Concha Fernández, también pioneros en ofrecer a la ciudad los primeros atisbos de una vida nocturna que heredan y explotan los cientos de locales de las actuales calles San Francisco, Zela, Ugarte, Santa Catalina y aledaños.
En la tercera cuadra, si usted me permite continuar, estaba el local del diario El Pueblo, hasta que el terremoto de enero de 1960 estremeció y resquebrajó sus viejas estructuras en tal medida que hubo de buscarse el actual local de Sucre.
En la tercera cuadra, si usted me permite continuar, estaba el local del diario El Pueblo, hasta que el terremoto de enero de 1960 estremeció y resquebrajó sus viejas estructuras en tal medida que hubo de buscarse el actual local de Sucre.
Del estado de aquel inmueble, decía su entonces jefe de redacción, el recordado Juan José Barriga Gonzales, que las bóvedas no se caían solo porque aún las mantenían pegadas las telarañas del techo.
Frente al local del diario se encontraba una sucursal de la Caja de Depósitos y Consignaciones, que daría origen al Banco de la Nación y al lado de ella, la sanguchería de don Enrique Fuse, un japonés que llenaba de aroma de comida toda la cuadra.
Allí íbamos los bisoños periodistas de aquella época a comer sánguches de lechón, pavo o salchichas, regados con Kola Escocesa y en algunas especiales ocasiones, don Enrique, con quien hicimos una gran amistad, nos preparaba un plato que llamó “sukiyaki”, consistente en trozos de pierna de cerdo cebolla y rodajas de rocoto, rociadas con vinagre y sillau, recocidas en un baño de vapor, que era realmente un bocado sensacional para el hambre que nos atacaba a golpe de una o dos de la tarde.
En la tercera cuadra de aquel Mercaderes que yo conocí, se encontraba el Club Tarapacá, que concurrí en mi tierna infancia porque mi tío Goyo Zevallos, tenía la administración. En el Tarapacá, en el segundo piso de una enorme casa de la acera izquierda, se realizaban grandes bailes de carnaval.
Frente a ese local, que me parece hoy ocupado por una academia, se encuentra el Banco Wiese que es escenario con renovada frecuencia, de exposiciones de pintura, presentaciones de libros y otros acontecimientos culturales a algunos de los cuales, he podido asistir, durante algunas de mis cortas estadas en la Ciudad Blanca de los últimos años.
Por esa misma cuadra pasaba el tranvía eléctrico que se dirigía a Miraflores. Su paradero original estaba en el mercado de San Camilo, subía por Perú, torcía en Mercaderes y luego tomaba Colón, la plaza España, la calle San Pedro, seguía por San Antonio, Misti y concluía su recorrido en la avenida Progreso, Miraflores.
Por supuesto, esta no es la única historia de la calle Mercaderes. Algunos de ustedes deben conocer más sobre los establecimientos y personajes que se movieron en esas cuatro cuadras, sólo cuatro porque a continuación comienza, más allá de la calle Pizarro, la calle Octavio Muñoz Nájar. Por eso, se recibe toda clase de recuerdos o memorias que contribuyan a enriquecer la historia de lo que Balbuena quiere pomposamente llamar bulevar Mercaderes, sin serlo.
Bulevar puede llamarse con propiedad al bulevar Parra, donde nació y vivió sus primeros días de vida el laureado Mario Vargas Llosa.
Si se llama a Mercaderes paseo peatonal Mercaderes, no va a perder su importancia, ni su historia ni la gente se va a sentir agraviada por no tener, como ha dicho con conejil sonrisa el burgomaestre “el primer bulevar del centro de Arequipa”.
Por supuesto, esta no es la única historia de la calle Mercaderes. Algunos de ustedes deben conocer más sobre los establecimientos y personajes que se movieron en esas cuatro cuadras, sólo cuatro porque a continuación comienza, más allá de la calle Pizarro, la calle Octavio Muñoz Nájar. Por eso, se recibe toda clase de recuerdos o memorias que contribuyan a enriquecer la historia de lo que Balbuena quiere pomposamente llamar bulevar Mercaderes, sin serlo.
Bulevar puede llamarse con propiedad al bulevar Parra, donde nació y vivió sus primeros días de vida el laureado Mario Vargas Llosa.
Si se llama a Mercaderes paseo peatonal Mercaderes, no va a perder su importancia, ni su historia ni la gente se va a sentir agraviada por no tener, como ha dicho con conejil sonrisa el burgomaestre “el primer bulevar del centro de Arequipa”.
He dicho.
(Imágenes de archivo de este blog)
www.podestaprensa.com
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