viernes, 7 de noviembre de 2008

La discriminación de la camionera


Propongo las palabras chofera y marida
para el diccionario de la Lengua

No hace mucho, un noticiero español informaba sobre la denuncia de una mujer por discriminación a una empresa que no la quiso contratar como camionera. El gerente de la empresa había dicho simplemente: “Nosotros no contratamos mujeres”.
Ella afirmaba que no solo tenía licencia para conducir grandes vehículos sino que tenía experiencia.
La palabra camionera se hizo buscar en el diccionario de la Real Academia y sí existe como femenino de camionero.
No existe sin embargo, la palabra chofera, femenino de chofer, que me permito sugerirla a los sabios de la Real Academia de la Lengua para que la incluyan en su próxima versión del Diccionario.
No es una palabra fea y resulta hasta bonita, al lado de otras como actora que sí existe para nombrar no a la actriz sino como acepción diferente que bien podría ser considerada término jurídico pues señala “actora” como derivada de actor o demandante o acusador.

Pero, bueno, cuando comencé a hablarle de la camionera no quería entrar en problemas gramaticales, sino en un asunto sociológico como el de la invasión de las mujeres en todas –todas– las actividades humanas, muchas de las cuales antes hubieran resultado no solo inadecuadas sino prohibitivas para el bello sexo.
Recuerdo que cuando hace más de 50 años comencé lo que se llama la carrera del periodismo, en la redacción solo había una chica, frente a veinte redactores, a quien calificaría como la pionera a la conquista del un lugar en una redacción de periódico. Se trataba de Marcela Barriga Quintanilla, hija de nuestro jefe de Redacción, quien actuaba como alguien que hoy tendrá la función de secretaria de redacción. De paso recogía todos los datos de “sociales” –fulana se casa, el hijo de zutano será bautizado, etc.– con los que llenaba parte de una página de tamaño estándar del diario El Pueblo de Arequipa.
Luego asomaría por allí Ana María Portugal, quien quería trabajar en la redacción pero más bien era una intelectual que más tarde se dedicaría a la poesía. También pasaría por allí Nazareth Marroquín Mostajo, quien no quería realmente estar atada a una redacción con obligaciones reporteriles sino hacer algo por su cuenta, como efectivamente lo hizo al fundar su revista “Mistiana”.
Mucho más tarde, no sé cuántos años más, apareció Cecilia Valenzuela, tan fugazmente que cuando nos volvimos a ver en Lima, en alguna actividad periodística, creíamos que no nos conocíamos. Y ahora, como usted sabe, dirige un aguerrido espacio periodístico en la televisión y una agencia de noticias en Internet.

La apertura del diario Correo de Arequipa con corrientes capitalinas en febrero de 1963 atraería a un pequeño grupo –aún pequeño– de muchachas estudiantes que querían meter la nariz en la máquina de escribir pero que no se atrevían demasiado a codearse con los que alguien llamaría curtidos reporteros, dueños de esquinas, calles, bares y cantinas, que no le temían a los asaltos y más bien eran respetados por los delincuentes a quienes conocían bien porque los veían al lado del mayor o comandante comisario en la hora de la “calificación” en las comisarías.
De esa década de Correo se puede recordar a Roxana Ximani, una hermosa boliviana de la que media redacción estaba enamorada, Martha Arrisueño, una flaquita de rostro angelical, que estudiaba en la universidad Católica.
Es decir, el número de mujeres en las redacciones era escaso, minoritario definitivamente.
Eso era antes.

Ahora hay una superpoblación de mujeres y es fácil comprobarlo en las conferencias de prensa, cuando rodean a algún jerarca político o cuando micrófono en mano compiten con el más avezado reportero policial para pelearle la declaración de un recién capturado delincuente.
En esas ocasiones por lo menos hay diez mujeres por cada hombre. Es posible comprobarlo esta noche en los informativos de la televisión.
Pero no quería hablar únicamente del periodismo sino de otras profesiones en las que las chicas no solo han metido la cuchara sino se han introducido de cuerpo entero y junto a él su sabiduría universitaria, su audacia basada en “no me pueden hacer nada porque soy mujer”, su habilidad para enfrentarse a cualquier situación en la que un colega masculino, las vería feas… a la situación me refiero, no a las colegas.

En Lima he visto taxistas femeninos que pilotean sus coches hasta altas horas de la noche y ellas me han inspirado para pedir a la Real Academia de la Lengua, que incluya la palabra chofera en su diccionario.
He visto además:
- mujeres soldadoras en fábricas.
- maquinista de imprentas grandes y pequeñas.
- conductora de tractores en una chacra del norte
- árbitra ya aceptada con todos los honores por la Academia como
una “persona que en algunas competiciones deportivas cuida de la aplicación del reglamento, persona que arbitra en un conflicto entre partes, y persona cuyo criterio se considera autoridad”.
- jinetes de caballos de carrera lo que abonaría para que se incluyera la palabra jineta en el Diccionario para referirse a ellas y no como lo considera hoy un poco como quien no quiere la cosa “quizá de jinete, porque en Andalucía así se llamaba eufemísticamente a los bandoleros”. Sí se registra la palabra yoquey o yoqui, derivación del inglés “jocquey”. Por lo cual será lícito sugerir una palabra para señalar a las que algunos han llamado yoquesas. Pero los sabios tienen la vela en este entierro.
Hay que tener en cuenta que el diccionario sí registra “amazona” como “Mujer que monta a caballo”
y también “Mujer de ánimo varonil”, por lo que podríamos llamar amazonas a todas las que nos hacen la competencia en la oficina o la calle.
- herrera, que golpea un hierro al rojo en un yunque.
- soldada del Ejército, como marinera (sí lo hay) de la Armada o avionera de la Fuerza Aérea.
- bombera vestida de rojo junto a los apagafuegos.
Y así hasta el infinito…

Bien, se me ocurre que también podría incluirse en el DRAE la palabra marida, femenino de marido, aplicable cuando ella es la que manda en la casa y trae el pan de cada día, lo cual no es nada raro hoy en día en ninguna sociedad.
En fin, en homenaje a la legión femenina que ha invadido todas las profesiones, oficios y espacios reservados al sexo masculino, enarbolo la bandera de la inclusión en el DRAE de palabras adecuadas como contraparte de su respectivo masculino.
¿Alguien me sigue?


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