martes, 26 de mayo de 2009

Las orquídeas Altamirano de Moyobamba

Una familia dedicada a la
protección de las orquídeas
en riesgo de extinción



Conservar las especies de orquídeas que se encuentran en peligro de extinción y descubrir y catalogar las que no lo hayan sido y que aún se encuentran en medio de la selva, es la tarea que se ha impuesto la familia Altamirano Guerrero, para poner un grano de arena en la conservación de las riquezas de la flora peruana.




Toda la familia, los padres Francisco Altamirano y Teotista Guerrero y los ocho hijos, cuatro mujeres y cuatro varones, independientemente de los estudios a que se dedican, aceptaron el reto y denominaron a su proyecto Orquideario Waqankae y lo instalaron en su propio terreno.



A corta distancia de la ciudad de Moyabamba -cuyo símbolo es precisamente una orquídea que luce en un monumento en su principal vía de ingreso-, en el kilómetro 3 de la carretera Baños Termales, frente a la planta de tratamiento de agua, se encuentra el exclusivo jardín de las orquídeas de los Altamirano Guerrero.

José Altamirano, estudiante de filosofía, tuvo la idea de crear este jardín, al que no quieren llamar vivero, para rescatar las especies de orquídeas que se encontraran en riesgo de extinción debido a la depredación y a la sustracción ilegal.

José se propuso catalogar o patentar las que aún no lo estuvieran y para lograrlo comenzó por estudiar todo lo que le cayera en las manos relativo a las orquídeas y en esa tarea comprometió a toda la familia.

Parte de la propiedad está ocupada por la vivienda familiar y más allá, a unos 200 metros de distancia, el jardín, al cual se ingresa por una escalera de piedras humedecidas que baja entre dos paredes igualmente húmedas y un puentecillo que parece introducirse en la oscuridad de un mundo extraño.

A continuación de la escalinata, un enrevesado sendero entre la vegetación lleva al visitante hasta las orquídeas mismas, a las que hay que descubrir entre las hojas de los árboles porque la familia se ha cuidado de conservar el entorno tal cual lo ha diseñado la madre naturaleza.

En algunos sectores han instalado maceteros rústicos construidos por ellos mismos donde prosperan las orquídeas tiernas, generalmente las que se hallan en peligro de desaparecer o son recién descubiertas.



Las conservan en sectores tan disimulados que deben apartarse las hojas de los árboles para descubrirlas y contemplarlas, como ese singular zapatito de niño, una flor de un verde casi transparente y tan pequeña que dos ejemplares pueden caber en la palma de la mano, según nos mostró Esther Altamirano, el día que visitamos el jardín, a principios de mayo.



Allí, Esther mostró cómo en menos de una hectárea, alrededor de unos 700 metros cuadrados, pueden alojarse unas 300 especies de orquídeas, la mayor parte de ellas procedentes de la selva de San Martín y otras 36 procedentes de la floresta cajamarquina, todas ellas en perfecta armonía con una planta carnívora, que se alimenta de insectos y cuanto ser vivo se le acerque.



Esther cuenta que recomiendan a los visitantes, sobre todo a los grupos grandes, ser cuidadosos para no dañar las plantas ni el entorno. “Pero hay muchos que no siguen las recomendaciones y por el contrario, tratan de sacarse las flores sin permiso”, dice, pero a pesar de ello, no han renunciado a mostrar su trabajo al público, como lo que es, una obra de arte sobre la misma naturaleza.


Una flor de 25 mil dólares

En 2005 rescataron una orquídea, la phragmiperium kovashi, cuyas hermosas y grandes flores de unos 12 centímetros de diámetro, alcanzan en el mercado internacional precios que van de 15 mil a 25 mil dólares. Se trata de una especie muy rara que solo se encuentra en las selvas de San Martín y en el vecino departamento de Amazonas.

Las hermanas Caridad y Esther señalan que han catalogado unas 300 especies de flores y que les resta aún trabajar sobre unas 1 500 que se encuentran en lugares desconocidos de la cercana selva.



Caridad, estudiante de Turismo, dedica gran parte de su tiempo a las orquídeas de su jardín y se turna con Esther para guiar a los visitantes y explicarles qué especie es la que les muestra, aunque muchos de ellos encuentran difícil de entender los nombres técnicos de las flores.

No tienen personal contratado para cuidar su propiedad. Su segurdad está confiada enteramente a un grupo de fieles e insobornables perros que son encerrados prudentemente cuando llegan visitantes.

“Hay que tener mucho cariño a la naturaleza para dedicarse en cuerpo y alma, como lo ha hecho esta familia, a la creación y conservación de las orquídeas, flores tan buscadas entre las clases millonarias del mundo y que aquí se encuentran al alcance de las manos”, comentó la periodista Deysi Tuesta, que acompañó al autor y al reportero gráfico Carlos Torres en la visita al orquideario de la familia Altamirano Guerrero.



Sólo hay que desearles a los señores Altamirano Guerrero y a los hijos que con tan buena voluntad y cariño se dedican a conservar las orquídeas a partir de una encomiable iniciativa absolutamente privada, que un buen día, el país se los reconozca y los apoye para que los frutos de sus estudios y su esfuerzo no queden reducidos a su jardín ni a Moyabamba, sino que sean difundidos en el mundo entero como una muestra de lo que puede la solidaridad familiar volcada hacia el cariño por la naturaleza.





sábado, 23 de mayo de 2009

Cuatro frescas (XXVIII)

Primero fui comandante, luego comandante general, ahora soy generalmente co… mandante. (Don Aire).




Arequipa apoya la huelga de los nativos porque es país amazónico. Allí nace el Amazonas y tienen su Selva Alegre. (Pizango).


Yo estaré libre de la gripe porcina por razones obvias. (Keiko).


Díganme si no es persecución política que quieran juzgar a mi papi por los 15 millones de dólares que le dio a mi tío Vladi. (Kenji).



(Caricatura de Carlín en La República)





jueves, 21 de mayo de 2009

Taller del Periodista (VI)

(Y también para el que no lo es)


Sentarse en la mesa
es usarla como silla


Leo en una revista que “tras el periplo papal, el primer ministro israelí, Benjamín “Bibi” Netanyahu, declaró que está dispuesto a sentarse en la mesa de diálogo con la Autoridad Nacional Palestina…”, etc. y no puedo dominar la tentación de imaginarme a tan respetables autoridades sentadas en la mesa de diálogo, no en las sillas que rodean la mesa sino en la mesa misma.

Todo lo cual nos lleva a hacer una precisión. Yo tengo fundadas razones para no creer que se sentaron en la mesa sino ante la mesa para dialogar.

Lo correcto, colegas periodistas, es sentarse a la mesa... para comer o simplemente conversar, o en el mismo caso, sentarse ante la mesa.

Sentarse en la mesa nos da la idea de que los presentes la están usando como silla y eso no es normal ni correcto, por decir lo menos, ¿no le parece?

Así que de ahora en adelante, procuren decir “vamos a sentarnos a la mesa” y no “vamos a sentarnos en la mesa” porque podrían provocar situaciones imprevisibles.

Y eso es todo por hoy. Hasta el próximo taller…


(Versión libre de una parte del libro "Algo que llamamos periodismo", del autor)


miércoles, 20 de mayo de 2009

Javier de Belaunde cumple cien años

Hizo de la política
un apostolado


“El único mérito que tengo
es la honradez”, dijo




El hijo del ahora centenario político, escritor, historiador y arequipeño Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio, que el lunes 18 cumplió cien años de edad, él sí en olor de multitud, dijo al comenzar esa singular ceremonia de homenaje:

-Mi padre me pidió el 2 de enero de este año que quería festejarse el día de su cumpleaños. Les agradezo estar aquí para acompañarlo.



Centenario don Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio


A la celebración acudieron unas 300 personas, familiares, amigos, paisanos, sus colegas de política, entre ellos Javier Alva Orlandini y Luis Bedoya Reyes, quienes fueron ubicados en la mesa de honor, junto al historiador arequipeño Eusebio Quiroz Paz Soldán, y, allí también sería ubicado, a su llegada a las 8.30 de la noche, el presidente Alan García Pérez, quien también se sumó a los saludos al centenario don Javier.

Doctor Juan Chavez Molina y congresista Martha Hildebrandt


En primera fila, se encontraba la congresista Martha Hildebrandt, quien aplaudió escasas veces y se abstuvo cuando los oradores tuvieron frases de rechazo contra las dictaduras e hicieron alusión a las obligaciones del Congreso. A su lado, muy atento y sereno, estuvo el jurista mistiano, una vez presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Juan Chávez Molina. Unas filas más atrás estaban el ex diputado Javier Díaz Orihuela, el vocal Supremo Manuel Sánchez-Palacios Paiva, el presidente de la ONP, José Luis Chirinos, el abogado y ex legislador Francisco Chirinos Soto, viejo y leal amigo aunque antagonista político de don Javier y, entre otros muchos invitados, el antiguo y ejemplar notario Alberto Flores Barrón.

Javier de Belaunde López de Romaña, quien actuó como maestro de ceremonias, anunció la proyección de un video que fue una minuciosa pero ágil descripción del entorno donde don Javier nació y se crió, a orillas del río Majes, en la provincia de Castilla, de su juventud en la ciudad de Arequipa, de sus luchas políticas. Destacó su profundo amor por la democracia y el respeto al estado de derecho, junto a sus indoblegables luchas contra las dictaduras.

El acto se desarrollaba en el salón principal de la Casa de Bolívar, en el Museo Nacional de Historia de Pueblo Libre, un escenario que no pudo haber sido mejor escogido ya que don Javier es un bolivariano confeso y militante y autor de numerosos libros, ensayos y artículos sobre Simón Bolívar.

La mesa de honor estaba ubicada, sin embargo, en el proscenio dominado por una enorme y archiconocida pintura del momento en que el generalísimo José de San Martín proclama la independencia del Perú.

Mientras veíamos el video, escuchábamos un fondo musical de Los Dávalos que entonaban Al pie del Misti y luego a una orquesta que ejecutaba las notas de Melgar, el inolvidable y sentimental vals de Benigno Ballón Farfán.

Hubo algunas coincidencias en la mesa: Tres Javieres, Javier de Belaunde y su hijo Javier y Javier Alva, y dos pájaros de alta política, el Tucán Bedoya Reyes y el Lechuzón ya mencionado.

No se metió el Perú al bolsillo
Javier hijo anunció al primer orador, el historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán, especialmente llegado de Arequipa, quien hizo una documentada y emotiva reseña biográfica de Javier, padre, destacó los tramos más destacados que marcaron su trayectoria política, sus cualidades de escritor, de historiador y hombre de bien que había cultivado “la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace”.

Historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán


Quiroz remarcó que don Javier “hizo de la política una tarea ética” y concluyó con una frase que resultó picante para algunos practicantes de la política actual que han encontrado en ella su modo de vivir bien a toda costa: “No se metió el Perú al bolsillo”.

Luego, Luis Bedoya Reyes, quien no ha perdido su presencia de ánimo ni la picardía ni el sarcasmo de su discurso, recordó la historia dramática historia republicana del Perú y la revolución de Sánchez Cerro de 1930, que recibió el apoyo de Arequipa, pero a quien la misma Arequipa repudió cuando trató de violar la Constitución.



Luis Bedoya Reyes congratula a don Javier



Bedoya recordó la vida univeresitaria de don Javier y los incidentes que rodearon su vida en el cumplimiento de su vocación democrática desde los claustros universitarios hasta su brillante actuación como legislador.



Javier Alva Orlandini recuerda pasajes de la historia

A su turno, el ex parlamentario, ex ministro del presidente Fernando Belaunde y alto dirigente de Acción Popular, Javier Alva Orlandini, describió la vida política ejemplar de don Javier, hizo un recuento histórico de lo que le tocó vivir y recordó en especial el periodo en que el Apra cogobernó con don José Luis Bustamante y Rivero y resaltó que “los apristas se olvidaron de que eran parte del gobierno” y promovieron la destrucción de la democracia.


Recorrió las luchas de Javier de Belaunde contra las dictaduras y evocó las dictaduras de Manuel Odría, Juan Velasco y más recientemente la de Fujimori para rematar con palabras, él que fue un combativo legislador, sobre la misión del Congreso que “no está para aumentarse el sueldo ni para los gastos operativos” sino para servir a la nación.

El mérito de la honradez
Luego Javier hijo, anunció a su padre y advirtió que tenía de él, la autorización para sacarle tarjeta amarilla y hasta tarjeta roja, si se excedía en el tiempo de su discurso. Pero no fue así. Javier padre ocupó el tiempo justo para decir lo que tenía que decir.

Desde su silla de ruedas, Javier de Belaunde dijo que para él “la política fue un apostolado al servicio de la patria”.

Recordó las heroicas jornadas del pueblo de Arequipa en que participó en 1950 y 1955, tras la segunda de las cuales, cayó el siniestro ministro de gobierno de la dictadura de Odría, Alejandro Esparza Zañartu.

Hizo una invocación para “acabar con los antagonismos y lograr la recuperación moral del Perú” e invitó a todos a unirse en “una gran cruzada para hacer un Perú mejor para todos”.

Calificó el acto de homenaje como una “reunión de afecto y de civismo” que no merecía porque “el único mérito que puedo exhibir es mi honradez”.

Presidente Alan García felicita a don Javier

El presidente Alan García Pérez acompañado por el Canciller José García Belaunde y el congresista Luis Gonzales Posada, saludó muy efusivamente a Javier de Belaunde. En las breves palabras que pronunció, García, recordó que a sus 12 o 13 años de edad, “ya lo escuché a usted rugir en su escaño” de la Cámara de Diputados. Recordó que su padre le hablaba de él como de un político ejemplar.

La fiesta del centenario fue como Javier de Belaunde la había deseado. Estuvo rodeado de familiares cercanos y lejanos, amigos, paisanos y rivales políticos de antaño, unidos en el sentimiento común del reconocimiento a un hombre de bien y a un mejor político que con las banderas en alto de la rebeldía contra las dictaduras, marchó a través de la difícil vida de un país con eterna democracia en formación, por el único camino que conocía: la honradez, la transparencia y el servicio a su patria y a sus semejantes.




sábado, 16 de mayo de 2009

El hombre que atravesó el infierno

Recorrió los caminos
más violentos en los
peores años del terror




Mientras vamos de carretera en carretera, luego de salir de una Moyobamba humedecida por una lluvia torrencial que ya lleva 16 horas, Cristóbal Sandoval Inoñán (foto), el conductor de la camioneta, mira el apacible paisaje de la selva inmediata y dice: “Pensar que hace pocos años nadie podía transitar por aquí”…

Le pregunto por qué.

-Porque cuando no eran los terroristas de MRTA eran los helicópteros del ejército o la policía.

Me pica la curiosidad por saber cómo soportó este hombre de 51 años, profesión chofer, padre de dos niños en la época del terror y ahora de cuatro, aquellos años terribles en esta zona, que se disputaban los maoístas de Sendero Luminoso y los procubanos del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), cuyos máximos líderes purgan ahora extensas penas de prisión.

Voy a su lado, en el asiento del copiloto y detrás de mí me habla de vez en cuando Deysi Tuesta, periodista de Imagen del Poder Judicial en el departamento de San Martín y detrás de Sandoval, mira el paisaje el reportero gráfico Carlos Torres, con quien estamos en misión periodística.

Le hago unas preguntas y Cristóbal señala la carretera Fernando Belaunde Terry, una extensa cinta que corre de arriba abajo la selva peruana y a la que muchos de los lugareños llaman hasta ahora “la marginal” nombre que le dio el presidente Fernando Belaunde cuando con pensamiento de visionario hablaba desde su primer gobierno de los años 60s de cómo las carreteras traen el progreso y el bienestar de la gente y ponía gráficos ejemplos como el "camino de la seda" en Asia.


Un derrumbe bloquea parte de la vía

“Cuando esta carretera no estaba asfaltada, los asaltos eran frecuentes y los del MRTA castigaban con la muerte a los delincuentes que agarraban, así como castigaban a las mujeres y a los hombres adúlteros a latigazos”, recuerda.

Junto a Carlos Torres, Cristóbal colabora con la cámara


A él, conductor de un taxi que hacía colectivo para el Comité 1 en la ruta Tarapoto-Moyabamba-Yurimaguas –una ruta de unos 180 kilómetros que se convertían en 300 por el mal estado de la vía–, le dieron el encargo una vez, en época de elecciones, de llevar un sobre al jurado electoral de Moyobamba.

“Apenas llegué entregué el sobre y un policía de investigaciones me detuvo, me preguntó quién me había dado el sobre, le respondí que un hombre de unos 25 años a quien nunca había visto, y que no tuve dudas porque el sobre estaba dirigido al jurado electoral y pagó por servicio. No me creyeron, me tuvieron toda la noche detenido, pero menos mal, me soltaron cuando se convencieron de que solo era un chofer que trabajaba para una empresa conocida”, contó.

Otra vez un grupo de hombres armados, presuntamente del MRTA detuvo a toda una caravana de vehículos en las cercanías de Pacayzapa. Algunas veces pedían una “colaboración para la causa”, pero en general, hablaban de la revolución. Esta vez buscaban a alguien en los vehículos detenidos. Cuando escucharon el ruido de un helicóptero desaparecieron.

“Cuando el helicóptero estuvo sobre nosotros comenzó a ametrallarnos. Tuvimos que correr a escondernos entre los árboles, en las cunetas. Había muchas mujeres y niños, pero continuaron disparando desde arriba”, refiere, “y tan pronto como se fue, subí a mi carro y me alejé”.

Cristóbal es natural de Chiclayo pero vive 30 años en Moyobamba. Ahora es chofer del Poder Judicial. Él condujo la camioneta que nos llevó durante dos días a Jepelacio, un distrito a 10 kilómetros al sur de Moyobamba, a Naranjillo en la vecina provincia de Rioja, localidad que yo recordaba por las incursiones terroristas que allí se producían en los años 80 y sobre las cuales recibía despachos periodísticos, a Pacayzapa, unos 40 kilómetro al sureste de Moyobamba y a la comunidad nativa de Awajún, a 60 kilómetros al oeste de la capital departamental.

Las huellas de la lluvia se veían en los lodazales de tierra roja, se sentía en la humedad de la tierra y el aire y en la brillante pista de la carretera Fernando Belaúnde, de donde había que salirse en frecuentes desvíos porque se trabajaba en la rehabilitación de la vía.

El quebrado puente sobre el río Gera

En cierto momento, Cristóbal nos mostró el puente de Gera sobre el río del mismo nombre, partido por la mitad por una violenta creciente del caudal luego de copiosas lluvias meses atrás.

Cristóbal recordó, a instancias mías, a sus compañeros de trabajo del Comité 1 y de otras empresas de transporte que debieron hacer frente a los peligros que en aquellos momentos significaban las bandas de terroristas que aparecían en cualquier camino y las investigaciones policiales que trataban a todo trance de vincular a inocentes con hechos o elementos subversivos.

“Doy gracias a Dios que me cuidó”, dijo Cristóbal cuando subíamos por la maltratada trocha de Jepelacio, “porque muchos de mis compañeros murieron abaleados por los terroristas o desaparecieron luego de ser detenidos por el ejército o por la policía. Doy gracias a Dios que todo eso acabó y que ahora podamos transitar sin riesgos por estos caminos”.

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miércoles, 13 de mayo de 2009

El centenario Javier de Belaunde

El hombre que se asoma
a la inmortalidad cumple cien
años este lunes 18 de mayo


Veo a Javier de Belaunde, la tarde del 21 de diciembre de 1955, encaramado en una columna de un edificio en construcción de la tercera cuadra de la calle Mercaderes.

Grita su rebeldía contra la dictadura de la junta militar frente a una masa de arequipeños que vienen de la plaza de Armas y en ese Belaunde veo al ciudadano de aquel llamado Parlamento Trágico que la noche del jueves 15 de junio de 1950 se dirigía defendido por una bandera blanca (que era en realidad el mandil de un médico) a parlamentar con el sanguinario comandante Genaro Cardeña, quien había reclamado la presencia de representantes de los rebeldes que habían tomado el local de la Municipalidad de Arequipa en medio de la rebelión popular de aquella fecha.



Veo a Javier de Belaunde entre la ráfaga de metralla que Cardeña ordenó en violación de todos los principios de la guerra, y veo caer a su lado, heridos de muerte a Carlos Bellido, quien portaba la bandera blanca y a Arturo Villegas.

Veo a Javier de Belaunde en el piso de aquella esquina de la plaza de Armas de Arequipa, angustiado junto a Arnoldo Guillén, representante de la Sociedad Agrícola, tratar de auxiliar a los heridos mientras las balas de los soldados de la dictadura silbaban sobre sus cabezas y alrededor de ellos.

Veo a Javier de Belaunde en la Cámara de Diputados y veo, finalmente a don Javier Belaunde el historiador, hace dos años, en uns silla de ruedas, dictar una conferencia sobre Simón Bolívar, en el viejo hemiciclo del Senado de la República, durante la cual hizo gala de su conocimiento del personaje de la historia y ofreció una demostración, a los 98 años de edad, de encontrarse perfectamente lúcido.

Ese hombre que veo en cada párrafo tiene este 18 de mayo de 2009, su cumpleaños número 100, y lo celebrará, como debía ser en el Museo Nacional de Historia, llamado también la Casa de Bolívar, en Pueblo Libre, que será el ambiente donde quienes lo conocemos y tenemos el honor de ser sus amigos, le rendiremos un homenaje.

Conocí a don Javier en circunstancias muy especiales. Recién comenzaba lo que se llama “carrera periodística” en la corresponsalía de La Prensa en Arequipa, cuando el jefe, don Samuel Lozada Tamayo, nos ordenó a quienes estábamos en esa redacción, que fuéramos a cubrir una demostración popular contra el dictador Manuel Odría.




Era diciembre de 1955 y seguí a los manifestantes desde la plaza de Armas, donde fue la concentración fue desalojada y se dirigía al Teatro Municpal, porque las autoridades habían negado permiso para la manifestación, que de todas maneras se iba a realizar, convocada por Pedro Rosello, líder de la Coalición Nacional.

Sobre ese episodio tuve el honor de incluir en mi libro Cuatro días de junio, un artículo en que don Javier recuerda la heroica jornada de junio de 1950, uno de cuyos fragmentos me voy a permitir regalarles:

“La sangre vertida y las vidas segadas tonificaron el espíritu cívico de Arequipa, que se manifestó en otra gran jornada: la del 21 de diciembre de 1955. La protesta callada durante varios años de dictadura, tuvo su expresión en ese gran movimiento que derribó al ministro de Gobierno de entonces.

“Muchos de los que participamos en la Rebelión de 1950, volvimos a tener activa intervención en la protesta popular de 1955, cuando la Coalición Nacional dirigida por don Pedro Roselló, organizó una actuación en Arequipa, que fue impedida por el autoritarismo dominante. La ciudadanía convocada se irguió contra el atropello y congregada en la calle Mercaderes, esperaba la dirección oportuna para ocupar el Teatro Municipal. Un grupo de arequipeños encabezamos la acción. Al arengar al pueblo (también lo hicieron Mario Polar, Cornejo Chávez y Carlos Enrique Ferreyros), desde uno de los pilares en construcción del Banco Internacional, señalé la trascendencia de la hora actual, evoqué el heroísmo que demostró el pueblo arequipeño en la jornada de junio de 1950, cuyos héroes desde la inmortalidad nos alentaban con su ejemplo para enfrentarnos al despotismo y obligarlo a cambiar de rumbo, para terminar con sus arbitrariedades y abrir el camino a la constitucionalidad democrática.


“En conmovedora solidaridad, la ciudad se decidió a la lucha. Después de tres días tensos y cargados de zozobra, se produjo la caída del hombre fuerte del régimen odriísta, el temido ministro de Gobierno, don Alejandro Esparza Zañartu. Con ella, la dictadura quedó herida de muerte. Se abrió paso el retorno a la democracia. Una vez más, Arequipa había triunfado, y con ella el país todo. Así, nuestra ciudad ratificaba su enaltecedor título de “caudillo colectivo del Perú”.

Así escribe don Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio, este hombre centenario que nunca se doblegó ante ninguna dictadura, ni ante los problemas que le dieron sus luchas por la libertad y la democracia y hoy se enseñorea ante la vida frente a la inmortalidad que ya es suya.

lunes, 11 de mayo de 2009

Bloqueo en Tarapoto... ¿y dónde está la policía?



Nativos toman carretera y no
atienden ni los ruegos de
madres con bebés en brazos


Un nativo de mala cara y de enorme talla, armado con una lanza de chonta de dos metros cincuenta, guardaba, junto a otros de menor estatura, la primera barrera de troncos. Una señora con un bebé en brazos, en víspera del Día de la madre, le ruega que la deje pasar porque su hijito se deshidrata y puede morir. No le hacen caso.

Otras mujeres y hombres de edad avanzada hicieron el mismo ruego. No los dejaron pasar, aunque la carretera bloqueada estuviera ardiendo con 37 grados de calor selvático y hubiera kilómetros de vehículos varados.


Un taxi de la empresa San Martín que salió de Moyabamba a las dos de la tarde del viernes 8, nos dejó al reportero gráfico Carlos Torres, al viajero Juanito García Sánchez, residente de Picota y a mí, a un kilómetro aproximadamente, de la primera barrera.

“No puedo ir más adelante”, dijo el conductor y abandonamos el coche, casi junto a la cabeza de una larga fila de ómnibus, camiones y otros vehículos arrimados al carril derecho de la vía.



Bajo ese calor agobiante comenzamos a arrastrar nuestros maletines. Juanito García se nos unió en la aventura, pero no lo reconocí debido a que él había viajado en el asiento del copiloto y durmió la mayor parte del trayecto. Yo estaba detrás de él y nunca le vi la cara durante el viaje.

De pronto, de entre las numerosas personas que deambulaban por la carretera Fernando Belaunde Terry, a unos 15 kilómetros de Tarapoto, un joven nos ofreció su servicio de mototaxi. Lo aceptamos y nos instó a que le diéramos nuestros maletines a lo que nos negamos.

No lo conocíamos y estábamos en medio de una carretera tomada por unos nativos que, al parecer, no sabían explicar lo que querían y solo decían: “El gobierno quiere vender nuestras tierras y no lo vamos a permitir”.

El mototaxista era un joven flaco, de un metro sesenta de estatura aproximadamente calzado con ojotas.

Nos acercamos junto a un numeroso grupo de personas al llamado primer bloqueo, donde estaba aquel nativo alto de cara amenazante. A las cuatro se desprendieron del segundo bloqueo, numerosas personas que, por lo visto, querían viajar a Moyabamba, en sentido contrario al de nosotros.

Cuando nos tocó el turno, luego de esperar que el grupo de enfrente pasara, nos abrieron paso y fue cuando el mototaxista-guía nos dijo "por aquí, por aquí", instándonos a salir de la carretera y atravesar a selva traviesa el tramo que nos faltaba para llegar a su vehículo.




Al principio éramos unas cuarenta personas, pero al ritmo de la marcha del mototaxista, a quien seguíamos de muy cerca, fueron quedando atrás los demás.

El camino fuera de la carretera fue de lo más traumático. Al comienzo caminamos sobre un ramo relativamente seco pero luego llegamos a bordes convertidos en lodazales, a enormes fangales cubiertos por una capa de pasto, donde procurábamos pisar para no hundirnos, atravesamos puentecillos de madera tan estrecha y tan resbaladiza por el fango que lo cubría que no iba a ser raro resbalar y caer en una acequia o en un fangal. 


Felizmente, mis compañeros me ayudaron y me daban la mano cuando lo necesitaba, porque mis zapatos de calle no eran aptos para atravesar el campo convertido en un pantano por la lluvia de 24 horas del día anterior.

Me entraron sospechas sobre la honradez del mototaxista y del viajero Juanito, de quien, repìto, no sabía que había compartido el colectivo con nosotros, cuando entramos en medio de la selva y nos encontramos solo los cuatro. 


Felizmente mis temores eran infundados y salvo el cansancio y mi deshidratación, pudimos llegar al lugar donde había dos camionetas de la policía con agentes que sonreían cuando veían las fatigas de los viajeros, muy lejos de los amenazantes bloqueadores y sus lanzas de chonta.

Supimos que el mototaxista era Leonidas Díaz Salas, de 24 años, con un hijo de un año de edad, solo cuando viajábamos por la carretera vigilada por la policía –recién– y entramos en conversación. Llegamos finalmente a Tarapoto. Juanito se quedó en una clínica donde estaba su hermana hospitalizada y nosotros seguimos hacia un hotel.

¿Y dónde estaba la policía? ¿15 kilómetros atrás? ¿Tenía temor del ataque de los nativos armados con flechas y dejaron que los viajeros se las arreglaran como pudieran? ¿No tenían en cuenta los padecimientos de los viajeros, muchos de los cuales eran madres de familia con hijos pequeños o bebés en los brazos?

Señora ministra de Interior. Recuerde usted sus obligaciones y haga un esfuerzo por mantener el principio de autoridad allí donde hace falta. No esconda a los policías cuando una turba de exaltados se apodera de las carreteras e impone su voluntad a la fuerza en clara infracción a la ley.

¿Será usted tan recta y valiente para poner en vereda a quienes han tomado las últimas carreteras, y denunciarlos ante las autoridades para que, como ocurrió hace un par de años en Huaura, sean sentenciados por un tribunal?

Para su conocimiento y fines, señora ministra, lo que le cuento ocurrió el viernes 8 de este mes a las puertas de Tarapoto.

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lunes, 4 de mayo de 2009

Acabar con los grilletes del celibato

La historia está llena de
sacerdotes casados o que
tomaron una pareja por amor



La historia del cristianismo no señala que los apóstoles debían dedicarse a su misión y dejaran de lado su necesidad de tener una familia y el caso de don Fernando Lugo (foto), presidente del Paraguay no ha sido el primero ni amenaza ser el último.

La historia también nos cuenta que cada vez que en la época en que vivimos, los escándalos por un suceso similar tuvieron su comienzo, su punto culminante y terminaron por quedar relegados al olvido. Un olvido conveniente para muchos que no quisieron afrontar el riesgo de una decisión que sería necesariamente controvertida.

Y el asunto se fue quedando sin que quienes están obligados a hacerlo adoptaran la decisión que más conviene, es decir, liberar a los sacerdotes y monjas de los grilletes medievales del celibato obligatorio.

La historia de Cristianismo y de la Iglesia Católica abunda en sucesos, que al principio no solo fueron tolerados sino normales en la vida de los sacerdotes. Si no, hagamos un repaso de los acontecimientos.

De hecho, señala un informe de Future Church, “Pedro, el primer Papa, y los apóstoles escogidos por Jesús eran en su gran mayoría hombres casados. El Nuevo Testamento sugiere que las mujeres presidían la comida eucarística en la Iglesia primitiva”.

En los siglos II y III, la llamada Edad del Gnosticismo cuando “la luz y el espíritu son buenos, la oscuridad y las cosas materiales son malas”, se proclamó que “una persona no puede estar casada y ser perfecta”, pero “no obstante ello, la mayoría de los sacerdotes eran hombres casados”.

En el siglo IV aún se permitía la ordenación de sacerdotes casados. Por eso el Concilio de Elvira del año 306, España, emitió el Decreto 43, que decía “todo sacerdote que duerma con su esposa la noche antes de dar misa perderá su trabajo”.

Recién en 325, durante el Concilio de Nicea, se decreta que “una vez ordenados, los sacerdotes no pueden casarse”. Ese año también, en el Concilio de Laodicea, se decreta que las mujeres no pueden ser ordenadas, lo que podría sugerir que antes de esta fecha se realizaba la ordenación de mujeres.

En 385, quien sería el Papa Siricio abandona a su esposa para convertirse en Sumo Pontífice. Poco después se decreta que los sacerdotes ya no pueden dormir con sus esposas.

En el año 401 San Agustín escribe: "Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer".

Y más de un siglo después, en el 567, el Concilio de Tours II establece que todo clérigo que sea hallado en la cama con su esposa será excomulgado por un año y reducido al estado laico.

En 580, el Papa Pelagio II adopta la política de no meterse con sacerdotes casados en tanto no pasaran la propiedad de la iglesia a sus esposas o hijos.





Entre los años 590 y 604, el Papa Gregorio, llamado "el Grande" proclama que todo deseo sexual es malo en sí mismo.

Documentos del Siglo VII demuestran que en Francia, “la mayoría de los sacerdotes eran hombres casados”. Y en el Siglo VIII San Bonifacio informa al Papa que en Alemania casi ningún obispo o sacerdote es célibe.

El Concilio de Aix-la-Chapelle, Francia, de 836, admite que “en los conventos y monasterios se han realizado abortos e infanticidio para encubrir las actividades de clérigos que no practican el celibato”.

Por aquellos mismos años, San Ulrico, “un santo obispo, argumenta que basándose en el sentido común y la escritura, la única manera de purificar a la Iglesia de los peores excesos del celibato es permitir a los sacerdotes que se casen”.

Un caso singular se produjo en el siglo XI, en el año 1045, cuando el Papa Bonifacio IX “se dispensa a sí mismo del celibato y renuncia al papado para poder casarse”.

El Papa Gregorio VII dice el año 1074 que toda persona que desea ser ordenada debe hacer primero un voto de celibato: "Los sacerdotes [deben] primero escapar de las garras de sus esposas", precisa.

El Papa Urbano II adopta el año 1095, una medida que fue calificada de cruel: “hace vender a las esposas de los sacerdotes como esclavas y sus hijos son abandonados”.

El año 1123, el Papa Calixto II, durante el Concilio de Letrán I decreta que los matrimonios clericales no son válidos y en 1139, el Papa Inocencio II, con motivo del Concilio de Letrán II confirma el decreto del anterior Concilio.

El Obispo Pelagio, que gobernó la Iglesia en el siglo XIV “se queja de que las mujeres son aún ordenadas y administran confesiones”.

Durante el siglo XV se produce una transición y se comprueba que el 50 por ciento de los sacerdotes son hombres casados y como tales aceptados por la gente.

Más tarde, durante el Concilio de Trento -1545 a 1563- se establece que el celibato y la virginidad son superiores al matrimonio.

La historia resumida del celibato de Future Church recuerda algo más reciente: Una declaración del Papa Juan Pablo II en julio de 1993; "El celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo".

Y todo esto, nos dice que la historia de la Iglesia y la exigencia del celibato sacerdotal no es cosa nueva y ha estado siempre entre los asuntos del catolicismo que han oscilado entre la permisión y la prohibición, que ha motivado escándalos periódicos de alarmante frecuencia.

¿Por qué no ponerse a tono con los tiempos y permitir que hombres y mujeres dedicados al servicio de Dios, puedan conducirse como verdaderos seres humanos con todos los deberes que implica su condición sacerdotal y con las responsabilidades y virtudes que significa el construir y proteger una familia con amor, comprensión, tolerancia, solidaridad y como ejemplo para la comunidad que los rodea?




Foto: Fernando Lugo (Wikipedia)

viernes, 1 de mayo de 2009

Hablemos, Presidente, del celibato sacerdotal



Sacerdotes con pareja
hay y ha habido en
todas partes del mundo


Don Fernando Lugo, presidente del Paraguay, no es el primero ni será el último cura que haya tenido hijos en la clandestinidad. Aquí en el Perú tampoco somos vírgenes de tales acontecimientos, pero por un sentido de prudencia (e hipocresía) los mantenemos en secreto.

Las bromas, fuera y dentro del Paraguay han abundado. En la reciente edición de la revista Caretas el lector Thomas Saldías, cuenta que conoció en Trujillo, a un cura al que sus presuntos hijos le decían tío, asunto sobre el cual el populorum inventó una rima que decía: “No es lo lo mismo zapatilla que zapa tu tía”. Saldías pone su cuota personal: “Ahora, con respecto al ex obispo Lugo, podríamos decir que no es lo mismo cucarachero que un cura cach…” Pide disculpas por la grosería.

Los periódicos y la blogósfera nos han traído en las últimas semanas abundante material sobre el presidente paraguayo, en serio y en broma.

Pero fuera las bromas. El celibato eclesiástico es una cosa seria, tan seria que por no practicarlo, fueron expulsados de la Iglesia, numerosos sacerdotes que decidieron colgar los hábitos luego de decidirse solos contra el mundo, vivir su propia vida en pareja.

Fue un presunto pariente de la familia Podestá, Monseñor Jerónimo Podestá, “el primer obispo en el mundo que reconoció haber estado enamorado”, refiere un artículo difundido por El Argentino.com (1 de mayo de 2009) bajo la firma de Diego Rojas y Bruno Lázaro. Los periodistas añaden que don Jerónimo Podestá “Durante los sesenta fue una de las cabezas del ala progresista de la Iglesia y a su diócesis de Avellaneda comenzaron a llegar curas obreros y futuros dirigentes del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo”.

Prosiguen: “En 1966 conoció a Clelia Luro, madre de seis hijas fruto de su matrimonio con un sobrino del hacendado Robustiano Patrón Costas. Pronto, se incorporó al obispado como secretaria y se volvieron inseparables. En 1967 –el mismo año en que Pablo VI promulgó su encíclica sobre el asunto– decidieron vivir juntos como pareja y, cuando el caso salió a la luz, intentó explicarle personalmente la situación al papa Pablo VI, pero no lo logró, ya que el Pontífice no aceptó recibir también a Clelia. Podestá fue suspendido en el ejercicio sacerdotal y debió renunciar a la diócesis. En 1974, amenazado por la Triple A, marchó al exilio junto a su pareja. Fue el presidente de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados y sus Esposas hasta su muerte en el año 2000”.

Los primeros párrafos del artículo de El Argentino.com son muy significativos:




“Por primera vez, un grupo de sacerdotes argentinos se pronuncia. Son curas católicos que se animan a reclamar el derecho a formar familia. El caso Lugo destapó la polémica: ¿servir a Dios es incompatible con la sexualidad?

“Son tiempos de deliberación y debate en el interior de la Iglesia Católica. Tiempos en los que surgen dudas y se hacen evidentes los esfuerzos para brindar respuestas, tiempos en los que toda reunión en la que se encuentran sacerdotes, monjas y laicos gira alrededor de una pregunta: ¿debe mantenerse vigente el celibato obligatorio si se desea servir a Dios? El clima de discusión se abrió cuando salió a la luz un hecho inquietante: el presidente paraguayo Fernando Lugo –obispo que fue dispensado de la tarea eclesiástica para asumir el cargo de primer mandatario– reconoció a un niño de dos años como su propio hijo. Dos mujeres más afirman que fueron embarazadas por él cuando todavía ejercía el sacerdocio. La sospecha acerca del incumplimiento de una regla que muchos consideran obsoleta se puso sobre el tapete. Y la necesidad de permitir un ejercicio natural de la sexualidad en el clero volvió a ser discutida. Son temas que siempre regresan. Pero por primera vez un grupo de sacerdotes argentinos decidió expresar de manera abierta el reclamo para que el celibato sea una opción y no un mandato, para que los curas que así lo deseen puedan casarse, formar familias y tener hijos, y que esto no sea un impedimento para ejercer su vocación. Son los religiosos que decidieron poner la cara, sus nombres y sus apellidos para abrir un debate que involucra a una porción mayoritaria de la sociedad y que pueblan con sus testimonios esta nota.

“¿Qué mejor prueba de que estamos a favor del celibato optativo que un cura embarazado?”, bromea Eduardo de la Serna mientras acaricia sonriente la panza de Luis Farinello, que no se amilana y sugiere el uso del photoshop para disimularla y provoca la risa de sus colegas en la fe. Cinco sacerdotes de los tantos que promueven la aprobación del celibato voluntario se reunieron con Veintitrés para expresar un punto de vista que levanta polémica. “Jesús no mencionó al celibato y de hecho entre sus doce apóstoles había solteros y casados. Pedro, sobre quien se erigió la Iglesia, tenía esposa –afirma Farinello–. El celibato es un don, un carisma, nadie puede estar en contra de una consagración tan formidable. Pero creo que debería ser optativo para los sacerdotes que quieran formar familia.”

“De la Serna coincide: “Sostengo esta posición porque creo que el celibato es una cosa muy buena. Es un signo, pero si no significa algo, pierde su función. Y para que signifique, no debe ser impuesto. El problema radica en que, para la Iglesia, el sexo sigue siendo casi una mala palabra”. Para Daniel Echeverría “la sexualidad es una realidad en la que se ejerce control y dominio. La Iglesia no está exenta de estas formas de manipulación. El celibato obligatorio puede ser instrumento de control de las personas”.

“La seriedad con la que estos presbíteros dan cuenta de sus posiciones es la contracara del boom mediático que inició el caso Lugo. La tendencia al cuestionamiento al celibato que se incuba tanto en el clero como entre la feligresía católica ocupó los escaparates de la prensa del corazón, los programas de chimentos y la burla fácil, aunque efectiva. “Lugo tiene corazón, pero no usó el condón”, repite el estribillo de un hit cumbiero y ya aparecieron remeras con leyendas como “No soy hijo de Lugo” o “Hijos míos: Lugo”. Pero la cuestión es mucho más dramática. A lo largo del tiempo el problema del ejercicio de la sexualidad decidió el destino de muchas personas y también el de su Iglesia.

“Cuando un cura se enamora se produce un vacío muy grande”, dice Farinello. “Yo me enamoré a los treinta años y sé que no es fácil cumplir con esa fidelidad que impone la Iglesia. Conozco el caso de un cura que, para alejarse del amor que sentía por una mujer, empezó a tomar, movido por una angustia muy grande. Y continúa haciéndolo”. La experiencia del amor, una de las formas en que se manifiesta el sentido de la humanidad, es una posibilidad que pocas personas no atraviesan jamás.

“Todos hemos pasado por situaciones de enamoramiento, es normal”, anota Aníbal Filippini, “y esa situación se percibe como una privación tal como mucha gente que vive en la calle y que no tiene acceso a un montón de cosas”.

“Cuando sucede algo así, te planteás con lágrimas en los ojos cuál es la decisión que vas a tomar al respecto”, agrega Ignacio Blanco.

“Todos alguna vez estuvimos enamorados y es muy difícil de llevar. El celibato es un sacrificio muy grande”, sostiene Rodolfo Taboada.

“A todos nos pasó, yo pude resolverlo hablando sobre esto con otros compañeros. Nunca fui más allá del enamoramiento”, cuenta Félix Gibbs.

El caso peruano

El Perú no es ajeno a estas vicisitudes y me viene a la memoria el sonado caso, en la década de los 60s cuando el sacerdote de la orden de Maryknoll, Daniel McLelland, decidió colgar los hábitos y casarse. Por supuesto, eso le costó su expulsión de la iglesia.

Cuando lo conocí, McLelland era un respetado sacerdote que hacía siempre gala de buen humor y de su destreza para contar chistes, lo cual lo convertía en un hombre muy simpático. Había trabajado con su orden en decenas de obras sociales en Puno donde se ganó el respeto y el cariño de la comunidad. Fue en Lima, en aquellos años, cuando decidió tomar la decisión que cambió su vida.

Hay, sin embargo, decenas de otros casos, de los cuales se habla a sotto vocce, porque no es muy edificante hablar de los pecados (si lo son) de los curas y del fruto de ellos, a quienes se les dice despectivamente “hijos de cura”.

El caso del mandatario del Paraguay debe servir para levantar el gran debate que creo ya se inició, sobre el celibato eclesiástico que intenta castrar a hombres de buena fe, que podrían vivir una vida ejemplar como lo hacen los sacerdotes o pastores de otras religiones que llevan una vida familiar normal.







(Foto de El Argentino.com)