nuestro Museo de la Memoria
Ahora sí, parece que una visita “privada” de Mario Vargas Llosa al presidente Alan García, fue la gota que horadó la piedra y el hombre del palacio dio su venia –puede haber sido de mala gana pero fue– para que lo que será el Museo de la Memoria, sea una realidad.
Tendrá que ahogarse en su propia saliva, el ministro de Defensa, Ántero Florez-Aráoz, quien dijo muy suelto de grasa, que “en un país con tantas necesidades de carreteras, hospitales, colegios, esos dos millones de dólares (que el gobierno de Alemania ofreció para el museo) él los utilizaría en cosas mucho más importantes que construir un museo, que era mejor que los pobres comieran en lugar de tener un museo”, en un tardío remedo odriesco de “la democracia no se come”, ¿se acuerdan?
Se expuso a que en un artículo publicado en el diario El País de España, Vargas Llosa dijera de él: “El autor de esta teoría –que el Perú no necesita museos mientras sea pobre y con carencias sociales– es el señor Ántero Flores Aráoz, ministro de Defensa del Gobierno peruano. No se trata de un gorila lleno de entorchados y sesos de aserrín, sino de un abogado que, como profesional y político, ha hecho una distinguida carrera en el Partido Popular Cristiano, del que se separó hace algún tiempo para representar al Perú como embajador ante la OEA (Organización de Estados Americanos). ¿Qué puede inducir a un hombre que no es tonto a decir tonterías? Dos cosas, profundamente arraigadas en la clase política peruana y latinoamericana: la intolerancia y la incultura”.
El gato estaba en la hora del burro cuando dijo lo que no debió decir.
También es una lavada de cráneo si es que hay, para el congresista Edgar Núñez, quien se aventó con todo a decir que nosotros debíamos mandarle plata a Alemania para que hiciera museos en que recordara al holocausto.
Edgar Núñez –cogido anoche en gravísimo pecado filial por el programa Cuarto Poder al negarse a reconocer a las hijas que tiene en Pisco- desconoce que Alemania tiene museos en todo su territorio sobre infinidad de temas como el arte y la historia, pero también y sobre aquellos que causan vergüenza y dolor, porque fueron escenario de atrocidades, como Buchenwald donde los nazis asesinaron a unas 56 mil seres humanos, de ellos, 11 mil judíos.
Otro museo de sitio que recuerda las atrocidades nazis es Dachau, del que les conté algo el 1 de este mes que se acaba.
En Berlín, si queremos saber más de museos para existe créanlo o no el Museo Judío que fue creado en la década del 30 del siglo pasado y que, como tenía que ocurrir, cerró cuando Hitler subió al poder. En 1971 la comunidad judía decidió reabrirlo, lo que se logró finalmente en 1999.
Y por supuesto, no hay que olvidar que lo que queda del Muro de Berlín, también es un museo de sitio. A propósito, este año se evocan los 20 años de la caída del muro, Berlín, lo que ha originado una verdadera y unánime corriente para recordarlo. Numerosos museos alemanes han programado exposiciones gráficas y conferencias para recordar la división de Alemania, la posterior reunificación y las transformaciones políticas ocurridas en ese periodo de su historia.
Porque para eso sirven los museos. Para recordar lo bueno y lo malo de nuestros actos y nuestro pasado y que nos sirva de lección para el futuro.
¡Y tenemos tanto que recordar y aprender de aquel pasado tan cercano que hasta hoy nos muerde al descubrirse nuevas fosas, o al morir un Edmundo Camana con su ojo parchado después de salvarse de una agresión senderista!
En fin… Nos hacen falta museos, muchos más de los que podemos construir, y menos mal que surgen voces y decisiones como las de Salvador Heresi para ofrecer un lugar, un trozo de tierra donde levantar aquel Museo de la Memoria, del cual no quieren acordarse los que tienen mucho que olvidar…