Cómo los
usaron para
eliminar
a los díscolos
en la
Segunda Guerra
"¿Ya
hicieron el proceso para el segundo piso? Yo ordené que todo esto lo arreglen,
¿en qué va?”, dijo el ministro. Ante la falta de una respuesta clara, reaccionó:
“¡Carajo, lo que yo quiero saber es cómo va! Acá yo he ordenado que esto se
arregle, cuál es el problema. Si esto en dos o tres semanas no está
arreglado y usted no me da cuenta, lo envío al Vraem”.
Dijo que hubo un "malentendido" |
Palabras
del ministro del Interior, Daniel Urresti, que se escucharon en todos los
rincones del país, proclamadas en un acto público ante personas que -¡colmo de
los colmos!- lo aplaudieron.
Se
vienen al recuerdo los llamados “batallones de castigo”, de moda durante la
Segunda Guerra Mundial y que, en realidad, eran los condenados a muerte por sus
jefes.
Por un
lado, los comisarios soviéticos que vestían con uniforme oscuro a determinados efectivos del ejército, para
que sirvieran de señuelo entre cientos
de tropas de blanco que se mimetizaban en la nieve.
Condenados a morir en la Segunda Guerra |
Los
batallones de castigo se formaban con elementos sospechosos de cobardía,
indisciplinados o con soldados y oficiales que no se distinguían por su
fidelidad absoluta al régimen que imperaba.
En el
otro lado de la contienda, se encontraban los oficiales nazis que amenazaban
con enviar al frente ruso, a quienes no creyeran absolutamente en el triunfo de
la Alemania nazi, cuando todos sabían que la debacle era cuestión de meses o
semanas.
En
ambos casos, los batallones de castigo estaban destinados a morir.
El
ministro Urresti acaba de amenazar con enviar al Vraem a quienes no cumplan sus
disposiciones sin dudas ni murmuraciones. Como si el Vraem fuera el infierno al
que se debe enviar a los díscolos y a quienes demoran en construir un segundo
piso en la comisaría de Andahuaylas.
Peruanos en el Vraem cumplen su deber |
El
efecto en la opinión pública es, por decir lo menos, desconsolador y
frustrante. Las tropas que luchan contra los narcoterroristas en el Vraem no
están allí cumpliendo un castigo. Están allí para porque han escogido una
carrera que los obliga su deber de defender al país en peligro debido a la
presencia de una horda de delincuentes.
Se
impone una disculpa pública por ese carajo ante las cámaras y a los subalternos
a quienes insultó en tan mala forma, y no tratar de convencernos de que fue “un
malentendido”.
Como se
ve, es difícil creer que el buen sentido supere a la soberbia. Pero es evidente
que los puntos ganados por las tareas policiales dirigidas por el ministro, van
a sufrir un frenazo si persiste ese trato con sus subalternos.