martes, 12 de marzo de 2013

Ante obras de gloria y condenación

Los cardenales votarán
en la Capilla Sixtina que
decoró Miguel Ángel


Como el Vaticano está lleno en todas sus dependencias, de valiosas obras de arte, la Capilla Sixtina quizá no sea el más solemne ni sagrado, pero sí el que contiene profusión de pinturas de Miguel Ángel Buonarotti, el genio del Renacimiento, quien la decoró con imágenes que van desde la comunicación de Dios con el hombre en la Creación, hasta el castigo en que los pecadores no tienen perdón y son echados al fondo del infierno.

El fresco de Miguel Ángel en la boveda

En ese ambiente, que llama a la admiración y al recogimiento, se han colocado dos estufas donde serán incineradas las papeleras de votación, de una de las cuales –en una precaución que se toma por primera vez en muchos siglos– saldrá el humo negro de los papeles humedecidos y de la otra el humo blanco que hará exclamar a la humanidad una, vez más, “papa habemus”.
Hace diez años –y no creo que haya sufrido ningún cambio, salvo la colocación de asientos y las estufas referidas– la Capilla Sixtina tenía una sola y estrecha vía de ingreso para los visitantes.

Fabuloso escenario de una elección

Hay que recordar que en 1377, el papado –que se había establecido en Aviñón– retornó a Roma, y la ciudad y la basílica, cuya historia van juntas, recobraron su antiguo brillo. En los años setenta del siglo XV, fueron llamados los artistas más famosos de ese tiempo, Miguel Ángel y Rafael, para decorar los aposentos de los pontífices.
El papa Sixto XV dispuso también la construcción de la Capilla Sixtina, nombrada así en su homenaje, el ambiente donde más obras de arte pueden encontrarse juntas en el mundo entero.
No es tan sencillo llegar a la Capilla Sixtina. Antes hay que pasar, según el programa para visitantes, por un vestíbulo de Belvedere, luego por la llamada Galería de las estatuas que luce en el centro una bañera griega de mármol, a continuación por la Galería de los Bustos, con imágenes de emperadores romanos, el Aposento de las Máscaras en la que destaca la Venus de Cnidia, copia romana de una obra griega, la Sala de las Musas, donde también, para variar, hay copias romanas de musas y poetas griegos y la Sala Redonda, donde brilla por su fuerza expresiva un Hércules de bronce.

Galería de las estatuas en el camino a la Sixtina

Más adelante está el Museo Etrusco con profusión de jarrones de la Etruria meridional, la Sala de la Biga donde se yergue la famosa estatua del Discóbolo, copiada asimismo, de su original griego, la extensa Galería de los Candelabros, cuya bóveda cubierta por hermosas pinturas anuncia lo que vendrá en la Sixtina.
Hay que recorrer también la Galería de los Tapices, la extensa Galería de los Mapas, y las estancias de Rafael, consistentes en grandes pinturas de escenas de la antigüedad.
El plato de fondo es la Capilla Sixtina. Entramos a ella con mi hija Beatriz, mi guía en ese viaje, a través de una pequeña puerta y no se puede reprimir una expresión de asombro ante la grandiosidad de las pinturas en paredes y techo, iluminadas aún por la luz del sol de la tarde que penetra por ocho amplias ventanas situadas en el tercer nivel de las paredes.

Habilitada para la elección papal

Su nombre proviene del papa que encargó su construcción, Sixto IV, que ocupa el mismo lugar de la Capilla Magna, destinada a las reuniones de la corte pontifical y que en sus comienzos estuvo fortificada ante el riesgo de ataques, por un lado de los Médici de Florencia con los cuales el papado estaba en constante conflicto, y por el otro el temor a los turcos de Mahoma II que incursionaban en aquellos tiempos por la costa oriental de la península.
Nos detuvimos un instante junto al altar que ocupa la parte anterior para dar una mirada panorámica sobre el conjunto, luego avanzamos por la plataforma y bajamos tres escalones y nos ubicamos en el centro para mirarlo todo. Luego, cuando hubo cómo hacerlo, tomamos asiento en una de las dos largas bancas adosadas a las paredes laterales. Nos ubicamos primero a la derecha para observar con minuciosidad el muro que teníamos frente a nosotros.

Preparados para elegir al monarca da la iglesia

Después de una interminable contemplación, nos trasladamos al otro lado para tener una nueva visión de las pinturas y no perdernos nada. Pero lo que nos deparó una emoción más intensa fue la contemplación del techo que dividido en nueve grandes secciones, nos mostraba escenas bíblicas.
Nos impresionó especialmente el cuadro la Creación de Adán, de Miguel Ángel, que ha inspirado en nuestro tiempo decenas de obras desde el cine hasta pinturas e iconografia de la más diversa. Allí, el Creador alarga su brazo para tocar con su dedo el que Adán también le extiende, para comunicar al hombre el soplo de su espíritu que lo haría a su imagen y semejanza.
Ahí también está el pecado original y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, la Rebelión de los ángeles y la ira del Señor, el Diluvio Universal y el impresionante Juicio Final, también encargado a Miguel Ángel Buonarotti, quien ocupó la pared del fondo para ilustrarla con terribles escenas el castigo a los pecadores que son empujados al infierno por el siniestro barquero Caronte, y la bienaventuranza de los elegidos, ante el Jesucristo justiciero acompañado por su madre, a quienes rodean algunos santos, entre ellos Santa Catalina.

Juicio Final, castigo a los pecadores
Las paredes laterales también están llenas de pinturas. La de la derecha contiene el Sermón de la Montaña de Cosimo Rosselli, la Vocación de los primeros apóstoles, de Ghirlandaio y la pared izquierda Los hechos de Moisés, de Botticelli y el Viaje de Moisés a Egipto de Perugino.

Entre todas estas grandiosas obras, la contemplación de simples mortales como nosotros, era inagotable e incansable. No nos cansábamos de admirar las pinturas intermedias, como la Sibila de Libia y la Sibila de Delfos, de Miguel Ángel, y a los profetas y los santos en sus características ocupaciones.
Nada más extraordinario entre todos los museos visitados antes y después. Algunos nos dieron una imagen del camino que el hombre ha recorrido en su afán de bienestar, de conquista, de bondad y de solidaridad, pero la Capilla Sixtina nos regaló la imagen sublime de lo divino en mil formas que van desde la ternura de los trazos de una Virgen hasta el castigo inmisericorde donde la justicia se hace patente y real, ante la desesperación ya sin esperanza de los condenados.
En ese ambiente el futuro monarca de la iglesia será elegido y es de desear que las grandes pinturas de imágenes sagradas inspiren a los electores a votar por el mejor, por un papa que extirpe la corrupción y los manejos que han convertido el templo en una cueva de ladrones, y que, en concordancia con el tiempo que vivimos, sepa atender las necesidades humanas y tienda como el Creador en la pintura de Miguel Ángel, una mano de paz y de justicia que reconcilie a la iglesia con quienes se han apartado ante los pecados de quienes debieran ser sus guías.


Luis Eduardo Podestá

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