martes, 2 de mayo de 2017

Cura pedófilo protegido por el Vaticano

Condenado a 15 años vive con
lujos en cárcel argentina, viste
sotana y la iglesia no lo expulsa

El sacerdote argentino Julio Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores y amenazas a tres internos de la Fundación Felices los Niños, de Argentina, cuenta con el favor del Vaticano y cuantas cartas han sido dirigidas por las víctimas al mismo papa Francisco, no han sido respondidas.

Condenado no se quita la sotana
El gobierno de Carlos Menem y personas acaudaladas de Argentina contribuyeron a la fundación dirigida por Grassi, que llegó a juntar a 6 300 niños de la calle, porque entonces “eran tiempos duros de ajuste en los que era frecuente ver a niños sin hogar en Buenos Aires”, informó el diario El País de España.

Añade que “en 2002 llegó el escándalo. El país se paralizó para ver un programa de investigación en televisión, Telenoche, en el que tres de esos niños desvalidos, de entre 14 y 16 años, que dependían de Grassi para todo, contaban los abusos sexuales a los que les sometía. Argentina enmudeció”.

Grassi, de 52 años fue acusado por un fiscal de “17 hechos de abuso, corrupción de menores y amenazas a tres internos de un hogar de la Fundación Felices Los Niños, que el cura había fundado”.

El tribunal lo declaró culpable de dos de esos hechos, “cometidos en 1996 contra un joven, lo absolvió de los otros 15 y le permitió que permanezca libre hasta que su sentencia quede en firme”, dijo El País.

Suprema sentencia: 15 años

Por su lado, el portal Infobae informó de que con la sentencia de la Corte Suprema “quedó firme la sentencia dictada por el Tribunal en lo Criminal N° 1 de Morón, que había condenado a Grassi a 15 años de prisión por abuso sexual de menores, con el agravante de que era sacerdote y encargado de la educación y guarda de las víctimas”.

La Suprema confirma la pena
Infobae precisa, asimismo, que “el fallo tiene la firma de los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Juan Maqueda, Horacio Rosati y Carlos Rosenkrantz, esto es, decisión unánime del Tribunal”.

“En una resolución de una carilla, el alto tribunal desestimó tanto los recursos presentados por la defensa como los presentados por la querella, pues los acusadores venían solicitando que la imputación por abuso sexual también comprenda a otros casos”, añadió el portal.

El periodista de El País, Carlos E. Cué, refiere que Miriam Lewin, la periodista argentina que “destapó el escándalo en 2002”, fue en noviembre de 2015 al Vaticano para hablar con el papa Francisco “para pedirle que tenga un gesto con las víctimas”.

Lewin refirió: “(Francisco) Me escuchó y pensé que lo haría, pero nunca les llamó. Su discurso contra la pedofilia es muy duro, pero debería reflejarse en hechos concretos en este caso. Las víctimas necesitan una reparación, un pedido de disculpas”.

Su palabra debiera reflejarse en hechos concretos
Continuó: “No se entiende cómo Grassi puede seguir siendo cura. Francisco sabe que las heridas en los niños son muy difíciles de reparar, ellos dependían para todo de Grassi, no tenían familia”.

El papa debe hacer un gesto importante

“Ahora algunas víctimas [de otros casos, como la irlandesa Marie Collins y el británico Peter Saunders] han abandonado la comisión del Vaticano para la protección de los menores. El Papa tiene que hacer un gesto importante”, insistió Miriam Lewin.

El periodista de El País escribe que “muchos en Argentina creen que el Pontífice apoyó tácitamente a Grassi porque no lo creía culpable”.

“De hecho”, apunta, “Bergoglio encargó y pagó al jurista Mario Sancinetti un trabajo de 2.600 páginas, Estudios sobre el ‘caso Grassi’, en el que se concluía que el cura era inocente”.

“Los abogados de las víctimas lo entendieron como un mecanismo de presión a la justicia. Todavía en 2013, cuando entró en la cárcel, cuatro años después de la primera condena, el obispado de Morón le defendía: “Se desprenden dudas acerca de su culpabilidad”, señaló un comunicado oficial, dice Carlos Cué.

“El nivel de pruebas en el juicio fue altísimo, se comprobaron aspectos del órgano sexual del sacerdote que conocían las víctimas. Ganamos el juicio contra uno de los hombres más poderosos de Argentina. Era como un poder propio dentro de la Iglesia”, dijo Juan Pablo Gallego, abogado de las víctimas.

Lo defendieron 26 abogados de los más caros
A su favor, el cura Grassi “tuvo 26 abogados defensores, los mejores del país, los más caros, algo nunca visto. Fue David contra Goliat, y ganamos porque era culpable”, asegura Gallego.

“Lo cierto es que, con presiones o sin ellas, la justicia argentina ha sentenciado definitivamente que Grassi abusó de esos niños”, informó El País.

“Y ahora todas las miradas apuntan al Vaticano, y a Francisco, que ha sido tajante en otros casos internacionales pero tiene un desafío enorme en su propia casa”, subraya el diario, “un país del que sigue muy pendiente pero que, sin embargo, ha decidido no visitar de momento, inquieto por las pasiones, a favor y en contra, que desatan todos sus movimientos”.

El recluso de lujo

El País describe a continuación lo que destapó el programa de Jorge Lanata, Periodismo para todos en 2014, a través del cual se difundió que “el padre Julio Grassi mostró su poder y sus contactos incluso después de ser encarcelado”.

Tiene privilegios muy especiales

El programa “mostró imágenes de la privilegiada vida del religioso en la cárcel, siempre vestido de cura. Los contactos —y el dinero— de Grassi le habían permitido tener su propia oficina con ordenador con Internet, una cama y baño privado. Estaba cerca de las cocinas de la prisión de Campana, a unos 80 kilómetros de Buenos Aires”, cuenta El País.

Agrega: “Tenía tres teléfonos móviles, algo totalmente prohibido, con los que seguía dirigiendo la Fundación Felices los Niños, que de los 6 400 menores de las épocas de esplendor pasó a acoger a unos 50 en situación especialmente delicada, huérfanos o protegidos por casos de violencia familiar”.

“Además, en su celda había televisión y nevera, algo impensable en las cárceles argentinas. Pero lo que más escándalo generó es que Grassi desviaba a la cárcel en la que está encerrado parte de las donaciones que se hacían a la fundación”, dijo el diario.

Informó luego que Grassi “repartía esa comida entre presos y funcionarios de prisiones, y con eso lograba los evidentes privilegios que tenía en la prisión. El escándalo fue de tal calibre que fue destituido el director de la prisión. El poder de Julio Grassi parece infinito”.

(Imágenes de Infobae, La República, Agencia Télam, El País y diario Veloz)

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