martes, 29 de septiembre de 2015

“La palabra del chivo” será una fiesta

Periodista Humberto Castillo
presenta libro de memorias
y crónicas de más de 60 años

Nota del editor – Cedo la palabra a mi colega José Luis Vargas Sifuentes quien escribe  sobre un periodista ícono del oficio, Humberto Castillo Anselmi, reportero, a quien nunca tentaron los halagos de jefaturas con que repetidas veces, intentaron premiar su experiencia y su conocimiento. Él prefirió mantenerse como el reportero, el periodista de calle, que sale de la redacción luego de ver su cuadro de comisiones y regresa con la libreta de notas y la memoria llenas de una especial visión de las cosas, que otros colegas, que cubrieron la misma información, no pudieron percibir. Se necesitaba –y Humberto la tiene y la tenía– una sensibilidad afinada para ver más allá de la simple observación superficial de las cosas que le tocaban como misión periodística. Con estas breves frases rindo mi homenaje al colega extraordinario que es Humberto, quien presenta esta noche su libro “La palabra del chivo”. Es su palabra, porque su apodo aceptado por él y repetido por varias generaciones de periodistas, no le hace mella y, más bien, es una suerte de reconocimiento de quienes lo conocen o han leído sus crónicas. Dejemos a Vargas Sifuentes, que lo conoce muchísimo más, entregarnos la semblanza del “Chivo” Castillo, nuestro colega. (Luis Eduardo Podestá).   

 
José Luis Vargas Sifuentes
Por José Luis Vargas Sifuentes

Han transcurrido varias décadas desde que conociéramos a nuestro colega Humberto Castillo Anselmi, “Chivo” para todo el mundo y, al reencontrarnos con él en las reuniones del Club de Periodistas del Perú, lo reconocemos con la misma modestia y sencillez de las que hacía gala cuando compartíamos aventuras en La Prensa, Correo, La Crónica y La República.

Esa modestia y esa humildad, proverbiales en él, hizo que nos sorprendiéramos hace algunos años cuando lo vimos en la televisión recibiendo un premio de manos del entonces presidente Alejandro Toledo por el ‘Día del Periodista’ el 1 de octubre de un año que escapa a mi memoria.

Es que Castillo Anselmi no es persona a quien le guste ser el centro de atención, ser él ‘la noticia’, y prefiere siempre guardar perfil bajo como si su labor de reportero fuese algo natural, como la de una planta cualquiera dar flores y frutos, y no merecer premio ni reconocimiento alguno por ello. Al extremo que es posible que lo incomode que lo recordemos en esta breve nota. Espero que sepa disculpar mi irreverencia.

Humberto "Chivo" Castillo con Justo Linares
Cuando lo conocí en la redacción de la ‘Edición Suburbana’ de La Prensa, a mediados de 1967, me dijeron que solo le dijera “Chivo”, y como muchos, pensé erradamente que su apelativo hacía honor a su cabellera cana, intensamente blanca, a pesar de su, entonces, joven edad para lucir una testa propia de un anciano.

Sucede, lo supe después, que él había nacido en el distrito de Cascas, provincia de Sánchez Carrión, departamento de La Libertad, el 21 de diciembre de 1931.
Ocurre que cerca de Trujillo, existe un pueblo llamado Usquil, en la provincia de Otuzco, conocido como ‘la tierra de los chivos’, porque sus pobladores –quizás por un fenómeno de origen genético– tienen, desde que nacen y sin excepción, la cabellera blanca (no cana).

Nadie sabe quién divulgó la noticia de que su padre había nacido en Usquil, y por lo tanto le correspondía el alias. El apelativo, ora cariñoso, ora despectivo, le fue aplicado cuando ingresó a trabajar en el diario La Industria de Trujillo, allá por 1955, y luego como corresponsal de La Prensa, hasta 1958.

Tres Plumas de Plata: Humberto, Roberto Salinas y Justo Linares
Ya en Lima, el sobrenombre se extendió rápidamente, sobre todo tratándose de su persona, que destacaba como reportero, porque describía con particular exactitud, y sin tomar apuntes de nada, lo que veía y oía en cada misión.

Era, es, su particularidad, no usar lápiz o lapicero ni libreta de apuntes –y la mayoría de veces, sin portar carné ni documentos de identidad– y apelar a su prodigiosa memoria visual y auditiva para describir hechos y situaciones, y citar frases textuales, jamás rectificadas ni aclaradas; cosa muy difícil de practicar por los colegas de hoy, rodeados de grabadoras, cámaras virtuales y páginas web.

Esa memoria prodigiosa le permitía, por citar un ejemplo, retener mentalmente las extensas conferencias de prensa del general Juan Velasco Alvarado, anotando apenas algunas cifras en cualquier boleto de microbús –con lapicero ‘prestado’ a la fuerza del colega de al lado–, y escribirlas con más exactitud, detalles personales incluidos, que las difundidas, con el sello sic, por el Sistema Nacional de Informaciones (SINADI).

Por lo mismo, de nada valió a los enviados del general Eduardo Segura, jefe del SINADI, robarle sus apuntes y anotaciones en el hotel donde se hospedaba, para evitar su informe sobre los traspiés de la reforma agraria en Ayacucho y su casual encuentro con el después líder senderista Julio César Mezzich. Todo lo conservaba en su memoria.

¿Qué político no ha pasado por el cuestionamiento del Chivo Castillo, quién no ha tenido la oportunidad –me tienta decir el privilegio– de haber sido entrevistado por este periodista, quizás el último de una generación de reporteros en vías de extinción?

Su pluma clara, directa, sin adornos, brilló, sucesivamente, en los diarios Correo, La Crónica, Ojo (aquí, clandestinamente, pues él estaba censurado por el gobierno de Morales Bermúdez), Diario de Marka, El Sol y La República.

Humberto junto a colegas Pluma de Plata
Recuerdo ahora aquellas simples palabras con que el “Chivo” graficó la ausencia de Haya de la Torre en el entierro del Cachorro Manuel Seoane, el 23 de septiembre de 1963: “En el sepelio faltó un pañuelo blanco”.

Fue, además, entre miles de anécdotas que este espacio impide recordar, el único periodista del mundo que presenció el protocolar apretón de manos que se dieron los ‘archienemigos’ Edward Kennedy y Ernesto Ché Guevara, al encontrarse casualmente en un hotel de Río de Janeiro, en 1961.

El “Chivo” formaba parte de la comitiva presidencial de Manuel Prado, en su gira a Brasil, invitado por Janio Quadros.

Su renuencia a usar terno y corbata, actitud considerada también proverbial, está perennizada en aquella foto en la que aparecen el Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, y el presidente Alan García, descendiendo las escalinatas del Patio de Honor de Palacio de Gobierno, bien elegantes ambos, y a un lado, el “Chivo” Castillo, al natural, con la camisa remangada y desabotonada.

Es también proverbial su negativa a ocupar jefatura o dirigir una oficina pública, pese a tentadoras ofertas y provocativos ofrecimientos, de los cuales hemos sido testigos de excepción varios colegas. Reportero innato, le gusta recorrer calles, ser testigo de lo que ocurre a su alrededor, tirar siempre p’al monte, y no renunciar a su libertad.

Humberto “Chivo” Castillo es también ejemplo de periodista autodidacta; amigo y maestro, a quien el periodismo mucho le debe aunque él se resista a pasar factura.

Sus crónicas, entrevistas y reportajes han sentado cátedra en el periodismo peruano. Tanto así que la descripción que hizo del presidente francés Charles de Gaulle cuando su visita a Lima, el 26 de septiembre de 1964, es considerada, a pesar del tiempo transcurrido, como un ejemplo de reportaje para los estudiantes de hoy.

En dicha oportunidad, el “Chivo” concluía su artículo con la frase: “De Gaulle parece haber sido creado para personificar a Francia”.

Yo concluyo mi homenaje a este reportero por antonomasia, parafraseándolo: El “Chivo” Castillo parece haber sido creado para personificar al periodismo reporteril. (José Luis Vargas Sifuentes).


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