La base de la subasta en Montecarlo
fue 50 mil francos y grandes magnates
compraron trozos en calidad de reliquias
Después de la caída del Muro de Berlín, hubo varias opciones para
qué hacer con los restos y fueron los llamados “pájaros carpinteros”, quienes
atacaron la pared con cinceles y martillos, y extrajeron gran cantidad de
pedazos pequeño, pero a una empresa denominada Lelé Berlín Wall Verkaufs GMBH
se le ocurrió organizar una subasta por todo lo alto. Y algo extraño... el odiado muro comenzaba a comprarse como reliquia.
Entraron a la subasta bloques del Muro |
Casi de
inmediato, los despojos del Muro comenzaron a repartirse dos meses después de
su caída el 9 de noviembre de 1989, y en enero de 1990 ya estaban en
circulación por el mundo, a través delos turistas que no se perdían una visita a
la zona aún en pie o mediante comercializadores que los presentaban en cajitas
de vidrio o de madera. Cuestión de imaginación y buen gusto.
La competencia más seria, sin duda, fue la subasta convocada por Lelé
Berlín Wall Verkaufs GMBH, cuyo proclamado fin era ayudar a quienes vivieron en
la República Democrática Alemania (RDA), y se habían incorporado a la sociedad
de la República Federal de Alemania (RFA) en el oeste.
En junio de 1990, grandes magnates del mundo dedicados a distintas
actividades se reunieron una soleada tarde en un gran salón del elegante hotel
Metropole Palace de Montecarlo, Mónaco, atraídos por una convocatoria
ineludible para participar en el remate del Muro de Berlín.
A 25 años de su caída... gran fiesta |
Esa tarde, entre bromas, sonrisas y propuestas se remataron al
mejor postor 81 trozos del muro de diversos tamaños correspondientes a los más
variados sectores. El rematador puso una suma base de 50 mil francos.
Se llevó una pared entera
El historiador Thomas Flemming escribió que quizá el mayor precio
por un segmento del muro fue pagado por Jaguba Rizolli, millonaria esposa de un
editor italiano, quien entregó 27 mil dólares por una parte de la pared cuyo
costo original fue de 359 marcos (unos 175 euros de hoy) y que iría a adornar
un jardín de su casa.
En la misma cita, un empresario de Zurich adquirió once trozos del
muro por un millón de francos. En total se vendieron pedazos del muro por 1.8
millones de marcos, unos 900 mil euros de la actualidad, que serían empleados
por la empresa Lelé Berlín Wall Verkaufs GMBH, en reforzar la seguridad social
de la gente de la antigua RDA.
El Muro frente a la Puerta de Brandenburgo |
Otro gran trozo del muro, de unos cuatro metros de alto por dos de
ancho, colorido por los grafitis con que los jóvenes berlineses occidentales lo
adornaron como señales de protesta, se encuentra en los jardines del edificio
de cristal del Parlamento Europeo, en Bruselas, Bélgica. Es quizá el más grande
pedazo de la pared que se halla fuera de Alemania.
Una buena porción del muro fue desmenuzada, vendida a 20 marcos la
tonelada y utilizada como desmonte para la construcción de carreteras en la
Alemania del Este.
Los presidentes norteamericanos Ronald Reagan y George Bush,
padre, recibieron como obsequio pedazos del muro. Otro fragmento fue depositado
en la Biblioteca John F. Kennedy en Boston. La Central de Inteligencia
Norteamericana (CIA) también consiguió un trozo y lo exhibe como reliquia en su
cuartel general.
Los historiadores consideran que se pagaron muy buenos precios ya
que el muro, después de todo, solo era una pared pintada, vallas y restos de
torres de vigilancia, que para su exportación tenían sólo la clasificación de
"escombros".
Dividido en trozos se distribuyó por el mundo |
De todos modos, se juzga que el dinero que proporcionó el muro
tuvo buenos fines. Hicieron negocio redondo tanto los grandes adquirentes como
los “pájaros carpinteros" que extrajeron a golpes de combas y cinceles, pequeños
trozos del muro que vendían a los turistas.
De lo que fue el muro de Berlín hoy solo quedan intactos aquellos
cien metros del muro conmemorativo, el Checkpoint Charlie, que es hoy el punto
de unión entre los barrios de Mitte y Kreuzberg, una torre de observación y una
línea de adoquines de piedra oscurecidos por el paso del tiempo que señala a
través de 7.5 kilómetros la trayectoria de la pared que dividió una ciudad
durante 28 años.
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