martes, 25 de noviembre de 2014

Dirigibles, solución al transporte difícil

En Estados Unidos construyen
flotas de globos para transportar
cargas a lugares sin caminos

El empresario ucraniano asentado en California, Estados unidos, Igor Pasternak, “cree estar a punto de cambiar al mundo de los grandes cargamentos con un dirigible lleno de helio de 235 metros de largo capaz de entregar fruta fresca a Alaska, dejar unidades de socorro en sitios de desastre o depositar maquinaria pesada en locaciones remotas”.

El dirigible de Pasternak en EU (Foto NYTimes)
Lo dice el periodista Billy Witz y lo publica en New York Times, lo cual lo rodea de un áurea de seriedad, porque se trata de un periódico de alta credibilidad que distribuye una separata junto con la edición de un diario local en Lima.

Igor Pasternak delante de su dirigible
Desde que el enorme dirigible alemán Hindemburg estalló en llamas en el momento de aterrizar en Lakehurst, Nueva Jersey, en 1937, esos enormes elefantes voladores de largas distancias, fueron estigmatizados, pero algunos empresarios soñaban con ponerlos nuevamente en el aire para dar bienestar a la humanidad.

Uno de ellos, el peruano Jorge Libacque, empresario maderero de Satipo, tuvo la idea de transportar grandes cargas por sobre la cordillera de los Andes para entregarla de ida y vuelta en localidades de la selva y en Lima.

Realmente no sé qué pasó con Libacque. Lo entrevisté cuando trabajaba en el diario Ojo en 1974 y la información apareció el 30 de julio. Me pareció un visionario que describía su proyecto con entusiasmo contagioso.

Libacque pretendía una autorización del ministerio de Transportes de entonces, en manos del general Raúl Meneses Arata, ministro del ramo entre el 31 de diciembre de 1972 y el 30 de agosto de 1975, del gobierno dictatorial de Juan Velasco.

Lo más probable fue que no tuvo éxito en sus gestiones, quizá le fue mal con la burocracia militar que manejaba el Perú. Lo cierto es que nunca volví a verlo, no regresó a la redacción y no me dieron razón de él cuando algunas veces fui en misión periodística a localidades amazónicas.

Libacque quería unir localidades de la selva peruana
Libacque decía que era alumno de don Emilio Castañón Pasquel, a quien debía su amor por la selva, proyectaba una constituir una empresa de transportes con globos aerostáticos. Hablaba entusiasmado del “día en que veríamos descender en algún aeropuerto “dirigibles cargados de pasajeros y  productos”.

Su plan era comprar o alquilar un dirigible en los Estados Unidos. Decía que las posibilidades del dirigible eran enormes frente a medios de transporte tradicionales.

Mientras las avionetas que hacen servicio colectivo entre distintos puntos de la selva, solo alcanzan a llevar seis o siete pasajeros y carga hasta un total de 200 o 300 kilos, proclamaba con entusiasmo, un dirigible puede levantar unas 20 toneladas.

Además, pensaba que en un dirigible podía transportar a la costa pasajeros y productos diversos en cifras que ni el ferrocarril central ni los autobuses o camiones podrían hacerlo. Lamentablemente nunca se supo del final de su gestión si la hizo.

El hidrógeno quemó al Hindenburg alemán 
Pero ahora, el NY Times, mediante Billy Witz nos recuerda que es posible, porque el dirigible “no  necesitarían puertos, líneas ferroviarias, carreteras o pistas aéreas”.

Pasternak, ingeniero ucraniano ha instituido la empresa Aeros Corporation al mudarse a Estados Unidos, dice que “su dirigible Aeroscraft volaría a una velocidad de hasta 120 nudos, cuatro veces más rápido que un buque carguero”.

La capacidad del globo sería de 225 toneladas, “casi el doble de la de un avión de carga C-5, y tiene un alcance de aproximadamente 9 mil 450 kilómetros, suficiente para ir de Boston a Burkina Faso”, dice Witz.

Ahora se dedican a la publicidad
Pasternak dijo que sus ingenieros “han resuelto el principal problema de las aeronaves más ligeras que el aire: el control de flotabilidad. Si un dirigible descarga un cargamento pesado, debe ser atado o subir el mismo peso para evitar que se aleje flotando”.

Por lo demás, no existe en el presente el riesgo de un incendio como ocurrió con el Hindenburg en 1937. El artefacto alemán estaba lleno de hidrógeno que ardió como una antorcha en cuanto la nave chocó con unos cable eléctricos que produjeron chispas, pero los actuales dirigibles están llenos de helio, un gas que no arde.

Así vuelan los cientos de dirigibles que se hacen ver en el cielo durante determinados días con publicidad comercial.

En una geografía tan arisca como del Perú donde un kilómetro de carretera cuesta los dos ojos de la cara porque hay que derribar montañas o esquivarlas, la idea de Jorge Libacque podría ser una solución que ya se ensaya en otras latitudes y que no se diga una vez más que vivimos en el país de las oportunidades perdidas. (Luis Eduardo Podestá).


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