martes, 29 de mayo de 2012

Démosle la contra a Vargas Llosa


Habla de las barras
bravas en el fútbol y
no oculta su rechazo

Casi en los prolegómenos –como llaman los periodistas deportivos a los instantes previos- del encuentro de las selecciones del Perú y Colombia, y con la experiencia vivida antes, durante y después de tantos “clásicos”, es oportuno citrar algunos párrafos del último libro de nuestro Premio Nóbel de Literatura 2010, don Mario Vargas Llosa, quien con su habitual lucidez debe orientarnos.

Mario Vargas Llosa junto a la portada del último libro

En su último libro, La civilización del espectáculo (capítulo 1, página 33), don Mario  escribe sobre el fútbol y es bastante cruel con la afición, a pesar de que él se confiesa también aficionado.

Al señalar que en la antigua Grecia, “el cultivo del cuerpo era simultáneo y complementario del cultivo del espíritu, pues creían que ambos se enriquecían mutuamente” declara que “la diferencia con nuestra época es que ahora, por lo general, la práctica de los deportes se hace a expensas y en lugar del trabajo intelectual”.

Y ahora viene lo bueno: “Entre los deportes, ninguno descuella tanto como el fútbol, fenómeno de masas que, al igual que los conciertos de música moderna, congrega muchedumbres y las enardece más que ninguna otra movilización ciudadana: mítines políticos, procesiones religiosas o convocatorias cívicas. Un partido de fútbol puede ser desde luego para los aficionados -yo soy uno de ellos- un espectáculo estupendo, de destreza y armonía del conjunto y de lucimiento individual, que entusiasma al espectador”.
 
Celebración de un gol peruano

Prosigue: “Pero, en nuestros días, los grandes partidos de fútbol sirven sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y desahogo a lo irracional, de regresión del individuo a su condición de parte de la tribu, de pieza gregaria en la que, amparado en el anonimato cálido de la tribuna, el espectador da rienda suelta a sus instintos agresivos de rechazo del otro, de conquista y aniquilación simbólica (y a veces hasta real) del adversario”.

Continúa: “Las famosas ‘barras bravas’ de ciertos clubes y los estragos que provocan con sus entreveros homicidas, incendios de tribunas y decenas de víctimas muestran cómo en muchos casos no es la práctica de un deporte lo que imanta a tantos hinchas -casi siempre varones aunque cada vez haya más mujeres que frecuenten los estadios- hacia las canchas, sino un ritual que desencadena en el individuo instintos y pulsiones irracionales que le permiten renunciar a su condición civilizada y conducirse, a lo largo de un partido, como parte de la horda primitiva”.

Díganme si no tiene razón

Para qué más, querido amigo. Nosotros, que hemos asistido a los estragos de las barras bravas y hemos visto cómo actúan en masas agresivas, lanzando piedras por puro gusto contra ventanas y vehículos y enfrentándose unas a otras, no podemos sino darle la razón.

Claro que en el Perú-Colombia todos estaremos de un solo lado, pero don Mario habla de todo ese fenómeno que es el fútbol.

Y, ojalá que en los próximos clásicos y no clásicos, en Lima y en cualquier ciudad del país, nos desliguemos de esa masificación violenta y nos individualicemos, seamos nosotros mismos como somos en familia, disfrutemos el fútbol como lo que es y no le demos a la fiesta deportiva ese amargo sabor de querer ganar todos los encuentros, aunque sea a pedradas.

En eso sí debemos darle la contra al insigne escritor.

Pero el próximo domingo ¡todos somos Perú!

Luis Eduardo Podestá

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