viernes, 19 de febrero de 2016

Tierra muerta 14 mil millones de años

Treinta años después,
la tragedia de Chernobil
no ha terminado

Termino de leer un libro terrible, trágico, horroroso, cuya autora, Premio Nobel deLiteratura 2015, Svetlana Alexievich, escribe también una entrevista a sí misma. Si se exceptúan esas pocas páginas, todas las demás consignan las reacciones que tiene el hombre, mujer o niño, al contar cómo vivió y sufrió ante el más grande accidente nuclear de la humanidad en la era en que vivimos.

Junto a la portada de un libro feroz
Alexievich escribió Voces de Chernobil, diez años después de ocurrida la tragedia y describe en las palabras de sus entrevistados a una sociedad donde subsiste, viva y activa, una burocracia estalinista que encubrió los hechos en favor de los intereses políticos y de su prestigio internacional.

El próximo y cercano 26 de abril, se cumplirán 30 años del estallido de uno de los cuatro reactores de Chernobil, Ucrania, cuando aquel horno se salió de control, y la humanidad comprobaba el alto riesgo que entrañaba una central que Rusia construyó en cuatro años, cuando los japoneses demoraron diez en una similar, como lo anota uno de los entrevistados del libro.

Un periódico europeo dijo que “hoy se puede vivir en Hiroshima (donde una bomba mató a 70 mil personas en un instante), pero no en Chernobil”, donde solo murieron 31, según informes oficiales.

La autora, periodista bielorrusa, publicó este libro documental en 1997, 11 años después del desastre de Chernobil, y recibió el Premio Nobel de Literatura en 2015.

Reactores construidos en cuatro años
Entrevistó a más de 500 personas que en alguna forma fueron testigos de la explosión del rector 4 o sufrieron sus consecuencias en sus hogares o por haber emprendido la tarea de atenuar con su trabajo, las consecuencias de la contaminación que amenazaba extenderse por toda Europa.

Desfilan en sus páginas los testimonios de los llamados liquidadores, políticos, científicos, sicólogos, bomberos y ciudadanos comunes que en alguna medida sufrieron y sufren las consecuencias de la radiación que diseminó el incendio del horno.

“Chernobil es un enigma que aún debemos descifrar. Un sigo que no sabemos leer. Tal vez el enigma del siglo XXI. Un reto para nuestro tiempo… en  adelante nos esperan otros, más salvajes y totales, pero que aún siguen ocultos a nuestros ojos”. (Svetlana Alexievich – Entrevista consigo misma).

Hubo necesidad de evacuar a la población
“La zona… Es un mundo aparte. Otro mundo en medio del resto de la Tierra, Primero se la inventaron los escritores de ciencia ficción, pero la literatura cedió su lugar a la realidad. Ahora ya no podemos creer, como los personajes de Chejov, que dentro de cien años el mundo será maravilloso. ¡La vida será maravillosa! Hemos perdido ese futuro. En esos cien años han pasado el gulag de Stalin, Auschwitz, Chernobil… (Svetlana Alexievich – Entrevista consigo misma).

“En Chernobil se recuerda ante todo la vida ‘después de todo’, los objetos sin el hombre, los paisajes sin el hombre. Un camino hacia la nada, unos cables hacia ninguna parte. Hasta te asalta la duda de si se trata del pasado o del futuro”. (Svetlana Alexievich – Entrevista consigo misma).

“A veces cierro los ojos y recorro la aldea. Que radiación ni qué cuentos, si las mariposas vuelan y los abejorros zumban. Y mi Vaska cazando ratones (llora) Dime, hija mía, ¿has comprendido mi tristeza? Se la llevarás a la gente, pero puede que yo ya no esté. Me encontrarán en la tierra, Bajo las raíces. (Zinaída Yevdorkímovna Kovalenka – Residente de la zona prohibida).

Abandono total en la zona contaminada
“Ahora es un nuevo mundo. Todo es distinto. ¿Será culpa de la radiación o de qué? ¿Y cómo es? Puede que se la hayan enseñado en el cine. ¿Usted la ha visto? ¿Es blanca o cómo? Unos dicen que no tiene ni color ni olor…” (Anna Petrovna Badáyeva – Residente de la zona contaminada).

“Por los caminos nos encontrábamos perros asilvestrados y gatos. A veces se comportaban de manera extraña, no reconocían a los hombres, huían de nosotros. Yo no llegaba a comprender hasta que nos ordenaron que disparáramos contra ellos. Las casas selladas, la maquinaria abandonada… Era curioso ver aquello. No había nadie, solo nosotros, los milicianos, de patrulla”. (Oleg Leóntievich Vorobéi – Liquidador).

“He hablado con científicos. Uno decía: ‘Podría hasta lamer este helicóptero suyo y no me pasaría nada’. Y otro: ‘Pero chavales, ¿qué hacéis sin trajes de protección? ¿O es que queréis dejar aquí la vida? ¡Cubríos el cuerpo! ¡El helicóptero! La salvación del náufrago está en manos del náufrago!” (Vitali Borisovih Karbalévich – Liquidador).

Áreas vecinas totalmente quemadas
“El 9 de mayo, día de la Victoria, vino a visitarnos un general… Y uno de a formación se atrevió a preguntar: ‘¿Por qué ns ocultan cuál es el grado de radiación? ¿Qué dosis recibimos?’ … Cuando se fue el general, lo llamó el capitán y le soltó una buena: ‘¡Eres un provocador! ¡Un alarmista!”… A los dos días nos dieron una especie de máscara antigás, pero nadie la usaba. Nos mostraron dos veces los dosímetros, pero no nos dejaron usarlos”. (Eduard Borísovich Korotkov – Piloto de helicóptero).

“En una casa, con el horno encendido, freían tocino. Acercamos el dosímetro y aquello no era un horno, sino un reactor en miniatura… Nos invitan. Nos llaman. Nos negamos. Nos imploran. ‘Ahora os daremos vodka. Explicadnos qué pasa’. ¿Qué les vas a explicar? Si encima mismo del reactor, los bomberos pisoteaban el combustible aún blando, hasta cuando emitía luz, y ellos sin saber qué era aquello. ¿Y de dónde narices lo íbamos a sabr?” (Arkadi Filin – Liquidador).

Señal de un peligro de millones de años
“Recuerdo una conversación con un científico: ‘Esto es para miles de años –me explicaba. El uranio se desintegra en 238 semideintegracioens. Si lo traducimos en tiempo, significa mil millones de años. Y en el caso del torio, son catorce mil millones de años’… Mi mente no podía imaginar. Dejaba de comprener qué es el tiempo. ¿Dónde estoy?” (Anatoli Shimaski – Periodista).

“… Intervenían los responsables del Partido… pero ninguno de ellos era capaz de responder a preguntas como: ¿Qué es esto de la desactivación? ¿Cómo proteger a los niños? ¿Cuáles son los coeficientes de transmisión de los radionúclidos a las cadenas alimenticias?’ Cuando un día intenté replicar en una reunión y preguntar ¿dónde están los profesionales?, ¿los físicos?, ¿los radiólogos?, me amenazaron con quitarme el carné. (Yelena Ilínichna Voronkó -  habitante del poblado Braguin).

Ucrania sufrió las consecuencia inmediatas
“Nos llevaron a la región de Leningrado. Allí cuando nos acercábamos a las estaciones, la gente se persignaba y nos miraba desde lejos. Tenían miedo de nuestro tren, en cada estación lo lavaban largo rato. Cuando en una parada, bajamos del vagón y entramos en una cantina, ya no dejaron entrar a nadie más. ‘Hay unos niños de Chernobil comiendo helados’. La camarera le decía a alguien por teléfono: ‘Ahora se marcharán y lavaremos el suelo con lejía, herviremos los vasos’. Y nosotros la oíamos”. (Yura Zhuk, 15 años – De un grupo de niños a quienes pasearon en tren).

He escogido algunos pasajes que me parecieron significativos. Pero hay que leer Voces de Chernobil – Crónica del futuro, para tener una de cuán trágico fue el accidente del reactor 4 y cuánto durarán sus consecuencias.
  

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