lunes, 16 de noviembre de 2015

La Torre Eiffel en sombras

“Lloramos pero no nos rendimos.
Francia sigue viva” claman los
parisinos en Plaza de la República

Nota del editor – El siguiente es el testimonio personal del pintor arequipeño Juan Carlos Zeballos Moscairo, quien reside en París y es un testigo excepcional de los atentados del pasado viernes 13. Describe desde su propia sensibilidad lo que vivió en las horas siguientes y lo que viven los habitantes de París luego de los atentados y, sobre todo, con ojos de artista, la tristeza que se vive en los alrededores de la emblemática Torre Eiffel. La versión original de este artículo fue publicada en el diario El Pueblo de Arequipa. Muchas gracias, Juan Carlos por permitirnos publicarlo en este espacio.

La oscuridad de la Torre Eiffel

Por Juan Carlos Zeballos Moscairo


El autor
Es viernes 13 de noviembre, son las 11 de la noche, he cruzado Notre Dame, con esta pena infinita y el corazón en la mano sabiendo de los ataques ocurridos por el Estado Islámico (reivindicado por ellos mismos) en seis lugares estratégicamente ubicados y coordinadamente (donde la afluencia de público es masiva: dos cafés, dos restaurantes, el estadio nacional y una sala de conciertos) entre los distritos 10 y 11 en pleno centro de París.

La Policía se multiplica en estas calles desiertas, los autos no se detienen ante el rojo de los semáforos, busco un taxi y ni en los paraderos hay alguno disponible, la estación de metro más cerca es de la Cite, ahí llegaré, los altavoces en los corredores de la estación del metro se disculpan por el retraso de las líneas y anuncian el cierre del metro en 30 minutos.

La ciudad está en alerta máxima, las palabras que llevan consigo desde su revolución: libertad, igualdad y fraternidad parecen alejarse. Decenas de personas se dirigen a los alrededores de la plaza República, a los lugares atacados para encender una vela, se abrazan entre ellos, sufren por lo sucedido, han escrito su pesar en varios idiomas y dejado en hojas sueltas su reclamo.

Ápagó sus miles de luces (Foto diario El Pueblo)
Y aliento a esta nación: "no a las bombas, sí a los libros, somos franceses, resistiremos, ¡Viva la República!", "lloramos pero no nos rendimos, Francia sigue viva", entre otros.

"Nuevamente la insania del terrorismo, golpeó muy fuerte a Francia, esta masacre irremediable es la más difícil que nos tocará superar, es la primera vez que Francia es atacado con esta modalidad y que deja tantas víctimas", conmovido me comenta el peruano con más de 25 años de residencia aquí, Javier Castillo Advíncula.

Aquí las sirenas no han dejado de sonar, de iluminar cada rincón de esta ciudad con sus circulinas intermitentes, de llamar la atención de quienes aún no salen de este lamentable trance en la Ciudad Luz, que hoy deja de serlo y apaga hasta los miles de luces de su histórica torre Eiffel. Simplemente ya no está.

En ese horizonte nocturno que hoy contemplo sin encontrarla, tal vez una silueta de su fantástica ingeniería, tal vez solo la estela que dejan sus Baton Rouge anclados y sin esos cientos de pasajeros que febrilmente cruzan el río Sena.

Volverá a brillar con sus miles de luces
París atraviesa este irremediable nuevo luto, tres días los declarados por su presidente Francoise Hollande y el estado de sitio anoche dio la orden de inamovilidad después de los atentados, "que nadie salga de sus casas" con una voz quebrada.

Sábado gris

Hoy continúa la búsqueda de los culpables, el primer ministro responderá golpe a golpe declara a la prensa mundial. Entre ayer y hoy (viernes y sábado) aviones y helicópteros han sobrevolado París, las sirenas de las ambulancias continúan sonando, las calles solo tienen la hojarasca que dejan caer sus viejos árboles, el comercio cerrado en un 90 por ciento, museos, escuelas y hasta las misas suspendidas (se habla de algunos bautizos a puerta cerrada).

Nuevamente este paisaje gris, es el noviembre y otoño de los poetas, es una película que nos remonta a aquellos días finales de la Segunda Guerra Mundial o al cine de los 50, con esos escenarios nostálgicos y psicológicos. El metro ha perdido su rugido y libertad, está mudo y nadie puede tener más excesos, ahora hay policías en las entradas y salidas, en sus interiores, son pocos quienes se movilizan en estos vagones abandonados, un silencio sepulcral así como en las afueras lo invaden todo.

Ya no están aquellos músicos anacrónicos y de todas las horas y todas las naciones que solían instalarse en los laberintos y pasajes de sus interiores para compartir su show o subir a los vagones con algún talento especial y pedir  algunas monedas a cambio de este.

Voluntad de vencer en la Plaza de la República 
El dolor de París es rojo perpetuo y hoy su tristeza es crónica. Aún las sirenas suenan y es todo nuevamente gris, el frío no ayuda a calmarse, es otoño, esta ciudad está llorando y los nuevos inquilinos como yo o aquellos que viven algunos años aquí contra todo sus pronósticos y los que se han establecido en las sombras del parisino de esta imperfecta ciudad, temen también por sus vidas, por los nuevos rechazos que surgirán y señalamientos de una culpa que se estigmatiza y se extiende más allá del cualquier sociedad  y mentalidad.

París está de duelo y hoy nos toca asistir a este, no he podido crear ya nada, no tengo ideas y solo está vacío de quienes ya no están y sus familias que sufren y del salvajismo y fanatismo del cual conocemos tan de cerca y desearíamos desde las entrañas que no se vuelva a repetir en nuestro país y no se siga repitiendo en ninguna parte del mundo. (Juan Carlos Zeballos Moscairo).

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