Los funcionarios tutean a los
periodistas y estos no les
devuelven
la misma moneda
Fue
Patricia del Río, panelista de RPP, quien en una entrevista al exministro delInterior, Daniel Urresti le dijo con toda claridad: “Ministro, me gustaría que
me trate de usted porque yo a usted no lo estoy tuteando”. El entonces ministro
se revolvió en el asiento, acusó la pegada y no respondió pero en el resto de
la entrevista no volvió a tutear a nadie.
Incómoda escena para el tuteador |
Que recuerde,
si retrocedemos a la historia de las dictaduras, fue Juan Velasco, quien
aventaba el tú por doquier no solo a los periodistas que concurrían al palacio
para cubrir informaciones, sino a todo aquel que se le ponía a tiro.
Esa –¿mala,
buena, regular?– costumbre fue practicada por los ministros y luego por muchos
de los funcionarios de medio pelo que creían estar tratando –no solo a los
periodistas sino a cualquier ciudadano– con un hombre o mujer de otro nivel. Por
debajo de ellos, por supuesto.
Y Ollanta
Humala, presidente de una democracia, ha seguido el ejemplo y ayer martes nomás,
cuando visitaba la zona de Chosica afectada por los deslizamientos, respondió con sorna a
un reportero de la televisión que le hizo unas preguntas sobre quiénes
integrarían su futuro gabinete ministerial.
Dijo que ya lo tenía pensado y ante
la insistencia del periodista se soltó: “qué pesado el gordo”, y luego “qué
más quieres, gordo”. Más adelante le sugirió que fuera ministro pero “primero
baja de peso”.
Tutear es falta de respeto |
Dice el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua que tutear es “hablar a alguien
empleando el pronombre de segunda persona. Con su uso se borran todos los
tratamientos de cortesía y de respeto”.
Así
que, sepa usted señor, señora, sepa usted colega periodista, que cuando alguien
lo tutea sin recibir un trato recíproco, le está faltando el respeto.
Bien
por Patricia del Río que cuadró al exministro. Pero hay casos de funcionarios
de esta democracia que siguen el mal ejemplo de los dictadores y creen que todo
aquel que está frente a ellos es de una estirpe que debe ser tratada sin
respeto.
Me
viene a la memoria el caso vivido en la Arequipa de hace unos treinta años,
cuando un joven empleado de la Municipalidad de esa ciudad, frente a un alto
funcionario que tuteaba a diestra y siniestra, le preguntó de sopetón:
–Señor,
¿me permite que lo tutee?
–¡Claro
que sí, encantado, amigo! – no tuvo otro remedio que responder el funcionario.
–¡La
tuta que te tateó!
No digo
que esto sea aconsejable, sobre todo si el interlocutor tiene la sartén por el
mango, pero algo hay que hacer y lo que hizo Patricia me parece lo correcto y
adecuado. Porque dice un antiguo adagio “respetos guardan respetos”. (Luis
Eduardo Podestá).
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