viernes, 19 de diciembre de 2014

Teníamos reportero gráfico propio

La Prensa instaló una
redacción pequeña pero
completa en Arequipa

Nota del editor – Esta es la segunda entrega de una serie de evocaciones sobre el periodismo del siglo XX y de su transformación en lo que es hoy cuando la noticia es difundida con la velocidad de la luz. 

Algunos de nosotros en la corresponsalía de la desaparecida La Prensa, éramos de planta, como se dice hoy, y había otros eventuales o especializados en determinadas funciones, con los cuales se completaba el cuadro del personal que incluía un reportero gráfico, también de planta.

Equipo del reportero: cámara y maletín de batería
La presencia del reportero gráfico estable constituía un avance en el periodismo de Arequipa, porque los diarios locales encargaban, muy de vez en cuando y solo cuando la información lo ameritaba, algunas imágenes a un fotógrafo de la ciudad.

Los de planta teníamos la obligación de concurrir a la oficina por lo menos entre las ocho o nueve de la mañana hasta el mediodía o una de la tarde en que el despacho era enviado a Lima.

La Prensa, pues, fue la primera que estableció en Arequipa el servicio de un reportero gráfico permanente, para quien se instaló un laboratorio en el cuarto de baño que servía para sus fines naturales y como “cuarto oscuro” cuando era necesario, o sea, la mayor parte del tiempo.

El primer reportero gráfico de la corresponsalía fue Humberto Bonilla, y sus obligaciones permanentes eran concurrir con alguno de los redactores a cubrir informaciones en la calle, a las entrevistas pactadas por el jefe de la oficina, a las carreras de caballos dos o tres veces por semana, a los espectáculos deportivos diurnos y nocturnos y a las ceremonias públicas de las autoridades políticas, municipales o religiosas.

Había que ajustar la cámara antes de disparar
De modo que tarea no le faltaba y a veces tenía que enseñar el manejo de una cámara a alguno de los redactores, a fin de que cubriera una información, porque él no era dios para estar en varios lugares al mismo tiempo.

Tenía buen sentido del humor y aún recuerdo que el jefe, Samuel Lozada Tamayo, luego de un movimiento sísmico que alarmó a la población, gritó desde el altillo de la redacción:
-Bonilla, ¿tenemos fotos del temblor?
Y la respuesta arrancó las carcajadas de todos, incluido el mismo Lozada.
-¡Me han salido movidas, doctor!

Cuando Bonilla se retiró y fundó su propio estudio fotográfico, fue remplazado por Benito Melo, un hombre que caminaba por milagro, porque tenía una pierna de madera un muñón en el brazo derecho, que le obligaban a desplazarse de una manera especial. Pero no era un inválido y como reportero gráfico cumplía sus obligaciones como cualquier competidor del oficio.

La lucha contra la dictadura

Aún recuerdo que días antes de la navidad de 1955, el grupo  político creado por el industrial Pedro Roselló, programó una manifestación en Arequipa, la ciudad rebelde que cinco años antes se había alzado en armas contra el dictador Manuel Odría. Quizá fue escogida porque muy pocos simpatizaban con la dictadura y para quienes querían darle fin, Arequipa era una tierra fecunda fuera de toda duda.

Javier de Belaunde 
La policía impidió que la demostración de protesta se realizara en la Plaza de Armas y los dirigentes de la Democracia Cristiana que apoyaban el movimiento de Roselló, invitaron a los ciudadanos a dirigirse al Teatro Municipal, a dos cuadras de la plaza, para materializar allí el reclamo contra Odría.

El entonces joven dirigente de la Democracia Cristiana, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio, encabezaba la procesión y para alentar a la masa, se encaramó en un muro de lo que sería el Banco Internacional que se hallaba en construcción, sobre la misma acera y a pocos metros del Teatro Municipal.

Estábamos encargados de cubrir esa noticia, quien escribe estas líneas y Benito Melo, y me desesperaba ver los esfuerzos que este hacía para seguir el ritmo de los manifestantes que finalmente bloquearon totalmente la segunda cuadra de la calle Mercaderes.

El reportero desaparecido

En un momento, en medio del tumulto, Melo se me perdió de vista y yo volví la cabeza varias veces para localizarlo. No lo vi hasta que minutos después, mientras atendía el discurso de Belaunde lo localicé fuertemente asido de las rejas de hierro de una ventana desde donde disparaba su cámara para cumplir con su trabajo.

Protesta en la Plaza de Armas
Cómo llegó hasta allí y cómo apretaba el disparador de la cámara eran para mí un hecho inexplicable y heroico. Hay que tener en cuenta además, que los equipos de los reporteros gráficos de aquella época consistían en una enorme cámara, más grande en tanto fuera de mejor calidad profesional, y un maletín donde se alojaba una pesada batería que alimentaba el flash y que el reportero llevaba permanentemente colgada del hombro.

Más tarde trabajamos con Benito Melo en el Canal 2 de la naciente televisión que no contaba con equipos de filmación y remplazaba las imágenes de las noticias con fotografías tomadas y veladas por su reportero gráfico exclusivo. . 

Siempre me ha parecido digno de admiración el trabajo de Melo, a quien dejé de ver cuando me trasladé a Lima por razones de trabajo, pero su imagen colgado de la ventana de rejas no me abandonará jamás. (Luis Eduardo Podestá).

(Esta historia continuará) 

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