La Prensa instaló una
redacción pequeña
pero
completa en Arequipa
Nota del editor –
Esta es la segunda entrega de una serie de evocaciones sobre el periodismo del
siglo XX y de su transformación en lo que es hoy cuando la noticia es difundida
con la velocidad de la luz.
Algunos de nosotros
en la corresponsalía de la desaparecida La Prensa, éramos de planta, como se
dice hoy, y había otros eventuales o especializados en determinadas funciones,
con los cuales se completaba el cuadro del personal que incluía un reportero
gráfico, también de planta.
Equipo del reportero: cámara y maletín de batería |
La presencia del
reportero gráfico estable constituía un avance en el periodismo de Arequipa,
porque los diarios locales encargaban, muy de vez en cuando y solo cuando la información
lo ameritaba, algunas imágenes a un fotógrafo de la ciudad.
Los de planta
teníamos la obligación de concurrir a la oficina por lo menos entre las ocho o
nueve de la mañana hasta el mediodía o una de la tarde en que el despacho era
enviado a Lima.
La Prensa, pues, fue la
primera que estableció en Arequipa el servicio de un reportero gráfico
permanente, para quien se instaló un laboratorio en el cuarto de baño que
servía para sus fines naturales y como “cuarto oscuro” cuando era necesario, o
sea, la mayor parte del tiempo.
El primer reportero
gráfico de la corresponsalía fue Humberto Bonilla, y sus obligaciones
permanentes eran concurrir con alguno de los redactores a cubrir informaciones
en la calle, a las entrevistas pactadas por el jefe de la oficina, a las
carreras de caballos dos o tres veces por semana, a los espectáculos deportivos
diurnos y nocturnos y a las ceremonias públicas de las autoridades políticas,
municipales o religiosas.
Había que ajustar la cámara antes de disparar |
De modo que tarea no
le faltaba y a veces tenía que enseñar el manejo de una cámara a alguno de los
redactores, a fin de que cubriera una información, porque él no era dios para
estar en varios lugares al mismo tiempo.
Tenía buen sentido
del humor y aún recuerdo que el jefe, Samuel Lozada Tamayo, luego de un
movimiento sísmico que alarmó a la población, gritó desde el altillo de la
redacción:
-Bonilla, ¿tenemos
fotos del temblor?
Y la respuesta
arrancó las carcajadas de todos, incluido el mismo Lozada.
-¡Me han salido
movidas, doctor!
Cuando Bonilla se
retiró y fundó su propio estudio fotográfico, fue remplazado por Benito Melo,
un hombre que caminaba por milagro, porque tenía una pierna de madera un muñón
en el brazo derecho, que le obligaban a desplazarse de una manera especial.
Pero no era un inválido y como reportero gráfico cumplía sus obligaciones como
cualquier competidor del oficio.
La lucha contra la
dictadura
Aún recuerdo que días
antes de la navidad de 1955, el grupo
político creado por el industrial Pedro Roselló, programó una
manifestación en Arequipa, la ciudad rebelde que cinco años antes se había
alzado en armas contra el dictador Manuel Odría. Quizá fue escogida porque muy
pocos simpatizaban con la dictadura y para quienes querían darle fin, Arequipa
era una tierra fecunda fuera de toda duda.
Javier de Belaunde |
La policía impidió
que la demostración de protesta se realizara en la Plaza de Armas y los
dirigentes de la Democracia Cristiana que apoyaban el movimiento de Roselló,
invitaron a los ciudadanos a dirigirse al Teatro Municipal, a dos cuadras de la
plaza, para materializar allí el reclamo contra Odría.
El entonces joven
dirigente de la Democracia Cristiana, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio,
encabezaba la procesión y para alentar a la masa, se encaramó en un muro de lo
que sería el Banco Internacional que se hallaba en construcción, sobre
la misma acera y a pocos metros del Teatro Municipal.
Estábamos encargados
de cubrir esa noticia, quien escribe estas líneas y Benito Melo, y me
desesperaba ver los esfuerzos que este hacía para seguir el ritmo de los
manifestantes que finalmente bloquearon totalmente la segunda cuadra de la
calle Mercaderes.
El reportero
desaparecido
En un momento, en
medio del tumulto, Melo se me perdió de vista y yo volví la cabeza varias veces
para localizarlo. No lo vi hasta que minutos después, mientras atendía el
discurso de Belaunde lo localicé fuertemente asido de las rejas de hierro de una
ventana desde donde disparaba su cámara para cumplir con su trabajo.
Protesta en la Plaza de Armas |
Cómo llegó hasta allí
y cómo apretaba el disparador de la cámara eran para mí un hecho inexplicable y
heroico. Hay que tener en cuenta además, que los equipos de los reporteros
gráficos de aquella época consistían en una enorme cámara, más grande en tanto
fuera de mejor calidad profesional, y un maletín donde se alojaba una pesada
batería que alimentaba el flash y que el reportero llevaba permanentemente colgada
del hombro.
Más tarde trabajamos
con Benito Melo en el Canal 2 de la naciente televisión que no contaba con
equipos de filmación y remplazaba las imágenes de las noticias con fotografías
tomadas y veladas por su reportero gráfico exclusivo. .
Siempre me ha
parecido digno de admiración el trabajo de Melo, a quien dejé de ver cuando me
trasladé a Lima por razones de trabajo, pero su imagen colgado de la ventana de
rejas no me abandonará jamás. (Luis Eduardo Podestá).
(Esta historia continuará)
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