miércoles, 15 de febrero de 2012

El Cholo Orozco ha muerto

Muchos años después de ser
condenado a muerte por grupo
subversivo de Hugo Blanco

El periodista Rodolfo Orozco Miranda, más conocido como el “Cholo Orozco”, y quien fuera condenado a muerte por un tribunal popular del entonces guerrillero Hugo Blanco, acaba de morir de muerte natural, aquejado por la diabetes que lo atacó hace varios años.

El Cholo Orozco en funciones

Orozco, padre de nueve hijos, fue redactor parlamentario de los diarios Expreso y Correo de Lima, más tarde director del diario La Cónica y después de Correo de Huancayo y de Primicia también de esa ciudad.

Los periodistas del Cusco decían que Orozco había nacido en Abancay, capital del departamento de Apurímac y los de Abancay juraban que había nacido en Cusco, según una broma que se jugaba en el gremio y que marcaba al grado de popularidad que tenía el Cholo entre sus colegas.

Tuvo una vida llena de aventuras periodísticas y de las otras. Mi primer contacto con él fue cuando entré a trabajar en Expreso en 1962 y como era mi obligación, revisaba las informaciones que los redactores traían de la calle, entre ellas, las de los cronistas parlamentarios Orozco, José Mujica y Ricardo Espinoza.

Me parece que él no tuvo por qué ir a esa misión en el valle de la Convención, en el Cusco, donde se había levantado en armas contra el gobierno democrático de Fernando Belaunde, un guerrillero llamado Hugo Blanco Galdos, que después, preso en una cárcel peruana fue elegido congresista y salió a la vida política.

Orozco, aprista apasionado, con Luis Alberto Sánchez, desaparecido jerarca del Apra

Orozco asumió la misión porque hablaba quechua y la emprendió fue en compañía de un fotógrafo, cuya identidad no está disponible por de pronto. Cuando ambos emprendieron la ruta de la Convención, donde se suponía estaba el campamento de Blanco, fueron interceptados por hombres armados.

Fueron llevados a una choza en plena selva, mientras afuera, en un claro, deliberaban acerca de la suerte que ambos debían correr. Los señalaban como agentes del gobierno –entonces Expreso, el viejo diario del jirón Ica, cuadra 6, estaba considerado vocero oficioso del partido Acción Popular del presidente Belaunde– y no hubo voces que los defendieran.

Los miembros de aquel tribunal popular que los juzgaba sin su presencia hablaban en quechua y no se cuidaban de ser escuchados o no. Sus voces se oían en la choza donde Orozco y el reportero gráfico estaban recluidos. Orozco entendía todo lo que decían, incluida la sentencia a muerte que el tribunal dictó.

Pero se cuidó mucho de comunicarla a su compañero. Le dijo solo que estaban deliberando sobre cuándo los llevarían a presencia de Hugo Blanco. De pronto, el juez nativo abrió la puerta de la choza y se asomó para comunicarles que habían sido sentenciados a muerte por espías y agentes del gobierno.

Viejos conocidos

Y ocurrió lo insólito. El juez nativo, después de habituarse a la oscuridad ede la choza exclamó: ¡Papay! ¡Papay!

Había reconocido en el Cholo a aquel periodista que en la recepción del diario Expreso, quizá cinco años atrás, cuando nadie le hacía caso a causa de sus vestimentas y porque no hablaba una palabra en español, le habló en quechua para preguntarle qué deseaba.

No solo eso. Orozco lo llevó al vecino restaurante Almeida, le invitó un desayuno e inquirió a qué se debía su visita. El campesino le explicó que su comunidad estaba en un juicio de tierras y quería el apoyo del periódico. Orozco no le ofreció nada, le dio cinco soles y le aconsejó volver a su tierra.

Local del viejo Expreso el la sexta cuadra deIca, centro de Lima

No se sabe si Expreso publicó algo del reclamo de aquella comunidad y ni si Orozco llegó a redactar la información que el desconocido le había pedido.

La verdad era que ambos ahora estaban frente a frente, en una choza perdida en la selva de la Convención y uno de ellos era el juez y el otro el condenado a muerte en un juicio popular dentro de las normas establecidas por el grupo subversivo de Hugo Blanco.

El Cholo Orozco no solo salvó la vida y la del fotógrafo sino que logró la ansiada entrevista con el líder subversivo que se alzó en armas contra un gobierno democrático.

Ahora, el Cholo Orozco, quien durante el primer gobierno de Alan García Pérez desempeñó altos cargos periodísticos, ha muerto en Huancayo y, en manos de sus hijos Víctor y Olinda, sus cenizas han regresado a Lima y para reposar en un camposanto cerca de los suyos.

Hay mucho más que hablar sobre el Cholo Orozco. Las palabras que anteceden solo son un breve recuerdo de la forma como encaró su obligación periodística y su permanente alegría comunicativa, y cómo supo conquistar y conservar el afecto de quienes lo conocimos.

Luis Eduardo Podestá

1 comentario:

juana collantes dijo...

En efecto Señor Podesta, don RODOLFO OROZCO MIRANDA, fue un excelente periodista, siempre iba tras la noticia sin medir el peligro, es más nunca se dejo amilanar por nada ni por nadie, buen hombre y gran padre, siempre recordaremos como salia a buscar la noticia para tener informada a la colectividad, gordito jovial y bromista siempre dispuesto a ayudar a los demás. Que Dios lo tenga en su gloria. Descansa en papel Rodolfo Orozco Miranda.