viernes, 31 de octubre de 2014

Ministro quiere su “batallón de castigo”

Cómo los usaron para
eliminar a los díscolos
en la Segunda Guerra

"¿Ya hicieron el proceso para el segundo piso? Yo ordené que todo esto lo arreglen, ¿en qué va?”, dijo el ministro. Ante la falta de una respuesta clara, reaccionó: “¡Carajo, lo que yo quiero saber es cómo va! Acá yo he ordenado que esto se arregle, cuál es el problema. Si esto en dos o tres semanas no está arreglado y usted no me da cuenta, lo envío al Vraem”.

Dijo que hubo un "malentendido"
Palabras del ministro del Interior, Daniel Urresti, que se escucharon en todos los rincones del país, proclamadas en un acto público ante personas que -¡colmo de los colmos!- lo aplaudieron.

Se vienen al recuerdo los llamados “batallones de castigo”, de moda durante la Segunda Guerra Mundial y que, en realidad, eran los condenados a muerte por sus jefes.

Por un lado, los comisarios soviéticos que vestían con uniforme oscuro  a determinados efectivos del ejército, para que sirvieran de señuelo  entre cientos de tropas de blanco que se mimetizaban en la nieve.

Condenados a morir en la Segunda Guerra
Los batallones de castigo se formaban con elementos sospechosos de cobardía, indisciplinados o con soldados y oficiales que no se distinguían por su fidelidad absoluta al régimen que imperaba.

En el otro lado de la contienda, se encontraban los oficiales nazis que amenazaban con enviar al frente ruso, a quienes no creyeran absolutamente en el triunfo de la Alemania nazi, cuando todos sabían que la debacle era cuestión de meses o semanas.

En ambos casos, los batallones de castigo estaban destinados a morir.

El ministro Urresti acaba de amenazar con enviar al Vraem a quienes no cumplan sus disposiciones sin dudas ni murmuraciones. Como si el Vraem fuera el infierno al que se debe enviar a los díscolos y a quienes demoran en construir un segundo piso en la comisaría de Andahuaylas.

Peruanos en el Vraem cumplen su deber
El efecto en la opinión pública es, por decir lo menos, desconsolador y frustrante. Las tropas que luchan contra los narcoterroristas en el Vraem no están allí cumpliendo un castigo. Están allí para porque han escogido una carrera que los obliga su deber de defender al país en peligro debido a la presencia de una horda de delincuentes.

Se impone una disculpa pública por ese carajo ante las cámaras y a los subalternos a quienes insultó en tan mala forma, y no tratar de convencernos de que fue “un malentendido”.

Como se ve, es difícil creer que el buen sentido supere a la soberbia. Pero es evidente que los puntos ganados por las tareas policiales dirigidas por el ministro, van a sufrir un frenazo si persiste ese trato con sus subalternos.


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