domingo, 4 de octubre de 2015

Keiko, una lección de cómo mentir

La misma escuela de su padre
desde la intoxicación con
bacalao al no shock

Parecía mentira pero era realidad. Keiko Fujimori, la hija del exdictador japonés que nos tocó en suerte un día, ha cambiado su religión y ha renegado de la doctrina de su partido, lo cual le ha traído ya de rebote algunas renuncias y soponcios colectivos de gente adicta.

Soponcio ante la nueva "doctrina Keiko" (Carlín-La República)
 Para ella los crímenes de lesa humanidad de la dictadura de su padre no lo fueron, sino “errores” que, extrañamente, el reo purga con 25 años de cárcel, lo cual deja mal parada a la justicia, porque cómo puede ser posible una condena así por simples errores. Para reírse, ¿no?

En cuanto a la vilipendiada hasta hace cuatro días, Comisión de la Verdad y Reconciliación, Keiko dijo muy suelta de rollos, que el trabajo que dicha comisión hizo, “ha sido positivo para el país".

¿No era que, según Marta Chávez, avalada por el japonés y la misma Keiko, en el informe de la CVR “hay muchas cosas que no se conocen, es como algo tabú, han pasado 10 años y esa comisión no ha logrado ni reconciliar ni encontrar la verdad"?

Símbolo manchada con el color fujimori
¿No era que los más verdes de sus huestes echaron pintura anaranjada, su color partidario, en el monumento el Ojo que llora, que evoca los miles de víctimas de la dictadura de Arberto, el japonés?

Keiko debe recordar con precisión que su padre, en el debate con Mario Vargas Llosa, proclamó que no habría el shock económico que la ciudadanía temía, algo que el premio nobel de Literatura 2010 no negó.

La diferencia entre el japonés y Vargas Llosa fue que aquel mentía y este decía la verdad, verdad que le costó la elección porque el inocente pueblo peruano acicateado por el Apra de Alan García y por la izquierda de esos días, confió ingenuamente y entregó sus votos al que ocho días después aplicaría el fujisock que todos recordamos.

Primera dama visita a desplazada primera dama
La hija predilecta del japonés, que miró para otro lado cuando su madre Susana era despedida del palacio por denunciar el latrocinio de su cuñada que vendía las ropas donadas para los pobres, despojada de su situación de primera dama y luego torturada, ha hablado en Harvard, entre otras mentiras, del respeto a los derechos humanos de las mujeres esterilizadas contra su voluntad y le ha echado la culpa a los médicos que la practicaron.

Menos mal que la Federación Médica ha salido a señalar que aquello fue una política de estado y no una decisión aislada de los médicos a quienes se encargó de ejecutarla. Pero queda en plena acción política por lo menos un exministro de Salud que fue cómplice de la tan inhumana disposición, está en una curul del desprestigiado Congreso y se llama Alejandro Aguinaga.

El "esterilizador" pasa piola en el Congreso
Los otros dos fueron Marino Costa Bauer y Eduardo Yong y contra ellos hay una acusación reabierta por la ejecución del llamado Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar que hizo la desgracia de miles de mujeres peruanas, la mayoría de ellas residentes en pueblos apartados.

En fin, basta leer algunos comentarios de especialistas que llaman a la desvergonzada presentación, la “caviarada” de Keiko, –hijita que estudió con sus tres hermanos en Estados Unidos con los 2 000 soles del modesto sueldo de su papito– porque lo que dijo en Harvard ya lo hubiera querido decir el más pintado líder de la izquierda.

Hija de papá, tiene que mentir como su papá. Algunos de su partido y bancada que creen en su sinceridad deben estar con el estómago revuelto, como si hubieran comido bacalao en descomposición. ¡Ajjj!


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