miércoles, 14 de agosto de 2013

Las picanterías miraflorinas

¡Qué caray! Miraflores,
mi tierra querida,
nunca pasará pa’l olvido

Nota del editor - El profesor Isidro Zárate Santillana (*), lamentablemente ya desaparecido, fue un poeta costumbrista, cultor del folklore arequipeño. Nació y vivió en el distrito de Miraflores, Arequipa. Tuvo una enorme producción poética de difícil ortografía como se comprobará en esta página. El poema loncco Las picanterías miraflorinas que sigue, fue entregado en original al editor de esta página y publicado en el número doble 14-15 de la revista Mistinoticias en agosto de 2000. Lo entrego nuevamente en esta ocasión, cuando Arequipa cumple 473 años de fundación española, como un homenaje a la ciudad y una evocación de la modesta imagen de Isidro Zárate Santillana. (L. E. Podestá).


Isidro Zárate Santillana

Las picanterías miraflorinas

¡Qué caray!
Miraflores, mi tierra querida,
nunca pasará pa’l olvido
porque siempre te’i de tener presente
ya seya en las güenas como también en las malas
recordando tus rondas, tus callecitas,
como la Tacna y Moquegua, de las chupinderas, pué,
la Puno de las matavacas, la Calle Grande.

Picantería-Vinatea Reinoso

¡Qué caray!
Y más mejor toavía, tus ricas picanterías
¡Pucha!
Onde se regunían, como hermanos, propios y estraños
pa’ sonccar pué chicha del cogoillo puro
circulando en tuíta la mesa el vaso del cariño
¡llenito!
con las frutillas del amor
¡Salú, comadre!.. ¡Salú, compadre!
¡Le pago hasta los portales!
¡Le pago vaso lleno!
¡Y que venga otra cantidá!

¡Señora picantera!
¡Mandi’usté a la hacedora con otro vaso’i chicha!
¡Saqui’usté el escribano!
¡Con su rocoto relleno!

Y así era pué, se armaba la fiesta en un tris…
Los ciegos tocaban su quena en la puerta’i la chichería
y se ganaban su bebe ¡qué caracho!

Apenitas dentraban nuevos conventuales
soccadores de la güena chicha
se servían el bebe en vaso chico
luego se sientaban a la mesa
onde ya´staba rociáu tremendo cerro’i mote caliente,
ahí mesmito te servían los picantes en platos talacllas
de porcelana floriáus…

Cinco platos con su vaso’i chicha
apenitas te costaba un sol de nueve décimos.

¡Ese ají de lacayote
con su queso liga liga!

Ahí pué, si vieras a la picantería de mi tierra,
Miraflores, por si acaso,
apenitas dentraba un conventual quemándose,
quemándose las manos pelaba
una tremenda papota chiguateña
y la llajuaba bien rico con llatan de rocotos,
pero con rocotos de huerta…
¡Pa’l abreganas pué!
li´alcanzaban pa’ que coma
y el conventual diciendo au, au, au…
pediya otro vaso’i chicha y encima el rico estofau.

Dispués de varias sonccaderas de chicha,
la gente si’alegraba y hasta los troncos de la ramada
pareciya que se ponían a brincotear.

Dispués saliyan los loritos adornados con su cau-cau,
esos conejos chactáus con su chaquena encima,
cada conventual agarraba su conejo
y ¡pa’dentro, se dijo!..
por gusto ponían cuchillo y trinche.

En mi tierra Miraflores había señoras trejas
preparando conejo chactáu,
entre ellas, pué, mi comadre Lucía, “la piquito’i chocca”, pué,
la hija de la Benedicta, alma bendita,
tan güena que era la Benedicta,
rico preparaba el chactáu con sus ricas papas,
pa’luego remojarlo con chicha nata-nata,
y luego se asientaba con el rico resacáu,
anís Nájar, por si’ancaso.


¡Ay, caray!
La picantería miraflorina era como mi mama
porque me esperaba con sus brazos callentitos,
me daba la mejor comida, bajiando los platos
con el cariñoso rescoldo de sus cconchas.

¡Esa chicha!
De puro maíz culle, con güiñapo bien aderezáu
con ñusatac del amor.

Y no faltaba la güeña música.
Ahi estaba el ciego Pedro que tocaba su acordión.
También estaba el “Choccray” Salas con su bigüela,
hermoso y güen regalo de su agüela, alma bendita,
el “Pancahuino” Timoteyo Valdivia con su chillador.
Y ‘onde se quedan don Cleto Chávez y el Bernaco Sánchez,
bien armáus con su requinto, sus guitarras y charangos.

Tampoco faltaba mi tata José Zárate Flores
qui’arrancaba lindas notas a su bandolina,
más qui’seya pa’su gasto como deciya.


De fondo eran “Los Ccarguas” Valencia y Puma,
lo mesmo que don Víctor Dávalos,
el tata de los Dávalos, pué. 
Tuititos jormaban alegre reguñón,
con los “Chanccas”, los “Quipus”, don Juan Poyós
y hasta la mesma “Chabela”
que cantaba al son de la guitarra picantera.

Así era, pué, la vida en las picanterías
del “Puerto Arturo”, “La Guasamayo”,
“La Clara Barriga”, “La Polanco”,
“La Salas”, “La Donata”, “La Rosa y Claveles”,
“La Bombo Roto”, “La Rayito de Sol”,
“El Submarino”, “La Miya Polonia”, “La Mundial”.

¡Esa “Miya Polonia”, frente al parque Azángaro,
onde el mesmo Sanchi’Cerro tonccoriaba sus cogollos
y picanteaba rico en chugas de barro y cuchara’i palo.

¡Qué caray!
Nuestras picanterías eran rincones de gran bohemia,
onde se impulsaba al hombre a ser güeno,
y más que todo a ser creador de belleza.

Salú, salú, compadrito, salú, comadrita.
Comadrita Casimira, saqui’usté otra cantidá
y pago’i comprometo, salú con todos mis amigos…

¡Ahura sí que s’i armó la fiesta!
¡Que baile la hacedora con el Pinchairo menestril!..
¡Que baile el doctor Pencca!
¡Que baile la “Chabela” con el dueño del santo!
¡Y tuitos digan puccllay, puccllay, puccllay!
¡Hoy diya no hay trabajo!
¡Y que viva Miraflores, carajo!
¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!

Mural de Núñez Ureta
Miraflores, Arequipa, 15 de mayo de 1991.

(*) El apellido materno de Isidro Zárate es Santillana, no Sandoval como erróneamente apareció en esta página anteriormente.

www.podestaprensa.com

1 comentario:

Aleja dijo...

Muchas gracias don Luis, por la valiosa información que comparte sobre la historia y cultura de Arequipa. Ha sido un feliz descubrimiento esta ágina. Valoro mucho su esfuerzo y trabajo. Muchos éxitos. Un abrazo desde Lima. Alejandra Guajardo