sábado, 3 de septiembre de 2016

Tres periodistas cuentan su pasado

Encuentro revive personales
comienzos profesionales
de connotados periodistas

Nota del editor – La siguiente es la crónica de un singular encuentro periodístico escrita por Edwin Sarmiento Olaechea, presidente del Club de Periodistas delPerú, en que los hombres y mujeres de la prensa fueron los protagonistas de las historia. La cita fue organizada por el club y desarrollada en un auditorio de la Universidad Bausate y Meza. Se reproduce a continuación, para quienes aún no la hayan leído y para la comunidad periodística en el exterior, la información de Edwin, cuya forma semeja un mensaje filial a sus colegas de todas las épocas.

Noche de historias

Por Edwin Sarmiento Olaechea

Primero, llegaron los de antes, después llegarían los de ahora, casi a borbotones. Y el salón se llenó, quedó chiquito, compañero, no lo podíamos imaginar.

Tres periodistas en la noche de historias
Roberto Mejía, rector de la Universidad Jaime Bausate y Meza y entusiasta animador del encuentro, no estuvo esta vez. “Tuvo que salir”, fue lo que dijo, bajito, su jefa de protocolo.

Los periodistas tomaron, en su ausencia, el auditorio de la universidad y vieron cómo Justo Linares, Rosana Cueva y Jorge Saldaña fueron ocupando sus lugares en la mesa, mientras Mario González, autoridad principal de esa casa de estudios, sonreía, y Edwin Sarmiento, presidente del Club de Periodistas del Perú, se esforzaba también por hacer lo propio.

La convocatoria al encuentro “Historias de periodistas”, organizado por el Club de Periodistas y la Bausate y Meza había sido un éxito. Esta vez el tema era “Los personajes que yo conocí”.

Estaban allí, entusiastas, los de antes y los de ahora, como si fuera un primer día de clases.

Conversando en grupos, conversando de a dos, los periodistas esperaban el momento de escuchar los testimonios de los tres periodistas quienes, a su vez, contarían historias de tres épocas distintas, pero que, al final, resultarían ser comunes y fascinantes, como nunca había imaginado, compañero.

Justo Linares, cómo se enfrió su primicia
Total, todos ellos venían de las épocas de las máquinas de escribir, de las que salían cinco, ocho, diez carillas sin parar y, claro, sin equivocaciones ni de tildes, ni de concordancia, como dirían los maestros de antaño. Y con la noticia redonda, la primicia calientita, chocherita.

Aunque, una vez, se la enfriaron a don Justo Linares, cuando llevó a Última Hora la primicia de que un sofocado diputado retaba a duelo, a pistola limpia, como solían hacer los caballeros de antes, a don Paco Belaúnde, a la sazón presidente de la cámara de Diputados y hermano del presidente Belaúnde.

“Yo vi que lo retaba a don Paco, yo le llevé la carta con la que lo retaba, pero mi entusiasmo terminó en la mesa del director, cuando me dijo que mejor la guardáramos, porque se trataba de Belaúnde. Yo no sabía que por esos días mi director se había inscrito en el partido del presidente”, narró Justito, para gusto y delirio del auditorio.

Y así fueron saliendo los recuerdos como cuando Rosana que quería ser abogada descubrió que, en el fondo de su corazón, amaba el periodismo por sobre todas las cosas.

Rosana Cueva, enamorada del oficio
Y se enamoró de él, cuando en las madrugadas limeñas, el canal donde practicaba, la mandaba a recorrer mercados para indagar si la papa había subido de precio o el camote se mantenía igual o los limones se vendían a su peso, porque ella empezó el periodismo desde abajo, como todo periodista que se precia, compañero.

Después, ya más enamorada del periodismo, iría descubriendo los trucos y enjuagues del viejo periodismo, dicho esto con sonoro orgullo, porque ese periodismo era de guapos que no se corrían de nada, ni se achicaban ante nadie, ni menos por ser mujer, porque ella, que no hablaba de ellos y ellas, porque se sentía, en el fondo, igual a todos, estaba más bien preocupada por competir, sanamente, por la primicia, como todos los colegas.

Y rapidito aprendió los gajes del oficio. Pasó de un canal a otro, de un programa a otro, compitió y compartió con lo más granadito de los periodistas de su época.

Rosana no olvida a César Hildebrandt, Luis Iberico, Alejandro Guerrero, a los camarógrafos que son héroes anónimos que le enseñaron a buscar la noticia con alma, vida y corazón, compañero.

Jorge Saldaña: Con la maleta sin abrir
Y qué decir de Jorge Saldaña, cronista parlamentario por 35 años, sin prisa y sin pausa, casi radicado en el Congreso de la República, desde cuando lo formaron en Expreso, hasta que recaló en El Comercio donde permaneció casi 25 años y a quien yo presenté con el corazón henchido por la emoción y por mi ego colosal, como mi alumno en las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el que debió haber sido uno de los diez que aprobaban mi curso, vaya uno a saber.

El auditorio se hallaba impactado por las historias que salían de los labios de los panelistas. Jorge recuerda con cariño a sus viejos maestros, muchos de los cuales les dieron comisiones y le palmeaban el hombro, mientras que él les preguntaba si ya podía ingresar a planilla, porque, señor, también necesito comer.

“Vas a ser grande”, le decían, pero él necesitaba el trabajo y ser considerado como redactor de planta.

Las coleguitas se llevan un recuerdo
Hasta que ocurrió el milagro cuando el dueño del periódico, quien también era senador de la República, pidió un redactor que lo acompañara en su gira por las fronteras vivas del país.

Los viejos redactores se miraron y todos miraron al joven redactor que soñaba con ingresar a planilla. “Voy yo”, dijo Saldaña para consuelo de los que querían quitar cuerpo.

Cuenta que esa mañana se apareció en el Grupo Aéreo No. 8 con la maleta que mamá le había preparado con cariño, pensando en una gira de cuatro días.

“¿De quién es esa maleta”, preguntó el senador. “Es mía, señor”, respondió el redactor. “¿Y qué llevas ahí?, indagó el padre de la patria. “Mi ropa, señor”, contestó Saldaña. Es para los días que vamos de viaje, acotó.


No quería quedarse con la duda
“Si vamos y venimos el mismo día. No es necesario”, señaló el senador. Efectivamente, retornaron por la noche. “En una mano llevaba mi maleta. En la otra tenía el equipo que nos había dado la empresa. En el cuello llevaba colgada la máquina fotográfica. Así llegué al periódico, casi a la media noche para escribir las ocho carillas que me habían pedido que escriba”, recordó Jorge.

Y, claro, a los pocos días ingresó a planilla y desde entonces, ya nadie lo paró.

(Imágenes: Fotos de Pedro Navarro y Rómulo Luján de la Universidad Jaime Bausate y Meza).

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