lunes, 23 de septiembre de 2013

Neruda murió para vivir

Es considerado uno de
los más grandes poetas
de todos los tiempos

Pablo Neruda, Neftalí Reyes para el registro Civil de Temuco, Chile, murió el 23 de setiembre de 1973 cuando tenía 69 años, dos años después de alcanzar el Premio Nobel de Literatura y ganar un doctorado honoris causa en la Universidad de Oxford.
 
Apenas comenzada la primavera
Gabriel García Márquez lo considera “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma” y el crítico literario Harold Bloom, escribió que “ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él” y considera que Neruda es “uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos”.

Creo que hoy es bueno recordar uno de sus más grandes poemas –por lo menos uno de los que más me agrada leer una y otra vez, el Poema 20 de su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Aquí va:

Poema 20


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.


El viento de la noche gira en el cielo y canta.



Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.



En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.



Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.



Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.



Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.



Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.



Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.


Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.



La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.



Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.



De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.



Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.



Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



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