martes, 29 de noviembre de 2011

La sangrienta libreta de notas

Un psicólogo analiza
la enseñanza y da
lección magisterial

El siguiente artículo fue publicado originalmete por el autor
Luis Eduardo Daza, psicólogo areequipeño, en la página
de opinión del diario El Pueblo de Arequipa
(29 de noviembre-2011) de donde fue tomado para este blog.

Humillados y ofendidos

Por Luis Eduardo Daza

He tomado el título de una de las novelas del genial Dostoievski para este artículo porque describe de manera precisa lo que quiero tratar aquí, o sea, levantar la voz en representación de aquellos que no pueden: niños y adolescentes marginados, excluidos, lastimados, traumatizados y un largo etcétera.

Desde que me inicié en esta profesión de psicólogo, he dado una lucha permanente en favor de los más ofendidos en nuestro sistema escolar, los niños y adolescentes que las ven negras en el colegio y a quienes les colocan las notas con el color de su sangre, convirtiendo a su libreta en un papel sangriento, cuyo mensaje verdadero para su propietario es: “eres tonto”.

Lamentablemente las autoridades y demás geniecillos que dan sustento a este sistema escolar son verdaderos analfabetos emocionales, en el sentido de que no alcanzan a entender el verdadero daño psicológico que ocasiona una libreta de notas siniestramente violenta.

El baldón de los números rojos

No logran captar que los números, especialmente si se escriben en rojo, son proyectiles que van directo al corazón de la autoestima del niño. Estos números adquieren tal persuasión que el daño que ocasionan es irreversible. Ni el tratamiento psicológico más sofisticado podrá revertir el mal. Las heridas psicológicas, derivadas de prácticas escolares antihigiénicas, causan una cicatriz mental imborrable y dolorosa

A una jovencita que cursaba el segundo año de secundaria en un prestigioso centro educativo particular y que no alcanzaba a entender ni un ápice de lo que sus maestros le enseñaban, la hicieron repetir de grado. Al año siguiente, a pesar de ser advertidos sus docentes sobre las limitaciones intelectuales de la adolescente, la vuelven a reprobar.

Indignado me acerqué a ellos para saber la razón de tal desaprobación. Me contestaron: “Es que no logra los objetivos”. Esa fue la injusta y escueta respuesta. Cuando los programas escolares parten de estándares iguales para todos, la educación se convierte en proceso violento, injusto y doloroso para aquellos niños o adolescentes que no se adecuan a dichos estándares.

Los maestros deben considerar a cada niño de acuerdo con su nivel de promesa y no comparándolo con otros niños. Los profesores actuales, admítanlo o no, concretan gran parte de su labor trabajando con grupos y no con estudiantes en particular.

Dos veces reprobada


Lo que necesitaba la niña reprobada dos veces eran experiencias de acuerdo a su nivel que la ayude a formar la confianza en sí misma y le permitan enfrentarse a las situaciones nuevas sin miedo al fracaso o al ridículo.

Si el docente no es capaz de democratizar el aprendizaje, es decir, hacerlo accesible a todos los niños y niñas sin excepción, debe buscarse otro empleo. No se trata de regalar notas, sino de administrar sabia y estadísticamente las diferencias intelectuales y motivacionales que presentan los alumnos en el aula.

El verdadero termómetro de la competencia docente no lo indica el grueso de escolares que aprenden sin dificultad aparente, sino precisamente aquellos que la pasan mal. Los problemas de aprendizaje, en muchos casos, no son problemas de niños, sino incapacidad del docente, incapacidad que se expía de la manera más innoble y fácil: jalar.

Las dificultades que plantean los niños y niñas que no registran la velocidad “normal” para aprender puede ser superada desde el saque, y depende del objetivo general que se formule el profesor y la manera cómo lo resuelve.

Lección convertida en llanto

¿Qué pretendo en realidad con este grupo de alumnos que se me han asignado? ¿Quiero que sean bibliotecas andante o buenas personas?



'Burritos' y 'burritas'



Otra jovencita que estaba por terminar la secundaria no dejaba de llorar en las noches a causa de las lecciones que no entendía. Ella misma se autocalificaba como “burrita”. Una vez terminada la secundaria, en un acto de honestidad intelectual impresionante y abandonando toda pretensión académica, decidió estudiar secretariado.



Lo hizo tan bien que haciendo sus prácticas en su primer año de formación consiguió trabajo. Dos años más tarde pasó a ser secretaria de la presidencia de una gran corporación ganando un sueldo muy decoroso. A los cinco años de haber culminado sus estudios escolares se la veía conduciendo su automóvil, e irónicamente, sus “sabios” maestros la veían desde la calzada transitando a pie.

Niña aprende sin aula

¿Tiene usted idea de a cuántos “burritos” o “burritas” les va espléndidamente en la vida? Los niños y niñas no tienen que ser humillados y ofendidos a causa de no adecuarse a las expectativas curriculares. Las verdaderas evaluaciones no son esos exámenes con preguntas absurdas que nos plantean en las aulas, los verdaderos exámenes nos los toma la vida misma.

Casi todos los docentes parten del hecho de que todos los niños y niñas deben aprender las mismas cosas, con la misma velocidad y con los mismos materiales instructivos. Esto tiene que cambiar, de lo contrario, la escuela se convertirá en el principal espacio en donde se gestan neuróticos y acomplejados.

Si un maestro logra que sus niños sean sabios, felicítense, pero si logran convertirlo en una buena persona, adjudíquense una doble mención de sobresaliente y dense unas palmaditas de felicitación en la espalda. Basta ya de este sistema ofensivo y humillante. Es necesario cambiar de paradigmas. Hagamos de la ciencia una aliada del niño. Dejen de convertir la escuela en un paredón emocional (comentarios y crítica a
leda555aqp@hotmail.com).

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