domingo, 7 de agosto de 2011

Una catarata obstruía mi ventana

Operar catataras es una rutina
que da nueva visión de la vida
a centenares de pacientes



“Doctor, me ha dado usted una nueva ventana al mundo”, le dije al oftalmólogo Eduardo Loaiza Mendoza, cuando se cumplían dos semanas de la intervención de catarata a que sometió mi ojo derecho y cuando la visión había mejorado hasta permitirme ver la lejanía a ojo desnudo.



El doctor Loaiza Mendoza examina a paciente

El doctor Loaiza realizó la operación denominada “cirugía de cataratas por facoemulsificación”, que emplea rayos laser y es calificada como “un adelanto científico que ha simplificado la vida de las personas que sufren de cataratas”.

La catarata es una de las principales causas de ceguera pero se puede prevenir. Consiste en el “enturbamiento u opacificación” de aquel lente que tenemos dentro del ojo llamado cristalino. La catarata interfiere en la visión normal y distorsiona los colores.

Catarata obstruye la visión

El cristalino es aproximadamente del tamaño de una lenteja y se encuentra situado detrás del iris y la pupila. Se halla dentro de una cápsula transparente (como un celofán, ha señalado un especialista) que contiene una "gelatina" transparente, cuya función es enfocar los rayos de luz sobre la retina”.


Cristalino sano y con catarata

Cuando se opaca la "gelatina del cristalino" se bloquea el paso de la luz hacia la retina. Esto determina que la visión se torne borrosa. Al cristalino opaco se le llama catarata.

Según algunos especialistas, la intervención consiste en “perforar la cápsula anterior del cristalino y luego hacer presión sobre el ojo hasta lograr la expulsión del contenido del cristalino a través de la herida”. Después de limpiar los restos de ‘gelatina del cristalino’, se lo remplaza con un lente intraocular”.

Un nuevo lente

El doctor Loaiza me dijo durante uno de los varios controles postoperatorios a que me sometió, que él había practicado un corte sobre la córnea, extrajo la catarata y por el mismo corte había introducido el lente intraocular que ahora me permite ver a la distancia con toda claridad.

Dijo también que el día de la operación había practicado unas “15 o 16 intervenciones”, lo que me permitió interpretar que en aquella ocasión los cirujanos habían operado a una 60 personas en cuatro quirófanos diferentes.

Me tocó ese día operarme en una dependencia de oftalmología de EsSalud situada en la calle Las Lilas de Lince, en el barrio de San Eugenio.

Hay que reconocer que los pacientes son rodeados de todos los cuidados posibles y que tanto las enfermeras como los médicos a cargo de la intervención, adoptan todas las precauciones para evitar cualquier contratiempo.

Por ejemplo, me midieron la presión cuatro veces. La enfermera Maritza comprobó que, luego de dos horas de espera, mi presión arterial, generalmente entre 13 y 9 había subido a 17-11. Esperó a que bajara mientras el paciente se convertía en impaciente.

Luego de tres horas más y cuatro mediciones de presión, Maritza comprobó que ya estaba en condiciones de entrar al quirófano, donde el médico anestesiólogo me puso la banda en el brazo izquierdo y vigiló que la presión se mantuviera normal durante los 18 a 20 minutos que duró la operación.

A diferencia de otros tiempos, las intervenciones de cataratas son ahora ambulatorias.

Con sumo cuidado

El paciente en trance de intervención debe desnudarse completamente. Una asistente lo ayuda y guarda en una bolsa plástica a la que coloca un esparadrapo con su nombre. Luego lo abriga con una bata especial, que lo cubrirá durante la operación. A la salida, el paciente recibirá sus ropas y la asistente le ayuda a vestirse, con recomendaciones de “no baje la cabeza ni la mueva bruscamente”, “no haga ningún esfuerzo, yo lo ayudo”, “despacio, nadie lo apura”…

Luego uno sale de la clínica con un parche en el ojo operado y como mira a medias, le recomiendan siempre ir acompañado por un familiar.

Paciente recién operado

Al día siguiente el doctor Loaiza me sacó el parche, comprobó que todo estaba “normal”, pero yo sentí que no veía por ese ojo porque el párpado estaba casi totalmente caído, por lo que el médico me explicó que eso duraría hasta que los efectos de la anestesia se disolvieran, algo que tardó entre cuatro y cinco días.

Luego el párpado recuperó su altura normal y se puede mirar sin lentes, a lo lejos, todo lo que exista en el horizonte.

Ahora, tres semanas después de la intervención, puedo decir a los cuatro vientos que mis ojos han recuperado la visión de su juventud. Hay otros males que la edad trae consigo, pero si uno puede –y debe– aliviarse de las cataratas, acabará con un mundo borroso.


Sentirá que se le abre una ventana hacia la plena luz de la naturaleza, la lectura, las gentes que lo rodean, la computadora y la televisión, elementos con los que uno puede disfrutar y mejorar su vida.

Por eso, mi reconocimiento al doctor Loaiza y a todos quienes lo asistieron durante la intervención que me puso un ojo nuevo.


Luis Eduardo Podestá


1 comentario:

pavelgabi dijo...

Hola, soy un ávido lector del Gallito, me puedes invitar al blog por favor?