viernes, 13 de agosto de 2010

Ahora sí se puede ir sin pasaporte

Hubo un tiempo en que
el pasaporte arequipeño
fue obligatorio para todos



Ahora puede usted ir a Arequipa sin pasaporte y allá, en un paseo por el centro y por sus tiendas de souvenirs, conseguir un pasaporte simple o, por unos centavos más, un pasaporte diplomático de la “República independiente de Arequipa”.


Portada del pasaporte diplomático

También puede conseguir en las mismas tiendas la moneda arequipeña el characato de oro en billete o en dorada moneda que le servirá a usted para demostrar a) que estuvo en la ciudad blanca, b) que asumió deberes y derechos ciudadanos al adquirir su pasaporte y c) que siguió la corriente y demostró tener mucha correa para aguantar las bromas.

El inventor del pasaporte y la moneda es el “ccoro” (chiquillo), Willy Galdos Frías, ex alumno del Colegio Nacional de la Independencia Americana y arequipeño a ultranza, quien debe estar en los sesenta, si la memoria no me es infiel.

Billetes con el rostro de arequipeños ilustrres


Hice todos los esfuerzos posibles para ubicarlo telefónicamente. En Arequipa lo visitaba en su tienda de souvenirs de las galerías Gamesa, a cuadra y media de la Plaza de Armas, pero ayer y hoy me fue imposible conversar con él por teléfono. La Telefónica me dijo primero “ese número no existe” y luego de darme aparentemente el verdadero, nadie contestó.

Por esta omisión, les ofrezco solo una versión personal sustentada en los recuerdos y los valiosos datos y gráficos proporcionados por el periodista Teófilo Caso Oré, natural de Huancayo, quien vivió tantos años en Arequipa, cuando trabajaba en el diario Eco y luego en Correo, que estuvo a punto de “nacionalizarse”.

Escenas arequipeñas y plano de la ciudad

Galdos, autodesignado Cónsul General de la “república”, dijo en una suerte de reportaje a sí mismo en su revista El alfeñique, cuando su pasaporte adquirió carta de ciudadanía, que “para identificar a un verdadero arequipeño, en Marte, en Rusia o en la Cochinchina, deben tenerse en cuenta determinados atributos que son un sello característico en los auténticos arequipeños”.

Afirmó: “Un arequipeño, en términos generales, es un ser casi divino, bueno y moralmente sano, y muy especial. Ama a su tierra por sobre todas las cosas porque se siente parte de ella, como dice el verso de Mario Cavagnaro: "Cuando yo muera que me entierren en tu suelo y algún día bajo el cielo, unas flores crecerán… será mi alma asomándose a la vida desde mi tierra querida para ver a mi volcán".

Gran sello de la "república"

“El arequipeño es mezcla de lava y volcán”, prosiguió, “absorbe la savia de la belleza que es parte de él, y por eso es orgulloso. Un verdadero characato no le aguanta pulgas a nadie. Se dice que cuando Dios creó al hombre tomó al arequipeño como modelo”, añadió.

“De nuestras mujeres diremos que son una ofrenda a la belleza, inteligencia y fieles hasta la muerte, pero tremendamente celosas y tan ‘manolargas’ (golpeadoras), que le bajan los humos al más pintau”, remarcó.

El ingenioso Willy, creador también de la revista político-humorística El cocacho, es un destacado miembro de aquella legión de artistas, dibujantes y caricaturistas en que Arequipa es pródiga. (Izquierda: un cocacho en tiempo de elecciones)

Si no, recuerden a los caricaturistas Málaga Grenet, Benavides Garate, Raúl Valencia, Osorio, Molina, Julio Fairlie y al mismo Willy Galdos, a los pintores Teodoro Núñez Ureta, Vinatea Reinoso, Casimiro Cuadros, Mario Agostinelli, Víctor Mendivil, Carlos Trujillo, Manuel Morales Guzmán, José Marcelo Uría, Alejandro Núñez Ureta, Carola Arrisueño, al retratista Marcelo Martínez Gómez, y a decenas de otros artistas de lo serio y del humor profano.

El pasaporte serio

Pero, ¡un momentito! Hubo un tiempo –trágico sin duda– en que Arequipa fue la capital del Perú y en consecuencia emitió sus propios pasaportes.
Una reseña histórica recuerda que “a partir del 6 de setiembre de 1882 (años de la guerra de Inglaterra y Chile contra el Perú y Bolivia), el vicepresidente encargado de la Presidencia, contralmirante Lizardo Montero, como medida de prevención y seguridad, mediante Decreto Supremo, ordena la emisión de los pasaportes en Arequipa, como documento legal para poder entrar o salir de la Ciudad Blanca”.

Así, pues, desde esa fecha hasta el 31 de diciembre de 1882 se expidieron 107 pasaportes por un costo de 3.60 soles cada uno, con lo que, decían los burócratas de entonces, se cubrían los gastos de elaboración del documento, que por lo demás era de uso obligatorio, con amenaza de sanciones a los infractores, quienes podían ser devueltos a sus lugares de origen, acusados y encarcelados por desacatar la disposición.

Entre quienes recabaron sus pasaportes “expedidos por el Ministerio de Gobierno, Policía y Obras Públicas” estaban los franceses Eugenio Pujol, Carmen Coutourier, Carlos Smoke, Enrique Ganet, Domingo Abadio y Evaristo Pablo Duelos, los italianos Esteban Caspenetti, Flavio Gallino, Serafino Agustini y Eugenio Mosca Sies, el austriaco Pedro Buscovich, los peruanos Federico Abril, Liadoro Benavides, Martina Chalcotupac, Manuel H. Chalcotupac, Carolina Herrera, Manuel Aguirre, Manuel B. Gamarra, Gerónimo Rondón, Manuel Postigo y Felipa Espinosa, los ingleses Alejandro Cochrane, Thomas Joseph Helaby y Guillermo Gibson, los españoles Eduardo Vidal y Joseph Iturburu, la argentina Carmen Briones de Ganet, el alemán Conrado Estel, y el boliviano Saturnino Vargas.

La disposición fue publicada en el diario “El Peruano” que por esos días se editaba en la ciudad.

Fabricación de un arequipeño, según Willy

El comentarista dice que “la entrega de los pasaportes y la dación de leyes, sin duda alguna, ayudaron a preservar la vigencia del Estado y del Gobierno en un período histórico crucial para el país, al margen de los gastos ocasionados por el Gobierno de Montero y toda su gente, sosteniendo un gobierno parásito, que vivió de lo más bien, haciendo morir al pueblo y al ejército de hambre”.

Como resultado de aquellas acciones, Lizardo Montero, quien se llevó a Puno las tropas regulares y las pocas armas existentes en la ciudad, fue repudiado y una muestra de ello es que ninguna calle, avenida o parque lleva su nombre.

Había, dicen los historiadores, entre ellos el padre Rubén Vargas Ugarte, unos 10 mil ciudadanos arequipeños dispuestos a defender la ciudad de una inminente invasión enemiga, se entrenaron con fusiles de madera a la espera de las armas que debía traer el comandante Leyva, quien, por órdenes de Montero, nunca llegó a Arequipa.

Pero esos fueron otros tiempos. En estos días, cuando se cumplen los 470 años de su fundación española, la Ciudad Blanca celebra con sus hijos y sus visitantes, aunque no tengan pasaporte, en paz y con inmensa alegría su fiesta más grande.



Luis Eduardo Podestá

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola soy un joven y escuche a unos amigos hablando que Arequipa quiere separarse de Peru? en sierto eso? dicen que no son Peruanos? e buscado pero aun no lo entiendo.
ahora que tamos 2011 aun los Arequipenos quieren separarse del Peru? o es cosa del pasado?
es que me sorprendio eso que dicen mis amigos que Arequipa quiere separarse del Peru. wow
seria una pena si Arequipa no aiga en el Peru.

Anónimo dijo...

Hola:

Al lugar donde vayamos los arequipeños, siempre llevamos en el corazón nuestra Arequipa, como dice la canción, que me entierren en tu suelo...