domingo, 17 de julio de 2016

Pollo a la brasa en canastitas

En tiempos en que aún
no se había instituido el
Día del pollo a la brasa

Aún no se había instituido el Día del pollo a la brasa, pero se comía en todos los barrios y en algunos de ellos, se servía como plato realmente original, en canastitas de carrizo, donde la mitad del pollo se recostaba a la perfección, junto a una guarnición de papas fritas.

 
Sin canastita pero igualmente sabroso
Como usted recordará, el pollo a la brasa tiene su historia épica desde cuando el ministerio de Cultura decidió en 2004 declararlo Patrimonio cultural de la nación. Posteriormente, en 2010, se instituyó el tercer domingo de julio, cerquita nomás de las Fiestas Patrias, el Día del pollo a la brasa.

Pero el pollo a la brasa ya era un ícono de las fiestas familiares y refugio de bohemios que no llegaban al caldo de gallina madrugador y preferían cortar la juerga a medianoche con una dorada ave rodeada de papas fritas y ensalada. Eran otros tiempos.

Yo conocí al pollo a la brasa cuando "bajé" a Lima, sobre una elegante servilleta de tela, acurrucado, por describirlo de alguna forma, en una canastita de carrizos, rodeado de papas fritas. La ensalada de lechuga, tomate y otras hierbas, iba separada en plato especial al centro de la mesa.

Con gran acompañamiento
Eso es, por lo menos, la forma en que la servían en un restaurante de la décima cuadra de la avenida Brasil, y en algunos del jirón Trujillo, en el distrito del Rímac.

Como recuerdo en una nota escrita el 18 de enero de 2012 en este mismo espacio, “le ponían a usted un depósito con agua tibia y limón porque, como no había cubiertos, era obligatorio agarrar al pollo y su guarnición de papas fritas con las manos, las que, obviamente, había que lavar al final de la contienda gastronómica”.

En aquella pollería de la avenida Brasil, el dueño del establecimiento, hacía sentir a todos como si fueran clientes muy especiales. Se acercaba a las mesas para preguntar si el pollo que acaban de consumir les había agradado, porque, estaba seguro de que era el “mejor pollo a la brasa de Lima”.

Dicen que se enaltece con recetas secretas
A todo el mundo le decía que tenía una receta secreta para que su pollo fuera el más sabroso de la capital y muchos le creían. Después confesó que era un agregado de sillau con que daba una brochada al pollo que giraba sobre el fogón, lo cual lo convertía en algo muy especial, según él.

En esos tiempos, la década de los años 60-70, el pollo a la brasa era una suerte de plato nacional y creo que en determinado momento llegó a ser más popular que el cebiche, actual monarca de las gastronomía criolla.

En aquellos tiempos también, valga como anécdota pollera, en la avenida La Colmena, a pocos metros de la plaza San Martín, tuve la ocasión de ver a dos choferes colectiveros –de allí salían los colectivos al puerto del Callao–, cada uno con su pollo agarrado de las patas, disfrutar a mano alzada del manjar que tenían mientras esperaban que se llenaran sus coches.

Buen día para disfrutar con la familia
Y bien, la gastronomía peruana ha avanzado a pasos enormes en las siguientes décadas y no solo erigió días especiales para el pollo, sino para el cebiche y otros potajes que causan la envidia de algún otro país que trata de hacer suyas golosinas como el suspiro a la limeña y hasta el pisco sour, bebida insignia peruana.

Pero por hoy dediquémonos al pollo a la brasa y rindámosle el homenaje que merece.

(Imágenes de Internet)

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