jueves, 7 de enero de 2016

¡Tanto escándalo por un carajo!

Carajo de Nano Guerra no es
para persignarse como si
hubiera invocado al diablo

Nota del editor - Vista la inminente llegada de nuevas elecciones (deseo ciudadano que ojalá no se frustre), me parece de toda actualidad, revivir, con la ayuda del eficiente calendario de Facebook. una nota que publiqué en este blog el jueves 7 de enero de 2016, luego de que Nano Guerra García, el hombre de la playa, ensayó un carajo como interjección y entró en el pabellón de la fama. Aún vigente el congresista playero, merece, creo, recordar por qué la palabra carajo (o caraja en versión femenina) no perderá su vigencia por los siglos de los siglos.

Por Luis Eduardo Podestá 

Las olas levantadas por Nano Guerra García, candidato presidencial de Solidaridad Nacional (SN), el partido amarillo de Luis Castañeda Lossio, alcalde de la tres veces coronada villa, han sido tantas que han llegado a las costas del Jurado Especial de Elecciones (JEE) que inició un proceso contra el carajeador.

Solo le permitieron un carajo
Como consecuencia, el seriote diario El Comercio, informó que el tal “JEE Lima Centro 1, que preside Manuel Miranda Alcántara, determinó iniciar un proceso sancionador” contra SN “para determinar si ha cometido una infracción a la Ley Orgánica de Elecciones relacionada con propaganda electoral prohibida, ello por atentar contra las buenas costumbres y la honorabilidad de los candidatos”. (¡!)

Algo más. El spot original que escandalizó al JEE llevaba toda la palabra y en el segundo –y me imagino que en todos los demás– el carajo fue castamente cubierto con el pitido con que habitualmente se anulan las groserías que pronuncian los entrevistados o los espontáneos que aparecen en los canales de televisión.

Para comenzar, carajo es una palabra de respeto por sus barbas y canas, primero por su antigüedad y segundo porque los diccionarios españoles de toda índole le han dado carta de ciudadanía.

Mandó al carajo a contrincantes (¿le harán caso?)
Además, es un término democrático que lanza el rey, quizá también el Papa y la mujer más guapa y de lanzarlo nadie escapa en los círculos más elevados y públicos y en los más confidenciales y secretos. No es exclusivo del cuartel.

Carajo es una interjección que se presta para todos los gustos, situaciones, condiciones y estatus de gente bien y gente mal, que se pronuncia como muestra de admiración (¡eres un carajo!), de furia (¡fuera de aquí, carajo!), de desprecio y desapego (me importa un carajo).

Puede usarse como amigable recomendación (saca los pies de ahí, carajo), de remordimiento y adverbio de cantidad (esa fiesta me costó un carajo de plata), de amonestación (deja de molestarme, carajo), como expresión de diferente opinión (¡¿qué cosa dices, carajo?!) y así, hacia un largo y divertido etcétera.

Término democrático para todas las situaciones 
Tampoco es privativo del género masculino porque el famoso y respetado Diccionario de la Lengua Española (edición 23) dice en su primera definición “carajo, ja”, lo cual significa que es aplicable también al bello sexo y se puede decir “esa es una caraja”, porque la Academia lo permite.

Tan democrático es el “carajo, ja” que lo usan países de todo régimen como Colombia, Costa Rica, Honduras, República Dominicana y Venezuela como término despectivo, aunque también creo que le dan otros usos más ponderados. Ejemplo: “Ya está aquí ese carajo” y aplicable también al sexo contrario: “Recién llega esa caraja”.

En otros países y en el Perú donde juramos que hablamos la lengua de Cervantes, el carajo es utilizado hasta en la sopa y parece, sin confirmación, que en las propias ceremonias religiosas, porque no por gusto tenemos un cardenal que dijo que los derechos humanos son una cojudez, término que, viéndolo bien, es un poquito más picante que el carajo, salvo mejor opinión.

El sabio diccionario dice que carajo sirve para expresar un fuerte rechazo de algo o de alguien (al carajo tus consejos), para expresar sorpresa, contrariedad, dolor  (¡ay, carajo!), describir algo “grande o intenso” (se dio un susto del carajo, hace un frío del carajo).

Lo que dijo Nano García estuvo inspirado en el Diccionario (“adj. despect. Despreciable, enfadoso o molesto. Un imbécil del carajo. Irse algo al carajo”).

Sepa dónde está el carajo original
Ahora bien, para evitar que usted mande al carajo este pequeño ensayo sobre tema tan sublime cuando recién amanece la campaña presidencial, permítame decirle que carajo es esa “pequeña canastilla que se encontraba en lo alto del palo mayor de las antiguas naves” a vela.

Como habrá comprobado en sus estudios de la historia, esa canastilla estaba ubicada en lo alto del palo mayor, y allí era adonde mandaban a los vigías de la Edad Media para que avisaran “¡Tierra, tierra!” como lo hizo Rodrigo de Triana, con entusiasmo y alegría, después de meses de ver solo un mar inacabable.

No se sabe porque la historia no lo consigna, si el buen Rodrigo estuvo allí de buena voluntad o lo mandaron en castigo por alguna falta, porque la verdad es que el carajo de los viejos barcos de vela era una zona de castigo.

Estar en el carajo era un castigo

“Cuando un marinero cometía una falta se lo mandaba al carajo en señal de castigo (o se lo ataba al palo mayor)”, dice el portal Enseñanzas Náuticas, que precisa que era el carajo “donde se manifestaban con mayor intensidad los movimientos del barco”.

Es decir que “cuando el marinero bajaba del carajo, estaba tan mareado que no servía para nada”.

Enseñanzas declara luego: “Hete aquí por qué cuando queremos perder de vista a alguien usamos la expresión vete al carajo”, o sea, lo mismo que ha hecho Nano Guerra frente a quienes disputan con él, el sillón de Humala, el mismo que para 18 de los 19 candidatos, está más lejos que el carajo.


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