miércoles, 26 de octubre de 2011

Hay que lincharla por sobrevivir

Luego nos extrañamos
de que Rosario haya
“arremetido contra la prensa”

Hace meses que asistimos sin mayores reacciones al linchamiento mediático de una mujer que cometió dos pecados. Primero: Sobrevivir cuando debió estar muerta junto a su pareja y, segundo, sonreír cuando debía presentarse llorando ante la televisión y los periódicos.

Leemos en un cintillo agregado por los editores nacionales de televisión a la entrevista que la cadena de noticias CNN le hiciera, “arremetió contra la prensa”, como si ella, Rosario Ponce, debiera tenerle consideración después de siete meses de atribuirle participación un crimen que no sabe si es crimen.



Su pecado fue sobrevivir

Por supuesto, hay honrosas excepciones entre ese cargamontón de periódicos que, armados de la palabra –el bien sagrado que los periodistas debemos manejar con prudencia, responsabilidad y humanidad– lapidaron a una joven sugiriendo que tenía que ver con la muerte de su acompañante.

Abstracción hecha de lo que sienten familiares de quien se ha comprobado, es el cadáver del estudiante Ciro Castillo, por qué no pensar que antes de su trágica muerte, él vivió algunos de los momentos más felices de su vida.

Imagino a la pareja Ciro y Rosario en medio de la soledad de las montañas iluminadas por el sol de principios de abril. Vivían el idilio que combinaban con el afán de realizar una experiencia exigida por sus estudios universitarios.

Luego se produjo la tragedia. Ella se sintió mal –comenzó a menstruar y además tenía un sangrado que no era normal– y comprobaron que se hallaban perdidos entre las crueles cumbres y abismos de una cordillera inhóspita, con fríos y calores extremos, según fuera de noche o de día, y en medio de una aplastante soledad.

Ciro, héroe de sacrificio y solidaridad

Ciro tuvo la valentía y el coraje de ir en busca de ayuda, mientras Rosario se quedaba y ahorraba fuerzas, y se cuidaba como seguramente sabía que debía hacerlo. El estudiante tomó el camino que creía correcto pero se encontró con la tragedia en un lugar donde el más leve paso en falso puede resultar fatal. Su gesto de solidaridad y su decisión de buscar ayuda no deben quedar olvidados.



Rosario fue rescatada días más tarde y sintió que Dios le había dado una segunda oportunidad y le abría un nuevo camino en su vida que ella pensó dedicar a su hijo. Creyó que Ciro seguía con vida, perdido en algún lugar de aquel agreste paisaje que solo hay que ver de lejos. Y los días pasaron…

Entonces, como no lloraba, lo que hubiera sido aconsejable para satisfacer el morbo de la sociedad en que vivimos, había que formar un tribunal estilo inquisición, juzgarla y condenarla, y no hacer caso de su defensa, de su expresado deseo de abrir un nuevo capítulo en su vida para ella y su hijo.

No, de ninguna manera. Había que abrir las compuertas de la sospecha, del empujón aleve en la cumbre de la montaña donde ellos habían vivido unos días de felicidad según se ve en las últimas fotografías que se tomaron, había que mover a las masas para que lanzaran la primera y las mil piedras que siguieron en esta lapidación.

La montaña se cobró una vida

Y luego, coleguitas periodistas, nos extrañamos de que haya “arremetido contra la prensa”, es decir, le queremos prohibir el derecho a la defensa propia, nosotros, los que no le hicimos caso y cuestionamos o no dimos importancia a lo que ella declaraba y tergiversamos sus palabras y levantamos las de quienes animaban la sospecha de un crimen.

Hubiéramos querido que los dos murieran porque esa era la justicia divina que queríamos para llenar nuestras páginas y nuestros noticieros. Su pecado, lo dijo una extraordinaria periodista y abogada fue no llorar.

¿Por qué no lloraste, Rosario? Si hubieras derramado lágrimas, aunque hubieran sido teatrales, insinceras, si te hubieras mesado los cabellos en lugar de sentirte feliz y decir que Dios te dio una nueva oportunidad y te devolvió a la vida, te hubiéramos perdonado.

Como no lo hiciste y vives, te condenamos a morir en la hoguera encendida por ese periodismo que tiene harta experiencia en linchamientos. Recordemos solo la época en que la dictadura dictaba titulares y opiniones editoriales y los pagaba bien.

De lo que debemos dolernos, coleguitas, es de comprobar que luego de diez años de democracia y libertad de prensa no hayamos aprendido a utilizarla y respetarla para el bien de nuestra sociedad sino a hacer con ella todo lo que nos prohíben la ética, nuestra conciencia, nuestra solidaridad humana.

Luis Eduardo Podestá

2 comentarios:

Paul Cam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Paul Cam dijo...

Completamente de acuerdo con lo opinado. La desgracia de la joven ha sido no satisfacer la sed de morbo del país, que a dejado de lado temas de mayor transcendencia por ver en programas de farándula las incidencias del caso. Además de ello, cierto sector de la prensa sin el menor desparpajo ha inundado de titulares los puestos de periódicos con el único fin de generar mayor tiraje acusando a una persona presuntamente inocente. Una lastima que en un país en evidente mejora económica, ello no se traduzca en una sociedad mas enriquecida tanto ética como moralmente.