jueves, 21 de julio de 2011

Peleas de toros, una casualidad

Fueron inventadas por el
chacarero que quiere y engríe
a los toros como a sus hijos


Juan Guillermo Carpio Muñoz, profesor jubilado de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), ha investigado durante medio siglo las peleas de toros en Arequipa y afirma que “son hechura del hombre del campo, de los chacareros de Arequipa”.

Una pelea de igual a igual

El fruto de sus investigaciones es un libro que ha titulado Arequipa y sus peleas de toros y que será entregado a la imprenta el 1 de agosto próximo.

Juan Guillermo, bajo el sol de las nueve de la mañana, a 10 metros del nivel del Callejón Bayoneta, del viejo barrio de San Lázaro, sobre el mirador particular en que ha convertido parte de la azotea de su casa, desde donde se domina lo que queda del paisaje arequipeño en 360 grados, se entusiasma al hablar de las peleas de toros y sus investigaciones.

Carpio Muñoz, 50 años de investigación

“Este será el primer estudio serio sobre el chacarero de Arequipa, porque los toros de pelea, una afición tan nuestra, son en realidad hechura de los chacareros, que nunca han sido estudiados en su historia, sus costumbres, su forma de ser”, anuncia.

Por el honor de la familia

Para él, corrida de toros y pelea de toros son dos espectáculos absolutamente diferentes: “Son dos fiestas taurinas. En una se da la lucha entre el animal y el hombre, en la otra entre dos animales. También los toros que participan son muy distintos, dos razas. El toro de las corridas español, es criado en una forma. El toro de pelea arequipeño tiene otra forma de crianza”.

Los crían como un hijo más

Se emociona: “Se pueden encontrar mil diferencias y hacer mil comparaciones, pero la verdad es que el toro de pelea arequipeño es una especie de mascota del chacarero, es su engreído, uno más de la familia, lo cría desde niño, digo desde ternerito, luego lo saca a defender el honor del chacarero, el honor de la familia, el honor del pago de donde procede…”.

Toda fiesta patronal o aniversario distrital y de la misma Ciudad Blanca, quedaría incompleto si no se matiza con peleas de toros, debidamente programadas por la Asociación de Criadores de Toros de Pelea, y que, a diferencia del pasado, cuando se desarrollaban en plena chacra, ahora tienen coliseos especialmente construidos para alojar al público e impedir riesgos de accidentes.

Autor de Diccionario de arequipeñismos

El profesor Carpio Muñoz, es autor de un Diccionario de arequipeñismos en que ha reunido más de 3 000 voces del hablar costumbrista de la Ciudad Blanca, de un estudio sobre Francisco Mostajo que ha titulado Texao, y de un singular libro de poesía titulado El vuelo fugaz, de 7.5 por 10 centímetros, en cuya presentación resume el contenido: “La vida, / la muerte, / la alegría, / el dolor, / la suerte, / la fama, / la belleza, / el arte, /el miedo, /, el amor, / y el sexo, / vistos por la mirilla / de la tauromaquia.

Juan Guillermo Carpio se niega a revelar cuando se originaron las peleas de toros en Arequipa. Solo dice que las corridas de estilo español habrían aparecido en esa ciudad, unos diez años después de su fundación, esto es, alrededor de 1550.

La versión de Marove

Pero el periodista Manuel Rodríguez Velásquez (Marove), veterano especialista en peleas de toros, autor de varios libros y artículos sobre el tema, afirma que “las arequipeñísimas peleas de toros nacieron por casualidad, en un tiempo anterior a los tranvías y cuando existían intocados los andenes y las chacras de la campiña arequipeña”.

Se refiere a los principios del siglo, y afirma que según la leyenda que le contaron chacareros en la época en que era redactor del diario El Pueblo, las peleas de toros se originaron por casualidad.

Se programan para fiestas patrias

“Antes de la aparición de las máquinas agrícolas, los chacareros utilizaban yuntas de bueyes para arar sus campos. Conducían sus parejas de bueyes a través de sus sembríos y no fue raro que, en disputa por una vaca, los toros comenzaran a pelear, algo que se convirtió primero en un entretenimiento y luego se extendió a la campiña arequipeña”, refiere Rodríguez Velasquez.

“Luego el entretenimiento se convirtió en afición que atrajo a decenas, cientos de campesinos. Comenzaron a hacer apuestas y a criar a sus toros especialmente para las competencias públicas”, prosigue.

El periodista Rodríguez Velásquez conoció y vio pelear alrededor de los años 50 del siglo pasado, al famoso toro Menelik, de propiedad de la familia Castro de Paucarpata.

“Peleó 12 veces y salió invicto. Sus dueños embalsamaron su cabeza que era paseada como una curiosidad, durante las procesiones de antorchas que los alumnos del colegio nacional de la Independencia Americana programaban por el aniversario del plantel”, recordó.

Por su parte, la Asociación de Criadores, Propietarios y Aficionados de Toros de Pelea de Arequipa, dice en una presentación de su razón de ser que “los desafíos más emocionantes, eran los que se hacían de banda a banda, es decir la banda derecha del río, contra la izquierda y dentro de estas bandas, los pequeños pagos que existían”.

El vencido deja el campo a su rival

La Asociación ha establecido un programa de actividades que señalan para el próximo 28 de julio una pelea de toros en la Villa de Zamácola y otra el 29 en el distrito de Yarabamba, y un reglamento que es “la biblia” de las competencias, donde los jueces tienen la última y definitiva palabra cuando se producen discrepancias.

A diferencia de las corridas de toros traídas de España, las peleas de toros de la campiña de Arequipa muy rara vez terminan en la muerte de uno de los contrincantes. La verdad es que, por lo general, el toro que se siente vencido, vuelve grupas y sale a la carrera de la arena.


Luis Eduardo Podestá

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