domingo, 3 de julio de 2011

Google: Paulet peruano universal




El pionero de los viajes
espaciales fue hijo de
campesinos de Arequipa


En la primera cuadra de la calle Junín, en el aún campesino distrito de
Tiabaya, al oeste de Arequipa, en una casa de la cual nadie tiene hoy el recuerdo, nació el 2 de julio de 1874, quien habría de ser el precursor de los viajes interplanetarios, el científico escasamente reconocido en su misma patria, don Pedro Paulet Mostajo.

Pedro Paulet, junto a la galaxia que quería explorar

Google, el moderno y más prestigiado buscador de datos de la era actual, le rindió un homenaje mundial el sábado 2, al incluir en su “doodle” o logotipo, la imagen del avión torpedo –más tarde rebautizado como auto bólido– inventado por Paulet, y que lo erige como el precursor de las exploraciones del universo.

Google recordó el nacimiento de Paulet

Antes, Google rindió homenaje a personajes de la historia universal como Gutenberg e Isaac Newton y la mención y el recuerdo de Pedro Paulet, convierten a este arequipeño en un peruano universal.

El avión torpedo con ala delta

Paulet diseñó y construyó el motor de su avión en 1907. Pesaba solo 2.5 kilos y tenía un empuje de unos cien kilos, gracias a sucesivas 300 explosiones por minuto, provocadas por un combustible de “propelente líquido” en lenguaje especializado, consistente en una mezcla de peróxido de hidrógeno y gasolina.

El avión torpedo, al que en el futuro Paulet prefirió llamar “auto bólido” tenía como base de su diseño un motor a reacción y alas delta que formaban una punta de lanza para eliminar en lo posible la resistencia del aire. Estaba provisto de una cabina interior adecuada para una tripulación de dos o tres personas, revestida exteriormente por una capa resistente a las condiciones espaciales y de la fricción con la atmósfera.

Le dio diseño aerodinámico

Paulet dijo que eligió el diseño esférico de la cabina porque esta forma geométrica es más resistente a las presiones externas producidas por el medio ambiente y permite completa libertad de movimiento a la tripulación. El diseño consideraba paredes térmicas y la producción de energía para los instrumentos por medio de baterías termoeléctricas.

Al respecto, un técnico de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) comentó: “Tanto el carburante como el oxidante se encuentran almacenados en tanques separados y son mezclados en la cámara de combustión donde por medio de una bujía se produce una chispa que provoca la ignición. Esta combinación generaba poderosos gases que eran expulsados al exterior a alta temperatura, y como consecuencia se producía una reacción que hacia elevar al vehículo”.

El niño de los cohetes

Paulet, reconocido hoy como el precursor peruano de los viajes interestelares, era un niño aún cuando comenzó los experimentos que lo llevarían a los altares de la ciencia universal.

Se puede afirmar que los primeros viajeros del espacio fueron los ratones que Paulet instalaba en sus cohetes cuando, a los 11 años de edad, en su natal Tiabaya, desarrollaba experimentos para demostrar que los aviones a chorro iban a ser una realidad en el futuro.

En los experimentos que realizaba en su nativa Tiabaya, utilizaba trozos de carrizo rellenos con pólvora reciamente atados con hilos encerados, para lanzar cohetes al espacio con el peso adicional de roedores, piedras o trozos de metal.

Calle Junín de Tiabaya, donde nació

Seguía el ejemplo de los fabricantes de fuegos artificiales que abundan hasta hoy en Arequipa, pero sus fines eran distintos. No quería adornar el cielo con luminosos chispazos multicolores en las fiestas patronales. Él trataba de atravesar el aire para llegar a las estrellas.

El hecho es que los experimentos de su niñez adquirieron seriedad y desarrollo cuando produjo inventos como la rueda o “girándola”, a la que aplicó turborreactores que le hacían dar vueltas sobre el mismo sitio hasta que el combustible se agotara o como el avión torpedo, que en realidad fue una máquina para viajar al espacio.

Paulet había eliminado de sus proyectos la hélice, el único dispositivo que, entonces, a fines del siglo XIX y principios del XX, podría levantar el vuelo de un elemento más pesado que el aire.

Tampoco utilizó el vapor, la electricidad o la combustión interna, elementos usados en su época para mover barcos, automóviles y otras máquinas.

Al diseñar su avión torpedo, Pedro Paulet usó fuerzas retropropulsoras provocadas por cohetes. Era lo mismo que los científicos alemanes, ingleses, rusos y norteamericanos comenzaron a experimentar durante la Segunda Guerra Mundial, medio siglo después del avión torpedo de Paulet.

Hijo de campesinos

Pedro Paulet fue hijo de Pedro Paulet y Antonia Mostajo. Luego de terminar su primaria, estudió su secundaria en el colegio nacional de la Independencia Americana y más tarde ingresó a la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.

A los 19 años quedó huérfano de madre. Al año siguiente, 1893, en reconocimiento a su excelencia académica, recibió una beca del gobierno peruano, y viajó a Francia. Asistió a conferencias que el profesor Marcelin Berthelot ofrecía en la Universidad de Francia.

En la Sorbona estudió ingeniería y arquitectura. Pero su afán por descubrir la forma de conquistar el espacio, lo llevó a matricularse en la facultad de Química, donde Berthelot se convirtió en su principal asesor. Inició entonces sus experimentos para preparar el combustible adecuado que activara sus cohetes.

Tenía 21 años cuando obtuvo el título de Ingeniero Químico en el Instituto de Química Aplicada de París. Rechazó siempre la imitación de los pájaros por el hombre que quería volar, algo que hicieron nuestros antepasados desde mucho antes de los diseños de Leonardo de Vinci.

Hay que tener en cuenta que si la naturaleza hubiera querido hacer del hombre un ser volador, lo hubiera dotado de un esternón de dos metros y medio y le hubiera dado huesos huecos. Pero no es así, y debemos resignarnos a caminar.

Lo primero que experimentó fue la girándola motriz, una simple rueda de bicicleta en cuyo aro había instalado tres cohetes unidos a los radios. Los experimentos con la girándola y los ruidosos explosivos se realizaban en un galpón, y causaron no solo alarma sino una denuncia de los vecinos ante la policía.

Paulet fue arrestado y estuvo a punto de ser acusado de terrorista, pero el profesor Berthelot explicó a las autoridades la naturaleza de los experimentos y fue puesto en libertad.

Todos preferían la hélice

Cuando tuvo su avión torpedo, buscó el apoyo de industriales que lo financiaran. Pero los técnicos y empresarios de entonces prestaban mayor atención al uso de la hélice que él había desechado por obsoleta.

La hélice estaba en su momento, y tuvo la virtud de desplazar, debido a la miopía de la sociedad de entonces, a los inventos de Paulet, con lo que el mundo no hubiera tenido que esperar un siglo para lanzarse a la conquista del espacio.

Lo que queda de la casa natal

Así, pues, Pedro Paulet Mostajo, debe ser entendido ahora en su verdadera dimensión, algo que no hicieron ni las autoridades peruanas ni las de Europa, donde vivió durante muchos años.

En 1928, el millonario industrial norteamericano Henry Ford, le ofreció un millón de dólares por el auto bólido, con la condición de que renunciara a la nacionalidad peruana y adoptara la norteamericana, a fin de patentar esa máquina como invento de los Estados Unidos. Paulet rechazó la oferta.

El mismo año, la Sociedad de Astronáutica de Alemania le invitó a unirse a esa comunidad científica que estudiaba la propulsión de cohetes. Aunque era la mejor ocasión de probar su invento, Paulet la rechazó porque se enteró de que el propósito real de los estudios era la fabricación de un artefacto de guerra que doblara el alcance del más moderno cañón británico.

No estaba equivocado. Los alemanes desarrollaron las bombas V-2 inspiradas en el principio de los cohetes de Paulet, con las que bombardearon Londres en las postrimerías de la guerra, entre 1944 y 1945.

El archivo que nadie quiso ver

Era cónsul del Perú en Amberes, Bélgica, cuando confesó: “Tuve que abandonar mis trabajos. No encontré eco favorable. Los pilotos y los inversionistas se habían entusiasmado con las máquinas movidas por hélices. Creían que los cohetes eran una locura. Y no hay peor fracaso que el de un cónsul entregado a inventos, al parecer quiméricos”.

Paulet, el genio incomprendido de finales del siglo XIX y principios del XX, había de sufrir aún más, debido a las consuetudinarias trabas burocráticas de que ni el Perú ni la mayoría de las naciones del mundo han podido librarse ni siquiera en plena era espacial.

En 1935, cuando el gobierno del Perú lo llamó para que dirigiera el departamento comercial de la Cancillería, juzgó que era el momento de aprovechar su cercanía a las autoridades y envió al ministerio de Aviación, un archivo completo de sus experimentos.

Esta placa lo recuerda

Nadie le respondió una letra, ni siquiera para acusar la recepción de los documentos. El mismo dossier fue enviado dos años después a la embajada de Gran Bretaña y también recibió el silencio como respuesta.
Ya en la década de los 40s y cuando se encontraba en Buenos Aires como miembro de la legación peruana, Pedro Paulet leyó que Frank Whitle, piloto de pruebas norteamericano había realizado con éxito un vuelo en un avión impulsado por un motor a reacción.

El 30 de enero de 1945, afectado seriamente por la sordera, y por las muchas frustraciones que había sufrido, esperaba una respuesta de Lima, a una solicitud que remitió a la Cancillería para que se concretara un ascenso al que tenía derecho y que llevaba ya diez años de retraso.

Ese mismo día recibió la respuesta: la Cancillería le notificaba su pase a disponibilidad por límite de edad. También ese mismo día, el chico de Tiabaya que ensayaba cómo llegar a las estrellas, con cohetes de carrizo rellenos con pólvora, atados con una pita encerada, y quien ya anciano recibía su cesantía en Buenos Aires, dejó de existir.

Estatua dorada a la entrada de Tiabaya

No hay un parque, avenida, o simple jirón en Lima o calle en Arequipa que lleve su nombre. Solo a la entrada de Tiabaya, en una pequeña placita remodelada hace unos años, hay una imagen dorada que nos recuerda que el sabio Pedro Paulet Mostajo, nació y vivió allí los primeros años de su vida.


Luis Eduardo Podestá


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