atrás y se exige un
nuevo
tratamiento del
afecto
Nota
del editor – El autor de la nota que sigue pide anticipadas disculpas a sus
lectores si al tratar un tema de orden general, toca -queriéndolo o no- su
reciente onomástico. Lo pone como un ejemplo y demostración de cómo deben ser efectuadas
en este presente de pandemia, las celebraciones familiares, a fin de no hacerse
pasibles a que la policía llegue, derribe la puerta a puntapiés o combazos y la
torta se quede sin inaugurar.
Por Luis Eduardo
Podestá
En muy reciente
cumpleaños, la pandemia nos obligó a adoptar inéditas medidas de precaución para
evitar que el ruido de la celebración atraiga la atención policial y su
consiguiente incursión.
Cariñoso abrazo fantasmal |
Las adoptamos
porque deseábamos que el afecto y el cariño familiares sigan su cauce sin
menoscabo, pero eso sí, evitar una indeseada exposición al peligro del contagio
con el malquerido covid-19.
Por de
pronto, si se hacen las cosas con cautela todo puede resultar bien y desarrollarse
un poco a la antigua, cuando la familia llegaba y se estrechaba en un afectuoso
abrazo con el cumpleañero o cumpleañera.
En mi
caso, que sirve como ejemplo -si usted quiere-, primero haga una provisión de
comidas y bebidas con suma anticipación.
Si el
almacenero no le quiere vender una caja, compre en cómodas cuotas de tres o
cuatro por vez hasta acumular una cantidad adecuada de bebida.
Todo
depende de la naturaleza de los invitados que no deben ser hombres de poca sed,
y de comprobarse que son capaces de beber sin levantar las voces.
Un cuarto para cada casa |
En mi
caso, repito, logramos acumular una cantidad más que suficiente, pues todavía quedó,
un saldo para la “joroba”, que la llaman. Y confirmamos que es un poco difícil
practicar en estos tiempos la vieja sagrada norma de “no menos de tres ni más
de 33”.
Hay que
señalar que los habitantes normales de la casa somos cuatro; mi esposa, mis dos
hijos Luis y Pavel y el cumpleañero, o sea yo.
Todos los
demás serían visitantes que, en cumplimiento de las normas fijadas por el Supremo
Gobierno para combatir la epidemia, vinieron a distintas horas y no en mancha
como solían hacerlo en años anteriores, usted me entiende.
Comienzo con
desayuno fuerte
Muy temprano,
alrededor de las ocho de la mañana, mi hijo Sergio Podestá Cuadros y su esposa
Ana Gutarra, llegaron con un cargamento de chicharrones de chancho para el
desayuno.
Desayuno con distancia social |
Ellos
mismos arreglaron la mesa como para comenzar la fiesta. Aquí estrenamos un
abrazo, sin tocarse. El dueño de casa se cubrió de pies a cabeza con una sábana
y pudo recibir el abrazo filial.
Nada más
emotivo y recomendable para quienes quieran sentir el abrazo de sus familiares,
sin exponerse a la pandemia, salvo el doctor Elmer Huerta se oponga.
Esa práctica
prosiguió por la tarde, cuando vinieron los hijos de Sergio y Ana: Sergio, Ana
Gabriela y Alejandra. Con las dos últimas practicamos el abrazo al estilo sábana.
Sergio hijo, se abstuvo porque es muy cuidadoso de las normas y formas.
De las
manos mágicas de Pavel Podestá, salió de pronto, a mitad del desayuno, una
botella de anís Najar, que tuvo aceptación unánime. Hicimos chistes como que
media copita del anís era suficiente para matar a una legión de coronavirus.
Almuerzo delivery
para los ausentes
Toda la
familia estuvo de acuerdo en que no caería mal como almuerzo, una carnecita a
la parrilla, para lo cual, mi hijo Gonzalo, ya conocido por su buena voluntad
fue el encargado de llevar adelante la función de parrillero.
Nuevo abrazo con precauciones |
Gonzalo
vino como a las 10.30 de la mañana para preparar la parrilla, porque, dadas las
circunstancias, solo unos pocos quedaríamos en la casa y había que hacer delivery
para los demás miembros de la familia que viven en diferentes lugares de Lima
Cuando
todo estuvo listo, enviamos con un taxi, la porción correspondiente a Roxana,
quien estuvo encargada por la comunidad de preparar la torta de cumpleaños.
Rita,
esposa de Gonzalo, llegó a la hora fijada, para abrazar al cumpleañero y
retirar el almuerzo que compartiría con Allison, la hija de ambos. Se tenía
como disciplina que no debía haber mucha gente en la casa por ese asunto de la
distancia social.
La
primera en la casa principal con asistencia del homenajeado, su esposa, sus
hijos Luis, Gonzalo y Pavel y sus nietos Sergio, Ana Gabriela y Alejandra, con
quienes se compartió la mesa con cumplimiento estricto de la distancia social.
En condiciones
“normales”, cuando el coronavirus no daba trazas de aparecer para alterar la vida
de toda la humanidad, la mesa de la casa principal de los Podestá-Cuadros era
preparada para un mínimo de 17 personas.
La “cantata” virtual
La
pandemia obligó a que los miembros de la familia regresaran a sus domicilios a
esperar la hora señalada para entrar en una conferencia virtual con la
participación de todos ubicados frente a las pantallas de las pantallas de sus computadoras.
Así,
alrededor de las siete de la noche, luego de los llamados prolegómenos para
confirmar que todos los Podestá, padres, hijos y nietos, estuvieran presentes,
se dio inicio al canto de cumpleaños, emotivo, singular.
Nos vimos y nos oímos todos |
Este
avance de la tecnología nos permitió “reunirnos” en un canto comunitario, a
quienes no solo viven en distintos barrios de Lima, sino a Beatriz y su esposo
Erik, quienes viven en Múnich, Alemania, y a Álvaro y su hijo Áxel, actualmente
en Arequipa.
Nos vimos
luego partiendo la torta de cuatro cuartos, mientras los residentes en el
exterior, observaban el acto, y participaban con sus conversaciones.
Ah, un
consejo para quienes deseen celebrar un cumpleaños en estos tiempos de
pandemia: nunca hagan más ruido del necesario. Después de todo en una
habitación nos escuchamos al conversar y mejor si cantamos en voz baja.
Tierna tarjeta
Y para
cerrar con broche de oro esta nota sobre cómo mantener el espíritu familiar al celebrar
un cumpleaños o cualquier fecha que lo merezca, mi nieta Adriana Loli Podestá,
de cinco años, me dedicó una tarjeta con una tierna dedicatoria, en un dibujo a
todo color en que ella aparecía saludando desde una ventana, lo que atribuí a
una subconsciente precaución frente al riesgo de un contagio.
También
dibujó una casa de cuya azotea cuelgan globos de colores, en una
materialización de la imagen, supongo, que ella deseaba ver en esa fecha.
Todo lo
que se ha descrito es posible en cualquier hogar y contribuye, como ocurrió en
el mío, a quebrar la monotonía de la cuarentena y, sobre todo a mantener vivos
el afecto y la relación familiar en una fiesta de contornos nuevos, a despecho
de la tragedia que ha descendido sobre el mundo, a causa de la pandemia que nos
obliga a vivir un régimen de vida que nunca hubiéramos querido.
(Imágenes captura
de WhatsAPP y mensajes de internet)
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