jueves, 21 de mayo de 2020

Cumpleaños en tiempo de coronavirus

Las tradiciones han quedado
atrás y se exige un nuevo
tratamiento del afecto

Nota del editor – El autor de la nota que sigue pide anticipadas disculpas a sus lectores si al tratar un tema de orden general, toca -queriéndolo o no- su reciente onomástico. Lo pone como un ejemplo y demostración de cómo deben ser efectuadas en este presente de pandemia, las celebraciones familiares, a fin de no hacerse pasibles a que la policía llegue, derribe la puerta a puntapiés o combazos y la torta se quede sin inaugurar.

Por Luis Eduardo Podestá

En muy reciente cumpleaños, la pandemia nos obligó a adoptar inéditas medidas de precaución para evitar que el ruido de la celebración atraiga la atención policial y su consiguiente incursión.

Cariñoso abrazo fantasmal
Las adoptamos porque deseábamos que el afecto y el cariño familiares sigan su cauce sin menoscabo, pero eso sí, evitar una indeseada exposición al peligro del contagio con el malquerido covid-19.

Por de pronto, si se hacen las cosas con cautela todo puede resultar bien y desarrollarse un poco a la antigua, cuando la familia llegaba y se estrechaba en un afectuoso abrazo con el cumpleañero o cumpleañera.

En mi caso, que sirve como ejemplo -si usted quiere-, primero haga una provisión de comidas y bebidas con suma anticipación.

Si el almacenero no le quiere vender una caja, compre en cómodas cuotas de tres o cuatro por vez hasta acumular una cantidad adecuada de bebida.

Todo depende de la naturaleza de los invitados que no deben ser hombres de poca sed, y de comprobarse que son capaces de beber sin levantar las voces.

Un cuarto para cada casa
En mi caso, repito, logramos acumular una cantidad más que suficiente, pues todavía quedó, un saldo para la “joroba”, que la llaman. Y confirmamos que es un poco difícil practicar en estos tiempos la vieja sagrada norma de “no menos de tres ni más de 33”.  

Hay que señalar que los habitantes normales de la casa somos cuatro; mi esposa, mis dos hijos Luis y Pavel y el cumpleañero, o sea yo.

Todos los demás serían visitantes que, en cumplimiento de las normas fijadas por el Supremo Gobierno para combatir la epidemia, vinieron a distintas horas y no en mancha como solían hacerlo en años anteriores, usted me entiende.

Comienzo con desayuno fuerte

Muy temprano, alrededor de las ocho de la mañana, mi hijo Sergio Podestá Cuadros y su esposa Ana Gutarra, llegaron con un cargamento de chicharrones de chancho para el desayuno.

Desayuno con distancia social
Ellos mismos arreglaron la mesa como para comenzar la fiesta. Aquí estrenamos un abrazo, sin tocarse. El dueño de casa se cubrió de pies a cabeza con una sábana y pudo recibir el abrazo filial.

Nada más emotivo y recomendable para quienes quieran sentir el abrazo de sus familiares, sin exponerse a la pandemia, salvo el doctor Elmer Huerta se oponga.

Esa práctica prosiguió por la tarde, cuando vinieron los hijos de Sergio y Ana: Sergio, Ana Gabriela y Alejandra. Con las dos últimas practicamos el abrazo al estilo sábana. Sergio hijo, se abstuvo porque es muy cuidadoso de las normas y formas.

De las manos mágicas de Pavel Podestá, salió de pronto, a mitad del desayuno, una botella de anís Najar, que tuvo aceptación unánime. Hicimos chistes como que media copita del anís era suficiente para matar a una legión de coronavirus.

Almuerzo delivery para los ausentes

Toda la familia estuvo de acuerdo en que no caería mal como almuerzo, una carnecita a la parrilla, para lo cual, mi hijo Gonzalo, ya conocido por su buena voluntad fue el encargado de llevar adelante la función de parrillero.

Nuevo abrazo con precauciones
Gonzalo vino como a las 10.30 de la mañana para preparar la parrilla, porque, dadas las circunstancias, solo unos pocos quedaríamos en la casa y había que hacer delivery para los demás miembros de la familia que viven en diferentes lugares de Lima

Cuando todo estuvo listo, enviamos con un taxi, la porción correspondiente a Roxana, quien estuvo encargada por la comunidad de preparar la torta de cumpleaños.

Rita, esposa de Gonzalo, llegó a la hora fijada, para abrazar al cumpleañero y retirar el almuerzo que compartiría con Allison, la hija de ambos. Se tenía como disciplina que no debía haber mucha gente en la casa por ese asunto de la distancia social.

Distancia social

Roxana hizo una torta singular, dividida en cuatro partes, para que cada una de ellas llegara a las cuatro casas en que está dividida la familia.

Eso dio opción a que, siempre en acatamiento a las normas, se cantara el “feliz cumpleaños” en dos ocasiones.
La primera en la casa principal con asistencia del homenajeado, su esposa, sus hijos Luis, Gonzalo y Pavel y sus nietos Sergio, Ana Gabriela y Alejandra, con quienes se compartió la mesa con cumplimiento estricto de la distancia social.

En condiciones “normales”, cuando el coronavirus no daba trazas de aparecer para alterar la vida de toda la humanidad, la mesa de la casa principal de los Podestá-Cuadros era preparada para un mínimo de 17 personas.

La “cantata” virtual

La pandemia obligó a que los miembros de la familia regresaran a sus domicilios a esperar la hora señalada para entrar en una conferencia virtual con la participación de todos ubicados frente a las pantallas de las pantallas de sus computadoras.

Así, alrededor de las siete de la noche, luego de los llamados prolegómenos para confirmar que todos los Podestá, padres, hijos y nietos, estuvieran presentes, se dio inicio al canto de cumpleaños, emotivo, singular.

Nos vimos y nos oímos todos
Este avance de la tecnología nos permitió “reunirnos” en un canto comunitario, a quienes no solo viven en distintos barrios de Lima, sino a Beatriz y su esposo Erik, quienes viven en Múnich, Alemania, y a Álvaro y su hijo Áxel, actualmente en Arequipa.

Nos vimos luego partiendo la torta de cuatro cuartos, mientras los residentes en el exterior, observaban el acto, y participaban con sus conversaciones.

Ah, un consejo para quienes deseen celebrar un cumpleaños en estos tiempos de pandemia: nunca hagan más ruido del necesario. Después de todo en una habitación nos escuchamos al conversar y mejor si cantamos en voz baja.

Tierna tarjeta

Y para cerrar con broche de oro esta nota sobre cómo mantener el espíritu familiar al celebrar un cumpleaños o cualquier fecha que lo merezca, mi nieta Adriana Loli Podestá, de cinco años, me dedicó una tarjeta con una tierna dedicatoria, en un dibujo a todo color en que ella aparecía saludando desde una ventana, lo que atribuí a una subconsciente precaución frente al riesgo de un contagio.
 
Recuerdo imperecedero
También dibujó una casa de cuya azotea cuelgan globos de colores, en una materialización de la imagen, supongo, que ella deseaba ver en esa fecha.

Todo lo que se ha descrito es posible en cualquier hogar y contribuye, como ocurrió en el mío, a quebrar la monotonía de la cuarentena y, sobre todo a mantener vivos el afecto y la relación familiar en una fiesta de contornos nuevos, a despecho de la tragedia que ha descendido sobre el mundo, a causa de la pandemia que nos obliga a vivir un régimen de vida que nunca hubiéramos querido.

(Imágenes captura de WhatsAPP y mensajes de internet)

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