jueves, 25 de febrero de 2010

“Nueva” obra de Van Gogh sí es auténtica

El molino Blute-Fin estuvo
arrinconada 35 años en
un museo privado



Una “nueva” obra de Vincent Van Gogh, titulada 'El molino Blute-Fin', que estuvo 35 años arrinconada en un museo privado, y sobre cuya autenticidad pendían muchas dudas, fue confirmada el miércoles, como propia del trágico pintor, por los expertos del Museo Van Gogh de Ámsterdam.

Se trata de un lienzo de 55 por 38 centímetros, que muestra un molino de viento, al lado del cual varias personas, la mayoría mujeres ataviadas con largos vestidos y sombreros, descienden por una escalera de madera.


El molino sobre la colina de Montmartre


El molino es similar a los que aún hoy se lucen en ciertos lugares de la campiña holandesa y que abundaban en el siglo XIX. El lugar parece ser la cima de la colina de Montmartre, uno de los lugares predilectos de los artistas de aquel tiempo.

Louis van Tilborg, conservador del Museo Van Gogh de Ámsterdam, quien analizó el cuadro dijo que las dudas persistieron porque “tiene unas figuras muy grandes y coloristas, poco frecuentes en su trabajo".

Tilborg utilizó rayos infrarrojos para analizar el lienzo y encontró "una línea roja trazada por el pintor para guiarse en la perspectiva", refiere la periodista Isabel Ferrer, en El País, de España.

El experto dijo que “otras piezas certificadas (de Van Gogh, 1853-1890) también la llevan, y es conocida la dificultad del artista con la representación de los objetos en un plano. Por eso se apoyaba en una especie de guía geométrica pintada en la tela. Y esa línea roja aparece, oculta, en varias telas de la época”.

Tilborg también analizó los pigmentos empleados que Van Gogh usaba en su época parisiense. “Por detrás, el cuadro tiene estampado el sello de la tienda Rey et Perrot, donde compraba sus materiales", dijo.

"El empaste de Van Gogh, su pincelada, era especial”, prosiguió Tilborg, “Aquí se reconoce en los personajes. En cuanto al motivo, es algo raro, pero encaja en lo que hizo en 1886. El estilo es recio. Muy suyo. Y en cuanto al paisaje urbano representado, puede tener fallos desde el punto de vista académico, pero eso sólo le añade encanto".

Dirk Hannema, en el siglo pasado director del museo Boynmann de Roterdam, coleccionista fallecido en 1984, adquirió El molino Le blute Fin, en una subasta en París en 1975 y aunque afirmó que se trataba de un Van Gogh nadie le prestó atención.

Expertos del Museo Van Gogh de Amsterdam reabrieron nuevos análisis sobre El molino en 2007 y en 2009 encontraron las primeras señales de su autenticidad.

Isabel Ferrer escribió que “para sorpresa general, el museo Van Gogh de Ámsterdam ha certificado la autoría 'fuera de dudas'. De repente, el molino de Montmartre, el barrio parisiense de los impresionistas retratado por el pintor, es una gloria nacional. También es el primer cuadro de Van Gogh que se autentifica desde 1995 y el sexto, desde 1970”.

Ferrer cuenta la triste historia de Hannema a quien”le habría gustado saber que su olfato no había fallado esta vez. Entre 1961 y 1975 compró cuatro obras en París a un marchante de arte. Le Blute Fin le costó unos mil euros al cambio actual”.

Hannema estaba “convencido de que tenía un tesoro”, refiere Ferrer, y por eso “lo aseguró en unos 35.000 euros de hoy”. Pero por sobre él pesaba el recuerdo de un error, cuando se equivocó al calificar un cuadro de Veermer en 1930.

La periodista refiere que “Hannema venía de una familia acomodada y aficionada al arte, fue nombrado director del museo Boymans en 1921, a los 26 años. Era bien parecido, tenía éxito y gran aplomo en su trabajo. Durante la ocupación nazi, trabajó en la organización de todos los museos de Holanda. Después de la guerra, lo juzgaron por supuesto colaboracionismo. Fue puesto en libertad sin cargos a los dos años y dedicó su vida a buscar telas valiosas. El problema es que casi nunca acertaba”.

Esta vez sí acertó, pero solo lo saben sus herederos a quienes “la fortuna ha sonreído”.

Y para alegría de la humanidad, el pintor de los trigales y de los pobres que solo tenían papas para su sombría cena, y que vivió una vida tan trágica que hasta ahora nos duele, nos entrega un molino de viento con una escena de paz y tranquilidad que refresca su recuerdo.

Luis Eduardo Podestá

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