jueves, 4 de febrero de 2010

Esa catarata que empañaba el ojo...

Pido perdón por mi ¿corta?
ausencia de la blogósfera…
si es que se dieron cuenta


Durante algunos días, mi tarea voluntaria, no remunerada pero enteramente satisfactoria de perpetrar –como dicen de los que cometen el delito de escribir– se interrumpió en esta esquina blogosferil debido a una intervención de catarata en el visor izquierdo.

La intervención a tajo abierto fue realizada por el doctor Carlos Casaverde del llamado EsSalud el martes 26 del enero y fue muy amena, porque durante la hora y media que estuve tendido en la mesa de operaciones a los que se sumaron los 17 minutos de la operación propiamente dicha, le escuché tal cantidad de informes gremio-confidenciales que podrían llenar de destapes una edición de Perú.21.

Pero ese es otro tema que trataré después del 17.

En efecto, salí con un grueso parche en el crisol izquierdo con expresas recomendaciones de no inclinar la cabeza. “No se agache”, me decía la doctora Roxana Garybay, parte de la dupla que me operó, “no mueva la cabeza, camine despacio, no vea televisión (como no le dije que trabajaba frente a una computadora, no me lo prohibió, pero sí mi familia que le cortó la luz a mi cuartito-oficina-salamusical-biblioteca-desván)”.

La cosa no fue dramática ni traumática. Como los doctores Casaverde y Garibay son expertos, no hubo necesidad de una rectificación de luces. El miércoles 24 me quitaron el parche y me pusieron otro. “Solo para salir a la calle y que la contaminación de la avenida no le afecte el ojo”, reiteró la doctora. Y me recordó aplicarme gotas a ritmo regular “hasta que se acaben, y una pastillita blanca por día y la rosadita solo si le duele”.

El último control con la doctora Garybay fue el martes 2 y con el doctor Casaverde tendré una nueva cita el 17 de este febrero loco.

El autor en su despacho con protección solar hasta en la sombra


Para entonces confío hacerme cargo de mis responsabilidades blogosféricas y pasarte unos cuantos renglones de los que acostumbro, para bien, para mal, para que arda a algunos, les guste a otros y recordarle a Alan García que no fue al Cusco cuando más hacía falta y en cambio se fue a Tumbes donde no pasaba nada. ¿O sí?
Pero yo quería contarte además, de dónde proviene la palabra catarata.

Según dice los sabios, proviene del latín cataracta, que la adoptó del griego kataractes, de donde salen los dos significados que la palabreja tiene en español: una es caída de agua, que recordamos los cucufatos lectores de la Biblia cuando describe el diluvio universal (que esquivó Alan en el Cusco): “abriéronse las cataratas del cielo y llovió durante cuarenta días y cuarenta noches”.

Pero catarata también es verja o puerta que impide el paso. Esta acepción proviene del español y describe una afección de la vista, porque en realidad, la catarata es un obstáculo que impide el paso de la luz por lo que los que la padecen llegan a ver los colores distorsionados y borrosos los perfiles de las cosas.

Además, como las cataratas, según el consenso médico, son la antesala del glaucoma, que eso sí, es un paso seguro a la ceguera, me decidí por la intervención que me permite ahora, ver la cara de la gente como si la iluminaran reflectores, y disfrutar de los chorros de luz con que se iluminan calles y parques con el sol que nos regala este verano.

(Luis Eduardo Podestá)

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