de Acción Popular,
murió a los 93
años y dejó intensa
huella de rebeldía
Nota
del editor – La siguiente nota pertenece a una evocación muy oportuna, del
periodista Bernardino Rodríguez Carpio, sobre una faceta del fundador del
partido Acción Popular, Javier Alva Orlandini, quien dejó este mundo hace dos
días a la edad de 93 años. Eterno luchador burlón de los esbirros de las dictaduras,
se recuerda -aparte de la anécdota que nos entrega Rodríguez- que alguna vez
los agentes policiales ingresaron a su estudio del Paseo Colón y ante la
inminencia de su captura, solo les pidió unos minutos para ir al baño. Allí
descerrajó una ventana que daba a un inmueble vecino y se lanzó afuera sin medir
el riesgo que corría. Aburridos de la espera, los agentes abrieron el baño y Alva
había desaparecido. Hay que recordar que era constante personaje de las crónicas
del genial humorista Luis Felipe Ángell, Sofocleto, quien lo apodó Lechuzón. A
Javier Alva no le desagradó el apodo y tenía en su escritorio una caricaturesca
escultura de una gran lechuza, regalo de uno de sus correligionarios de Acción
Popular. Coincidentemente, Alva murió el pasado 1 de junio, una semana antes de
que se cumplieran 64 años de la fundación de Acción Popular, acto en que
participó junto al arquitecto Fernando Belaunde Terry. el 7 de julio de 1956,
en la localidad de Chincheros, Apurímac. (Luis Eduardo Podestá).
Un pasaje
con Alva Orlandini
Por Bernardino
Rodríguez Carpio
El autor |
La
desaparición de Javier Alva Orlandini nos trae un recuerdo. Era un domingo 2 de
junio de 1974. Gobernaba Velasco. Caminaba en Arequipa rumbo al diario
“Correo”, a trabajar. En un puesto nos llamó la atención una noticia de “La
Prensa” de Lima. Intentaron deportar a este personaje y no pudieron.
Presentó
tenaz resistencia al pie del jet. Julio Alzola, amigo nuestro, periodista del
referido diario, fue el único que presenció los hechos y tomó fotos.
Irritados
los agentes por su fracaso, que seguramente los puso en investigación en su
instituto policial, la emprendieron contra el periodista. Lo hicieron rodar por
el suelo y le hicieron trizas la máquina.
Con la lampa, símbolo de Acción Popular |
Leímos
más. Retiraron la escalinata del avión. Metieron a Alva en un montacarga y la
plataforma lo puso en la portezuela y, siempre resistiendo de su parte,
lograron introducirlo. Se cerró la puerta. La nave no partía.
Parecía
raro. Hasta que se abrió la puerta, pusieron la escalinata y bajaron los
policías con Alva.
¿Qué
pasó? Decía la nota periodística que el detenido exigió con escándalo hablar
con el comandante de la nave. Le recordó que la legislación aeronáutica prohíbe
llevar a un pasajero contra su voluntad. Si lo hace sería pasible de denuncia.
La deportación había fracasado.
Esa mañana, en
Arequipa
Leído
esto, este servidor siguió su camino. Ya en el diario, encontró un mensaje del doctor
Enrique Soto León Velarde. En el texto me avisaba haber visto esta mañana a
Javier Alva Orlandini en el “Le Petit”, avenida Goyeneche, frente a la sede de
la PIP.
En su estudio del Paseo Colón
Controlado
por cuatro policías, se servía café y un sándwich. Soto quiso saludarlo y lo
neutralizaron. Estaba maltrecho. “Presiento que lo están deportando”, terminaba
diciéndome.
Informados
de lo que había ocurrido en Lima, entendimos de la dimensión de la noticia y
con la velocidad que dan los 25 años, fuimos a la PIP.
Obviamente
no íbamos a preguntar ingenuamente si lo tienen detenido. Nuestro plan sería solicitar
incidencias policiales recientes, demorarme allí y poner ojo a los movimientos
internos y oído a las conversaciones.
Al
ingresar vimos en una oficina a Soto León Velarde, “Kiko” Mendoza Núñez y otro
dirigente acciopopulista. Me llamaron presurosos para decirnos que Alva estaba
preso en un calabozo y enseguida se lo llevan a Bolivia. Que lo difunda.
“No te hagas el cojudo”
No me
dijeron más, cuando una mano de atrás me golpeó en el hombro. “¿Qué haces acá?”.
Alegué que vine por información policial y entré a saludar a los señores. “Ellos
están detenidos y ahora tú también”.
Y me
sacaron de allí entre dos, tomado de los dos brazos y me metieron en otra
oficina. ¿Pero qué he hecho? “No te hagas el cojudo”. Cerraron la puerta con
llave.
Servidor de la democracia |
Escuché
al rato el ruido del trajín de muchos zapatos y la voz inconfundible del líder
acciopopulista ¡Exijo que venga el jefe regional de la PIP! Se lo estaban
llevando.
No niego
que al comienzo estuve asustado. Cuando no rige el estado de derecho, todo
puede pasar. Me puse a razonar: Me detienen para que no difunda que Alva
Orlandini estaba en Arequipa.
Quizás me
suelten de noche, tarde, cuando ya no se pueda publicar nada en la edición de
mañana. De repente no, hasta que pase al lado boliviano, para que nadie se vaya
a enterar en Puno y haya nuevos inconvenientes.
Pero lo
ideal para ellos es desaparecerme; no pueden hacerlo porque Soto diría que me
vio cuando me tomaron detenido Pero sí podrían golpearme para amedrentarme y me
calle.
Cumplir como
periodista
¿Y los
dirigentes? ¿Qué será de ellos?
Resolví
fugarme del problema jugando 3 en 1 en mi fiel libreta de reportero.
Trece a
catorce horas después, sin agua, pero sin sed ni hambre, vinieron a liberarme.
No sin meterme una reta como si algo malo hubiese hecho.
Recio luchador en el Senado |
Me
dijeron que me conocían bien y me lo demostraron. Quedé advertido que nunca
había estado en la PIP. “¿Entendiste? ¡Nunca! Si no, la vas a pasar mal”.
Era
medianoche, ¡Al diablo! igual, me fui a casa del director del diario, Carlos
Meneses Cornejo. De su casa llamamos al presidente del Centro Federado de
Periodistas Lucio Calderón, quien se botó de la cama y se vino.
Al
subsiguiente día se publicó lo sucedido, con una protesta de la entidad
gremial.
Lucio fue
a solicitar explicaciones al prefecto. Este nos reunió con el jefe PIP. Dijo
que en el informe del operativo no existía mi nombre ni mi detención. Solicitó
excusas e informó que quienes habían cometido este hecho, estaban arrestados.
Pasaron
los años y estábamos en campaña electoral en 1980. Alva Orlandini, llegó a la
ciudad blanca. Fuimos a su conferencia de prensa y el exdiputado y candidato a
senador Javier Díaz Orihuela, al presentarlo nos saludó y narró aquel pasaje.
Alva, un
señor, salió de la mesa para darnos la mano.
-Así que
involuntariamente lo arrastré a ser víctima de un maltrato. Lo lamento. Acepte
mis disculpas.
-No
señor, usted cumplía con su deber de demócrata frente a una dictadura. Yo, con
mi deber de periodista.
(Imágenes
de Andina, RPP, Generación.com, El Comercio)
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