domingo, 11 de abril de 2021

Voté por el Perú con mis contemporáneos

A diferencia de otros lugares,
en el Bentín Primaria del Rímac
todo se cumplió en sus plazos

 

En mi lugar de votación hubo profusión
de sillas de ruedas y acompañantes


Por Luis Eduardo Podestá

Me imagino que cada uno de los ciudadanos que concurrimos a votar de ocho a nueve de la mañana, percibimos la misma sensación de sentirnos acompañados por sus contemporáneos en las colas previas a la mesa de sufragio.

                                           Cumplir con el derecho de elegir
 

Porque, como usted recordará, esta fue la primera vez que el Poder Electoral asignó mesas especiales para los ciudadanos de la tercera edad -entre ocho y nueve de la mañana- y clasificó a los demás electores de acuerdo con el último dígito de su documento de identidad.

Así, los electores de tercera (y hasta cuarta edad) debimos concurrir entre siete y nueve a ejercer nuestro derecho -porque ya no es una obligación- a elegir a los gobernantes que deseamos colocar en el Palacio de Pizarro y en el Congreso, así como a los representantes en el Parlamento Andino. 

Nosotros, mi hijo Pavel y yo llegamos puntualmente porque 15 minutos antes, Gonzalo, el segundo de mis descendientes, nos vino a recoger para llevarnos al local de la Primaria del Colegio Nacional Ricardo Bentín del Rímac, para que llegáramos ni muy temprano ni muy tarde, a cumplir nuestro derecho cívico.

                                   Comprobando los documentos


Pude comprobar -para envidia de otros miles de ciudadanos de otras jurisdicciones- que nuestras mesas ya estaban en funciones desde las siete de la mañana.

Cuando volví a mi casa y vi los informes en la televisión comprobé que no todo era color de rosas en otros lugares de Lima y del país donde habían dado las diez y los miembros de mesa brillaban por su ausencia.

Nos ahorraron una caminata

Coincidentemente, un elector en silla de ruedas que me antecedía en la cola de una cuadra y luego en el interior del local de Primaria del colegio Bentín, había gestionado y obtenido su traslado pues antes le tocaba votar en el más alejado pabellón d la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

                                   En la cámara secreta
 

Lo mismo había hecho yo para evitarme la caminata (andador incluido para aliviar la artrosis) de unos dos kilómetros entre la puerta principal de la UNI y el pabellón 20, segundo piso donde me tocó votar por el Congreso que Vizcarra disolvió, ¿recuerda? 

Mi vecino se lamentó de que aquella vez, a pesar de la mala salud de sus piernas, tuvo que subir, padeciendo cada escalón, los tres pisos del edificio donde le tocó votar.

En mi caso, le recordé a mi hijo Pavel que me acompañaba, los miembros de la mesa de votación tuvieron la gentileza de bajar desde el segundo piso donde atendían, al primero, cuando se enteraron de que mi rodilla izquierda me hubiera causado padecimientos que ellos me ahorraron.

                                              En la puerta del aula de votación
 

No fue el caso, repito, de mi vecino de ayer. Alguien le dijo que hubiera comunicado sus dolencias a los miembros de su mesa, para que estos cumplieran la obligación, así, la obligación, de darle las facilidades que requería. Bueno, eso ya pertenece al pasado.

Elección de enmascarados

A diferencia de otras ocasiones en que me tocó cumplir este derecho, esta vez todos estábamos enmascarados, de modo que hubiera resultado difícil identificar a algún conocido.

Aunque muchos se cubrían nariz y boca con las consabidas mascarillas anticovid-29, muchos, además, llevaban lo que llaman protector facial, que cubre todo el rostro con una mica ajustable con elásticos que rodean la cabeza, aunque un miembro de la ONPE dijo que este objeto no era obligatorio.

Por lo demás, se adoptaban todas las precauciones exigidas para protegernos del coronavirus. Al entrar, a uno le medían la temperatura y si estaba fuera de los límites normales le pedían sentarse y esperar a que se nivelara su ansiedad o los efectos del calor.


                                  Los de tercera edad acuden a votar


También le echaban un chorrito de alcohol en las manos, algo que también hacían con su DNI, que dicho sea de paso, no se lo entregaban de mano a mano, sino lo ponían en una cajita, de donde lo invitaban a recogerlo una vez que cumpliera con el acto electoral.

Que fueron unas elecciones fuera de lo común, lo fueron. Y además, porque entre los 18 candidatos que buscan ubicarse en el sillón de Pizarro, hay extremistas como nunca: desde los que disimulan su simpatía por el terrorismo hasta los que abiertamente representan lo más cavernario del fanatismo religioso.

Solo queda esperar que los electores hayan depositado su voto por alguien cuyas convicciones políticas estén lejos de la corrupción, del maltrato a los derechos ciudadanos y sepa que es un servidor del Estado y no se sirva de él para propósitos malsanos.

(Imágenes de Pavel Podestá Cuadros)

www.podestaprensa.com

No hay comentarios.: