viernes, 5 de octubre de 2018

El “samurai” que no quiere morir

A sus “hazañas de valentía”
suma la súplica porque ha
descubierto que tiene corazón

¿Conmovedor, entristecedor, digno de compasión, el dramático pedido de un “samurai” que mató y no tuvo compasión de los deudos cuyo corazón acuchillaba en La Cantuta, en los Barrios Altos, en la desaparición y asesinato de nueve personas en el Santa?

... como yo hice matar
Nos enteramos -recién- de que tiene corazón.

"Si regreso a prisión, mi corazón (¿?) no lo va a soportar. Está demasiado débil para volver a pasar por lo mismo”, implora.

“No me condenen a muerte, yo no doy más", remató. Realmente nunca dio nada a nadie, salvo a sus hijitos y a sus cómplices. Lo único que hizo fue quitar... hasta la vida y la libertad de sus semejantes

“Por favor, no me maten”, “quiero pedir al presidente de la República y a los miembros del Poder Judicial una sola cosa: por favor, no me maten", agrega su mensaje, tan teatral como las lágrimas de la hijita que no quería que lo indulten por cálculo político.

Quienes lo vimos en persecución personal al fantasma de su cómplice quien ya estaba en viaje a Panamá en el velero Karisma, nos resistimos a creer en estas suplicas.

Con el poder de vida y muerte
Lo recordamos diciendo “disolver, disolver, disolver” en el golpe que mató a la democracia de nuestra patria y lo convirtió en dictador.

Luego soportamos que destrozara los sindicatos de trabajadores, se apropiara del Poder Judicial para que ningún juicio fuera fallado en contra de su satrapía y sus cómplices, vimos a sus hijitos estudiar en los Estados Unidos, con su humilde sueldo de 2000 soles mensuales, ¿se acuerdan?

Y vimos muchas cosas más, como comprar al peso a la prensa que se puso en venta y a los empresarios que aman más el dinero que su honor.


De ayer a hoy... puede rendir alguito
Supimos lo que hizo un fiscal trucho para apoderarse, por su orden expresa, de maletas con elementos incriminatorios contra la dictadura y sus esbirros.

Lo vimos ensuciar el avión presidencial con riquezas mal habidas en una fuga vergonzosa e indigna que lo llevó al Japón donde aún permanecen sus cómplices.

Y, lo más grave, vimos cómo sus órdenes cumplidas por un grupo de asesinos con licencia gubernamental para matar, secuestraban y eliminaban a la gente que le era incómoda.

Lloró porque no quería verlo afuera
En fin, supimos y vimos tanta maldad y cobardía -recordar el noviembre en que corrió a la embajada japonesa ante un intento de golpe que buscaba el retorno a la democracia- que nos parece mentira escuchar a ese samurai de opereta pedir que no lo maten.

"Si regreso a prisión, mi corazón no lo va a soportar. Está demasiado débil para volver a pasar por lo mismo. No me condenen a muerte, yo no doy más", suplica.

¿Y el corazón de los familiares de sus víctimas que luchan hasta hoy por la justicia y qué él condenó a la soledad y al martirio de saber cómo murieron  hijos, padres, hermanos, amigos?

El celular que lo maneja todo
Ruega que no lo maten pero no tiene gestos de arrepentimiento ni un ofrecimiento para devolver lo que aún debe estar en manos de sus parientes en Japón, ni mueve un dedo para pagar la reparación civil a que lo condenó la justicia por sus crímenes.

Como ven, ha llegado la hora de los llantos y las súplicas recurriendo al sentido de humanidad de sus víctimas.

Es la hora también de pedir el proyecto y debate de una ley para que el anciano desvalido de hoy y el cruel dictador de ayer puede esquivar a la justicia por el único motivo de tener 80 años. Una ley que se llamará, no lo dude usted, ¡¡¡Arberto!!! ¡Qué vergüenza!

Una ley que se llamará Arberto
Esa ley, si sale con la bendición del partido del dictador y sus compinches, favorecerá también a otro asesino de nuestra historia, como lo han hecho notar observadores preocupados.

¿Se atreverán a tanto para evitar que el japonés condenado por crímenes contra la humanidad vuelva a las rejas que le corresponden?
(Luis Eduardo Podestá).

(Imágenes diarios La República, El Comercio, DiarioUno)

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