viernes, 30 de septiembre de 2011

Vallejo, su voz periodística

El poeta fue corresponsal en
París de medios peruanos

Mañana, 1 de octubre, Día del Periodista Peruano, habrá de recordarse la voz periodística de nuestro poeta universal César Vallejo en su faceta de hombre de prensa, corresponsal en París de medios de comunicación peruanos cuya huella ya no se encuentra entre la mayoría de peruanos.

En la revista Primera Plana de la Federación de Periodistas del Perú, edición de enero-febrero de 1992, año del centenario de su nacimiento, rendimos un homenaje a Vallejo, que incluye artículos del periodista Miguel Ángel Tapia y tres despachos del poeta. César Abraham Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco, La Libertad, el 16 de marzo de 1892 y murió en París el 15 de abril de 1938.



Monumento a Vallejo en el centro de Lima

Por encargo de la Federación, el periodista Miguel Ángel Tapia realizó un magnífico trabajo que incluyó notas de Vallejo enviadas de París y publicadas en Lima y Trujillo.

Una de ellas es "Los funerales de Isadora Duncan", publicada en Mundial número 385 el 28 de octubre de 1927, cuyo primer párrafo es perfectamente descriptivo, no solo en el ámbito de la personal tragedia de Isadora Duncan sino del clima que vivía el París de ese día, lleno de contrasentidos.

"A esta hora están quemando en el Columbarium de París un cuerpo natural. Mientras cuarenta mil unidades de la Legión Americana desfilan del Arco del Triunfo al Hotel de Ville, están ahora quemando en el cementerio del Pére Lachaise, las últimas falanges y los postreros carpos del cuerpo, mediano y regular, de Isadora Duncan. Suenan, por el anverso de la vida, del lado de los cow-boys, vencedeores de Verdun, bombos de primera y tibias bárbaras, y resuenan, por el anverso de la vida, del lado de la artista caída, las sinfonías de duelo de Chopin y de Beethoven. La orquesta de Valvé está a esta hora acompañando el cuerpo de la mujer más rítmica del mundo a danzar, entre llamas verdaderas, el número más rojo y más cordial de las esferas". (...)

Isadora, bailarina de pies desnudos

La descripción del cuerpo de la artista ahorcada por su propia y exageradamente larga bufanda que volaba por el viento y finalmente enredada en una de las llantas de su coche descapotable, obedece -ya lo adivinó usted- a que la víctima era la bailarina más famosa de su tiempo, creadora de la danza revolucionaria muchas veces criticada por el rompimiento de las reglas y protagonista de una vida que, para aquella época -y también para la actual-, era sencillamente escandalosa.

Vallejo escribió: “Isadora Duncan fue la bailarina más grande de la época y la mujer más trágica de todas las mujeres. ‘La prodigiosa aventura de esta joven americana -dice André Levinson- misionera de una estética nueva, no admite rival en la historia de la danza y aún del teatro'. La venida al mundo de Isadora Duncan fue como la realización de uno de esos sueños que a menudo consuelan a los hombres, en las horas sombrías de la historia: el retorno a la edad de oro, la promesa del paraíso recuperado, en fin, aquel ‘estado de naturaleza’ que Juan Jacobo Rousseau había imaginado. Ella venía a liberar al instinto de las trabas que le opone la civilización y a hacer triunfar la emoción espontánea de la convención razonada. Y Fernand Divoire añade refiriéndose a la vida circunstancial de la artista: ‘En verdad, Isadora Duncan, para todos los que la conocieron, estaba desde hacia tiempo muerta’. Esta mujer, cuya voluntad y aspiración no fueron sino un inmenso impulso hacia la belleza, hacia la Libertad y hacia la Juventud, había visto quebrarse de un solo golpe todas las fuerzas de su vida, el día que un automóvil cayó en el Sena, ahogando a sus tiernos hijos, Patricky Deardree. Desde aquel día, la vida de la Gran Bailarina no fue más que un suicidio largo, voluntario y tenaz..."

La más grande danzarina de su época

Patriotismo hasta el cuello

En "La Flama del Recuerdo", publicada en El Norte de Trujillo el 18 de febrero de 1927, Vallejo relata la celebración del aniversario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, con sorna poética, que es, al fin y al cabo, su toque personal.

Dice: "Son las siete de la tarde de un domingo de otoño. Vengo de las calles, donde dejo gallardetes, música, cívicas gusaneras, clanes de escarapelas, a los que les crece, de alarmante manera, un órgano undécimo: la espada. Vengo, pues, salpicado de patriotismo hasta el propio cuello de mi abrigo (...)".

“En aquella plaza queda también, desde hoy, encendida La Flama del Recuerdo, luz simbólica que arderá en mecha viva, día y noche, a la cabecera de la tumba del Soldado Desconocido, figurando el alma de Francia que, en la memoria de sus héroes, vela por el porvenir de un mundo mejor. Gabriel Boily puede estar satisfecho de que tal haya tomado limo objetivo su épica idea asaz poética. Ahí arderá esa llama, cebada de un aceite de paz y de amor, aunque vigilante y, a la larga, barbada de tinieblas. Su lámpara será una corona de laureles, y su corte en la vigilia misteriosa, será un señorío de espadas, cuyas empuñaduras se acuestan ¡ay! en la boca abierta de un cañón. ¡La Flama del Recuerdo!”

Portada que le rinde homenaje

Primera Plana incluyó dos artículos más de Vallejo, "En la Academia Francesa", publicado en El Norte el 16 de febrero de 1924 y "La vida como match", aparecido en Variedades 1021, el 24 de setiembre de 1927.

En el primero describe una reunión de la Academia: "Todos sabemos que los Inmortales de Francia son, en sillones, cuarenta, número quizá excesivo para tales unidades de infinito. Cuarenta inmortales en efecto constituyen grey, y la grey supone idea de domesticidad y limitación en tiempo y en espacio. No sin lógica se imagina al símbolo por excelencia de la Eternidad, Dios, como uno solo y nada más que uno. Pero, se dirá, en razón, que no vivimos en las calvas zonas sin linderos, sino nada menos que en Francia, en este luzorama de Alsacias y Lorenas, de ententes y reparaciones. Entonces estamos de acuerdo. Cuarenta inmortales".

Elegante humor y sarcasmo no le faltaban. Añadió:

“Los últimos en ingresar al Instituto son Raimundo Poincaré y Anatole France. Vienen juntos. La multitud saluda y dobla todas sus rodillas... Sugestivo paralelo el de ambos grandes. El expresidente de la República aparece presuroso, poseído de su ingénita agitación de hombre de Estado, agitación que le corre ahora por toda la frente, por los párpados, la pera y por el álgebra austera de la calva.(...) Sugestivo paralelo el de estos dos grandes. El uno, el de la pera, va de adentro para afuera; de afuera para adentro opera el otro. Aquí la ilustración. El Jefe de Gabinete, de improviso, al tomar los asientos, trata de obscurecerse ante Anatole France y le cede el paso; diciéndole sonriente:
- El Gobierno se inclina ante el Genio. El autor de la "Rebelión de los Angeles" acata el homenaje, con encantadora modestia, y pasa a ocupar su sillón, entre el coro de potestades que, como todos sabemos, son inmortales a pesar de ser cuarenta, y que a pesar del gesto poincareano, son cuarenta, con los tres mariscales y Jorge Clemenceau.

"La vida como match", es una reflexión de la lucha por la vida: "Quién vuela más lejos. Quién da los mejores puñetazos. (...) Quién bate el record en tennis, en football, en la duración, en la altura, en el peso, en la resistencia, en la intensidad. Quién hace más dinero. (...) Record de ayuno, de fumador, de filatelista, record de canto, de risa, de piedad, de matrimonio, de divorcio, de asesinatos, de revoluciones... El sentimiento o quizá solo el prurito del record, cunde en todas las esferas de la vida".

Vallejo dice más adelante:

“El match supone, pues, al vecino y al espejo. El match se hace, otras veces, por amor propio, por patriotismo, por ganar dinero, por tantos otros móviles estúpidos y egoístas, en que la malicia del hombre se mezcla al buen sudor del animal”.

Inmortal apunte de Picasso

Añade finalmente: “No busco batir ningún record. Yo busco en mí el triunfo, libre y universal de la vida. No busco batir el record del hombre sobre el hombre, sino la superación, centrípeta y centrífuga, de la vida. Una cosa es el record de la vida y otra cosa es el triunfo de la vida. La vida no es guerra ni farsa de guerra. Apenas es estímulo y noble emulación”.

De modo que en este Día del Periodista, a Vallejo le corresponde no solo un recuerdo. Esta evocación de algunos de los párrafos que él escribió como periodista y como hombre que vio y describió la vida común y practicó las misiones de un reportero, es mi homenaje.

Luis Eduardo Podestá

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