martes, 28 de julio de 2020

Crean la mascarilla que se desinfecta sola

Sus creadores dicen que es una
mascarilla que no lo es porque no
impide ver el movimiento de los labios

La pareja hispano-italiana integrada por Álvaro González Romero-Domínguez y Simona Lacagnina se encontraba en Sicilia, cuando la sorprendió la cuarentena por la aparición del coronavirus y ante la avalancha de mascarillas tapabocas en todo el mundo decidió aportar algo novedoso en la lucha contra el covid-19.

Simona y Álvaro los creadores de Cliu
"Queríamos aportar de alguna manera nuestro granito de arena a la situación", le dijo González a la Deutsche Welle (DW) desde Palermo, donde reside con su socia, la diseñadora Simona Lacagnina.

La DW informó que ambos “han creado una mascarilla inteligente capaz de autodesinfectarse, medir la calidad del aire y alertar de focos cercanos de coronavirus”.

Además, señaló que esta mascarilla “no esconde la sonrisa y se desinfecta sola”.

Han denominado Cliu a su invento y “se basa en tres pilares: inclusividad, sostenibilidad y tecnología”.

“En primer lugar, quisieron desarrollar un producto inclusivo porque, recuerda González, ‘las personas con problemas auditivos están acostumbradas a leer los labios de los otros cuando hablan’. Una pantalla transparente con sistema antivaho pretende acabar con esta barrera a la comunicación que, en realidad, se ha convertido en el día a día de gran parte de la población mundial”.

Para poder ver la sonrisa ajena

"Lo estamos viviendo en primera persona", explicó González. "Una simple sonrisa queda escondida detrás de la mascarilla, no se transmite".

Clío permitiré ver tu sonrisa
La mascarilla Cliu, además, dijo la DW, “es reutilizable, y además utiliza filtros ‘antimicrobianos y bioactivos, es decir, que no son dañinos para el medio ambiente una vez que termine su ciclo de vida’".

También “es desmontable y cada uno de sus materiales es reciclable. Al mismo tiempo", puntualiza el diseñador español, "los materiales son biomédicos, antialérgicos y certificados".

González le dijo a la DW que “leímos en un artículo que dentro de poco tiempo habría más mascarillas desechables en el mar que medusas" y allí nació su preocupación.

 “De esa preocupación nació el acuerdo con la organización SEADS (Semillas para el aprendizaje) para destinar parte de los beneficios de las 20.000 primeras mascarillas vendidas a la construcción de una barrera que obstruya el paso a los plásticos en el río Arno de la Toscana”, anotó gonzález.

El español cuenta que han tenido numerosos mecenas de "prácticamente todos los países de Latinoamérica, sobre todo de México, Perú y Colombia".

Informó, asimismo, que “México, Perú y Colombia son los países latinoamericanos en los que ha despertado mayor interés el proyecto de Cliu”.

González anunció que “la primera oleada de mascarillas inteligentes llegará pues en poco más de dos meses a compradores de más de 65 países. Muchas de ellas aterrizarán en América Latina, que este mes de julio se ha convertido en el foco global de la pandemia”.

“Los siguientes en tener acceso a Cliu serán unas 20.000 personas que han reservado el producto desde la página web del proyecto. Más adelante”, explica González, "tenemos previsto un e-commerce para que, una vez estemos más estructurados, podamos empezar a vender a nivel internacional".

Precisó que entre las ventajas del Cliu se encuentra “el elemento tecnológico (que) consiste en la capacidad de la mascarilla de medir la calidad del aire, la contaminación y los focos de coronavirus activos a su alrededor, entre otras cosas”.

Dijo luego que “la versión premium incluye unos micrófonos y una serie de algoritmos para medir la calidad de la respiración y la frecuencia cardíaca” del usuario.

"Esto ayudaría a la hora de prevenir enfermedades respiratorias y es especialmente bueno para personas con alergia, por ejemplo, o inmunodeficiencia", apunta González.

(Imágenes de DW)

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