domingo, 18 de febrero de 2018

A Maduro dale duro… aquí en el Perú


Meche, no te opongas a que
venga el sátrapa venezolano…
aquí tendrá gran recibimiento

Nota del editor – Con la agudeza que le es habitual, la periodista Maritza Espinoza del diario La República comenta en el suplemento Domingo, la próxima Cumbre de las Américas con sede en Lima y las humorísticas situaciones que se han producido en los prolegómenos de tal cita, destinada aparentemente, para defender la democracia en el continente, pero dedicada hoy a pintar con todos los colores del debate previo, al sátrapa que gobierna la llamada República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro. Lo que sigue son significativos fragmentos de lo que opinan Maritza y otros columnistas del diario La República en cuanto a ese proceso diplomático que se desarrolla a partir de la “invitación-desinvitación-persona non grata-me voy por aire, mar o tierra pero llego”, con que la política internacional reciente se ha con vertido en una payasada digna del Gran Circo Peregil.

Maritza Expinoza titula su artículo como “El invitado indeseable” y, por supuesto, se refiere “a ese guajiro con cuerpo de bodoque que heredó no solo las actitudes matonas de su predecesor, Hugo Chávez, sino esa capacidad inagotable de hablar pavadas”.

Aunque venga por un túnel... que venga
Entre ellas, recuerda, la “que provocó que un buen día -en otra cumbre presidencial-, el hoy jubilado rey de España, don Juan Carlos “Elephant killer” de Borbón lo mandara a callar como a un chupe cualquiera”.

“Esta comedia de equivocaciones en la que se ha convertido la hoy polémica presencia de Maduro en la Cumbre de las América comenzó cuando Pedro Pablo Kuczynski, en su calidad de presidente del país anfitrión, decidió invitar formalmente a Nicolás Maduro -en su calidad de presidente de un país americano, obvio-, para luego darse cuenta de que la presencia de ese sujeto era una papa caliente que enervaría los ya caldeados ánimos de un sector de la población que ve en el bigotón llanero a la reencarnación de Satanás (sí, esos mismos para quienes los dictadores de derecha son unas inmaculadas vírgenes, no importa cuántas muertes y abusos carguen en su currículum)”, dice Espinoza.

Añade que “entonces, en un giro descomunal, don Pipikey decidió lo que jamás se ha visto en asuntos de relaciones internacionales: desinvitar al invitado con un pretexto salido del generoso repertorio del cuerpo diplomático -ups, se acordaron, providencialmente, que Maduro acababa de cambiar las reglas electorales en su país, como si no hubiera hecho eso incontables veces, antes de la invitación- y mandarle una carta por demás despectiva, lo que desató las iras del sátrapa”.

Incontinencia verbal
Prosigue: “Como Maduro -repito, igual que Chávez- tiene una especie de incontinencia verbal, no tardó en responder, iracundo, asegurando que él vendrá sí o sí, por aire, por tierra, por mar o subsuelo, a la Cumbre de las Américas…”.

De paso, continuó Maritza, “insultando de paso a su anfitrión (el inefable Pipikey, cuyo ‘bobierno’ ya anda por el sótano de las encuestas de popularidad), sino a todo el Grupo de Lima, al que calificó, cariñosamente, de ‘bodrio’”.

Remarca luego que “lo loco de esto es que Kuczynski no es dueño de la cumbre, sino tan solo presidente del país anfitrión, y decidir desinvitar a uno de los presidentes sin consultar con los demás es no solo una soberana malacrianza, sino un desaire a Venezuela, una nación que no tiene la culpa de tener al impresentable que tiene de mandatario”.


Invitación y desinvitación

Comenta seguidamente que “la actitud del gobierno peruano es tan torpe, que uno se pregunta si de verdad tenemos gente en la cancillería capaz de afrontar estos asuntos, porque desinvitar a un invitado a una cumbre presidencial, de la cual solo eres anfitrión, equivale a que uno preste su casa para celebrar el cumple de un amigo y, luego, se ponga a elegir a los invitados, de acuerdo a sus simpatías y conveniencias, sin siquiera preguntarle al cumpleañero si está de acuerdo o no”.


“Lo peor es que, ahora, no saben qué hacerse con el muerto. Es decir, el vivísimo Maduro, quien ha dicho que viene sí o sí, llueva, truene o relampaguee”, señala luego. 

Con una 'mirada de desprecio'

Maritza analiza: “Con eso, queda claro que se sentará en la segunda carta e impondrá su presencia a los badulaques que metieron las cuatro y que ahora no saben qué alternativa elegir: si tragarse su carta de desinvitación y recibirlo como a un jefe de Estado cualquiera; si detenerlo en migraciones, con lo cual se convertiría en el único venezolano al que no le abrimos las puertas en par en par; si dejarlo llegar, pero no darle honores de jefe de Estado, con lo cual estaríamos insultando a Venezuela; o dejarlo asistir a la cumbre pero castigarlo con ‘mirada de desprecio’ al mejor estilo del Padre Maritín”.

Recordando al asesino de elefantes
Y remata poco antes del final con una valedera recomendación, con la cual estamos plenamente de acuerdo: “Desde aquí, un consejo que podría resolver el problema de un sopapo: invitar con carácter de urgencia al ya mencionado don Juan Carlos de Borbón y sentarlo al lado del venezolano para que lo controle apenas comience a hablar las barbaridades a las que nos tiene acostumbrados”.

“¿Se imaginan? El pobre Maduro no podría ni abrir la boca, porque, en menos de lo que dispara a un elefante, don Juanca le gritaría con su perfecto dejo madrileño: ¡Coño! ¿¡Por qué no te callas!? (Y santo remedio)”.

Así se hace verdadera política internacional, Maritza.

¿Cuándo se jodió PPK?

Pero hay algo más, con la venia de la mesa.

¿Cuándo se jodió PPK?
El columnista Augusto Álvarez Rodrich se refiere también tangencialmente al tema Maduro en el Perú y hace números: “El 93% de los peruanos rechaza a Nicolás Maduro, pero por la manera tan lamentable como el gobierno manejó la ‘desinvitación’, el caso se vuelve un bumerán”.

Por lo cual, y sin conservar el orden de los factores, se pregunta, reminiscencia de una “conversación” literaria: “Aún si el presidente Pedro Pablo Kuczynski superara la vacancia en marcha, su gobierno tendrá serios problemas para tener éxito, pudiéndose plantear en su caso la pregunta clásica de la política peruana: ¿Cuándo se jodió PPK?”.

Déjenlo venir

En la misma edición dominical, Patricia Montero quiere que Maduro venga. Yo también.

Patricia fundamenta su deseo:

“Yo sí quiero que Maduro venga al Perú y sea enfrentado en esta tierra por los miles de venezolanos a los que obligó a salir de su país escapando del hambre y la miseria”.

Que Maduro venga y que le den duro...
“Que le griten ‘dictador’ y ‘corrupto’ con libertad y sin miedo. Porque aquí, no recibirán un balazo, tampoco amenazas ni los meterán presos por decirle a este sinvergüenza que los ha alejado de sus familias, que ha frustrado sus vidas y el futuro de sus hijos. Ellos se merecen ese momento”, añadió.

Me sumo al pedido. Que Maduro sienta en pellejo propio lo que se les grita a los dictadores en un país libre, lejos de sus paramilitares y de los funcionarios que manejan las instituciones como su gobierno quiere.

(Imágenes de La República y archivo)

No hay comentarios.: