domingo, 18 de octubre de 2009

Daniel Alarcón, consagrado a los 32 años (II)

Dirigía periódico “clandestino”
en la escuela y ganaba
batallas por los desprotegidos



Este es el segundo artículo sobre el escritor peruano Daniel Alarcón, quien hace poco recibió el primer premio de la Casa de las Culturas de Berlín por su novela Radio Ciudad Perdida. Estas notas están basadas en informaciones periodísticas diversas y, sobre todo, en los recuerdos de sus padres, el médico psiquiatra Renato Alarcón Guzmán y la reumatóloga Graciela S. Alarcón, peruanos residentes en los Estados Unidos.




“Cuando estuvo en tercero o cuarto grado (ocho o nueve años de edad), le publicaron en el periódico de su Colegio, el Advent Episcopal Day School, una de sus primeras historias, junto con la de una niña de su mismo grado. Ambas fueron consideradas las mejores en un concurso de su clase. Mientras la historia de la niña era muy concreta (su caballito), la de Daniel era una interpretación de los malestares del mundo: la Tierra, considerada un paciente muy enfermo, acudía al Sol, el doctor, para que la cure de unas verrugas (en inglés warts, pero se refería a wars o guerras) que le estaban saliendo por todas partes”, prosigue.

“Obviamente, esta historia estaba influida por las conversaciones en la mesa del hogar, con ambos padres médicos y su interpretación de los problemas del mundo”, analiza Renato.

“En otra ocasión”, recuerda, “escribió un poema dedicado a Pedro, un trabajador ferroviario “que murió mientras laboraba sobre los rieles”. Su inquietud social se puso también en evidencia, en una carta que escribió en 1998 (tenía 11 años) al entonces Presidente Ronald Reagan, en que lo exhortaba a desplegar más esfuerzos por la paz”.

“En particular, le aconsejaba que manejara a Khadafi, el líder de Libia, con `mucho cuidado’, sin recurrir a propuestas peyorativas o amenazadoras que lo harían aún más peligroso”, añade..




Terminaba ya el colegio secundario, cuando escribió un ensayo titulado “Cuando tenga 65 años”, tema asignado a todos sus compañeros. Daniel terminó de comer y pidió permiso para ir a escribir algo en el escritorio. Regresó en menos de 20 minutos y mostró el ensayo a sus padres.

“En él anticipaba una trayectoria brillante como escritor y una vida personal plena e intensa”, dice su padre.

Renato recuerda que en esa época Daniel fue director de un periódico “clandestino”, no el oficial del Club de Periodismo del Colegio, en que hizo campañas a favor de causas sociales. “Gracias a sus editoriales, logró que la administración del colegio pagara ‘sobretiempo’ a los jardineros y trabajadores de limpieza, durante los fines de semana. Todo esto le valió el reconocimiento del Colegio (Indian Springs School) con un Premio Especial en la ceremonia de graduación de la Secundaria en 1995”.

Su talento creativo fue igualmente reconocido en la Universidad de Columbia, Nueva York, donde estudió entre 1996 y 1999, y se graduó de Bachiller en Artes. Allí se encuentra con alumnos hispanos inmigrantes, cuya suerte fue muy diferente a la suya. Daniel se comprometió a fondo con la “causa latina/hispana”, se hizo muy amigo de estos jóvenes y fue miembro del grupo que dirigió una huelga estudiantil en Columbia, que exigía la creación del Departamento de Estudios Hispánicos.

“Al graduarse, Daniel recibió una beca viajera de la Universidad que le permitió ir al Perú donde realizó un trabajo de investigación sobre las circunstancias en que su tío Javier, profesor de la Universidad Nacional de Ingeniería y dirigente de la Asociación de Docentes Universitarios del Perú, había desaparecido durante la “guerra sucia” de 10 años atrás. Este material, ficcionalizado, vio la luz en su primer libro de cuentos War by Candelight o “Guerra a la Luz de las Velas” publicado en 2005”, refiere Renato.

En 2001, tras ganar una beca Fullbright, vivió 12 meses en el Perú donde y aunque inicialmente vivió en el departamento de sus padres en San Isidro, poco después, para desconcierto de todos, decidió alquilar un cuarto en San Juan de Lurigancho.

Renato subraya que “su relación con la comunidad de San Juan de Lurigancho fue intensa; estableció un taller de fotografía con un grupo de jóvenes. El primer cuento que Daniel publicó en Estados Unidos (City of Clowns o Ciudad de Payasos, New Yorker, 2003), involucra la realidad de la Lima de San Juan y la Lima de los distritos privilegiados”.

Fueron sus profesores de Columbia quienes lo alentaron a enviar este cuento, que fue escogido para el número anual dedicado a escritores debutantes por la afamada revista neoyorquina. “Ciudad de Payasos” le abrió el camino a casas editoriales que se interesaron en su obra.

Entre los años 2002 y 2004, estudio en el Writers’ Workshop de la Universidad de Iowa, el programa de post-grado más prestigioso, en su campo, en los Estados Unidos, donde obtuvo el grado de Master en Bellas Artes (Literatura Creativa).

Daniel ha viajado no solo al Perú y por el Perú, Arequipa incluida, adonde fue por primera vez a los diez meses de nacido, sino a muchos países de América latina y de los otros continentes.

“A propósito de su relación con Arequipa”, indica Renato, “el cuento que da titulo a su primera colección, “Guerra a la luz de las velas”, es en cierta forma la historia de su tío Javier, ex alumno del colegio Independencia”. Daniel relata con ternura la formación de Javier en la “I”, la inspiración de la ciudad, de su historia, de su paisaje y sus volcanes. Se hizo, además, miembro honorario de la Promoción 1957 de la “I”, a la que pertenece su padre.

Daniel fue reconocido como uno de los 39 mejores escritores del Perú y América Latina, menores de 39 años, en Bogotá en 2007. El solo tiene 32 años y aparenta muchos menos. La revista literaria británica Granta, lo ha calificado como uno de los 21 escritores “norteamericanos” más prometedores de la siguiente década, y la Smithsonian Institution, en Washington, 2007, ha premiado sus libros y ensayos.

Este no es el punto final de estas crónicas. La vida literaria de Daniel Alarcón recién comienza y estoy seguro de que los años venideros serán iluminados por su genio.

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