domingo, 28 de diciembre de 2008

Los uros del Titicaca quieren tranquilidad




Tienen electricidad, agua
potable y cuidan el ambiente
sin pedirle nada a nadie


Contaban los antiguos uros, el último de los cuales parece haber fallecido hace unos 60 años, que su raza no era la misma de los demás habitantes del Altiplano.
Mientras los demás tenían la sangre roja como todos los seres humanos, los uros, decía aquel hombre -a quien conocí no en Puno ni en sus islas flotantes, sino en Lima, hace buenos diez años-, que su sangre era negra porque eran hijos de la luna y no del sol como los demás.


Los uros ya no quieren vivir escondidos




Por eso quizá se sumieron en un aislamiento que durante décadas contribuyó a su progresiva extinción y ahora han salido a la luz del sol y reclaman respeto.
Hoy los uros han cambiado. Ya no son la raza escogida de sangre negra, quizá porque muchos de ellos han salido de las islas para estudiar la secundaria y la universidad y ya no creen en aquellas leyendas.
Los uros de hoy luchan por elevar el estatus de su comunidad a niveles que les permitan vivir con comodidad pero de acuerdo con sus costumbres sin renunciar a sus tradiciones ni lengua y adaptar el desarrollo de la sociedad actual a sus necesidades en medio del lago Titicaca.

Electricidad solar

Por eso es que ahora tienen electricidad producida por paneles solares, agua en tanques elevados y un sistema de eliminación de desechos que ya los quisieran en otras sociedades.


Alcalde Julio Vilca quiere respeto para su comunidad




El alcalde Julio Vilca Lujano, del Centro Poblado Turístico Chulluni, gobierna sobre más de 50 islas artificiales, creadas con sus propias manos que tejieron una superficie de totora de dos metros de espesor sobre la cual han construido sus casas, sus escuelas, su juzgado de paz y sus dependencias municipales.
“Tenemos cinco escuelas fiscales en Uros Toranipata, en Uros Tribeno, en Capi Cruz Grande, en Capitos Uros y otra en Chulluni, aparte de una sexta escuela privada adventista”, dijo el burgomaestre en una entrevista que le hice en Puno, adonde lo llaman con mucha frecuencia sus obligaciones ediles.


Los niños uros tienen seis escuelas en sus islas




Tres maestros uros se ocupan de la primera educación de unos 250 estudiantes.
El brgomaestre Vilca se congratula de que “ya no vivimos como antes”.
Gracias a que numerosas familias uros tienen electricidad, al caer la noche pueden verse desde las orillas cómo se encienden las luces en las islas, en medio del lago y forman una suerte de luminosa alfombra mágica en medio de las sombras.


Tanque de agua que, dicen, les da mejor agua que en la ciudad




“Tenemos también agua purificada con un proceso de ozono que nos permite beber mejor agua que en Puno y servicios higiénicos ecológicos, que no contaminan ni las islas, ni el lago ni el aire”, agrega con satisfacción.
Vilca Lujano señala que los uros no tienen por qué vivir en la pobreza y que, contradictoriamente, el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena), es el organismo oficial que les provoca problemas allí donde no debieran existir.


Tienen más de 11 mil hectáreas de totorales




“Intentaron (los funcionarios de Inrena y la policía ecológica), cobrarnos 0.008 de sol por cada tallo de totora que sacáramos del lago, como si eso no fuera patrimonio de los uros desde la antigüedad, porque nuestros antepasados sembraron y cultivaron la totora”, declaró y añadió que alrededor de las islas hay 11 383 hectáreas de totorales.
“Los guardaparques también nos quitaban el pescado con que nos alimentamos”, denuncia.

800 turistas por día


Las islas flotantes reciben entre 800 y 900 turistas por día. La gente de las islas los atiende, les ofrece artesanía, alimentos, alojamiento en un hotel donde se puede pasar la noche cómodamente sobre el lago, un suelo que parece hundirse a cada paso pero que es muy firme y sobre todo, flotará aunque una tormenta del lago arranque las raíces que la anclan al fondo y la convierta en un barco a la deriva.

Modernas embarcaciones llevan y traen turistas




Los visitantes llegan hasta el embarcadero del puerto de la bahía de Puno en grupos numerosos. Cada moderna lancha con motor fuera de borda, de las aproximadamente 200 que hacen el servicio entre la orilla y las islas, en un viaje de unos 45 minutos, puede transportar unos 35 pasajeros por un precio módico.
El alcalde dice que las islas comenzaron a formarse alrededor de 1950 porque antes “he visto que la gente vivía en sus balsas, se alimentaba de lo que recogía del lago, tallos tiernos de totora, pescado o aves”.
Habla de la formación de la nación uro, “así como los quechuas y aimaras tienen sus naciones”.
“Nosotros éramos antes los únicos pobladores del lago. Vivíamos solos y ninguna autoridad venía a reclamarnos impuestos por sacar varas de totora para las balsas ni para las casas”, recuerda.
Afirma que las islas están rodeadas de 11,383 hectáreas de totorales y que cuando les quisieron cobrar por cada vara de totora, hicieron una bulliciosa pero pacífica demostración de protesta en pleno centro de Puno.
“Nosotros queremos que se reconozca a la población uro como comunidad campesina”, reclama el alcalde.

El nuevo juzgado


Del mismo criterio es el flamante juez de paz, un joven estudiante universitario de turismo, Carlos Lujano Charca, quien ha establecido su despacho en Chulluni, la isla más cercana al puerto.

Despacho del juez de paz por estrenar




En esa isla viven dos familias, que disfrutan de electricidad gracias a un panel solar, tienen agua potabilizada que llega desde un tanque elevado y un sistema de eliminación de residuos que los libera del riesgo de la contaminación.

Esperan que un criadero experimental de truchas dé resultados




En Chulluni hay, además, un criadero de truchas a las que alimentan con productos naturales “y por tanto son muy sabrosas y sanas” y se experimenta con pequeños sembríos sobre tierra traída de la orilla.
“La totora ha demostrado que puede ser buena base para establecer chacras y sembrar papas”, dijo el juez.

Los paneles solares han iluminado las negras noches del lago




Se le pregunta sobre cómo consiguieron sus paneles solares:
“Todo nos cuesta nuestro dinero. Nos juntamos dos familias que aportaron 750 dólares para comprar la instalación. Así podemos tener luz para tres focos, un radio y un televisor”, se regocija, porque han podido progresar gracias a que explotan el negocio del turismo y no tienen necesidad de reclamar ayuda del Estado.


Joven juez de paz de Chulluni, Carlos Lujano Charca




Lujano Charca extenderá su jurisdicción sobre los habitantes de las islas artificiales y sobre las comunidades uros que viven en las riberas de la bahía de Puno.
Como el alcalde, el juez también piensa que lo mejor que pueden hacer Inrena y la policía ecológica, es dejarlos tranquilos porque ellos cuidan mejor su ambiente y lo están demostrando.





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