miércoles, 22 de abril de 2009

El “Cholo” Choquehuanca ha muerto





Creó la AUPA de Arequipa para
dar casa a los que no la tenían
y APIMA para crear trabajo


El “Cholo” Domingo Choquehuanca Borda, quien acaba de morir en Arequipa, era mencionado con todo respeto y a cada rato por el entonces presidente Fernando Belaunde Terry, sobre todo cuando se realizaban en el palacio de gobierno aquellas conocidas asambleas departamentales. Y creo que no hubo quienes lo conocieran y no lo respetaran y quisieran.

El presidente lo ponía como emblema: “Vean ustedes, por ejemplo”, decía, “a mi amigo Domingo Choquehuanca, que no desmaya, que viene a todas estas reuniones departamentales y a veces me sale al encuentro en cualquier villorio que visito y me exige que haga esto o aquello por su pueblo. Deben aprender de él esa forma de exigir para que las promesas se cumplan”.

Entonces Choquehuanca estaba empeñado en conseguir la aprobación de una ley que creara una urbanización industrial en Arequipa, lo que más adelante dio en llamarse parque industrial, que alojara a los pequeños industriales y artesanos en amplios lotes donde se fomentara el desarrollo de la pequeña industria y el bienestar de sus participantes.

Así nació APIMA, una Asociación de Pequeños Industriales que se instaló en el extremo del aún despoblado distrito de Mariano Melgar, en una zona que después se llamaría Santa Rosa, allá, por los años 60.

Tuvo los modestos comienzos de cualquier hombre que llegaba ”del interior” –creo que Juliaca era el lugar de su nacimiento- en un taller de la calle San Camilo, donde comenzó a exhibir la producción de su naciente industria metalmecánica.

Luego, tras la fundación de APIMA se trasladó allá y su industria creció hasta competir con los mejores y poderosos del ramo en la capital de la República.

Flores para embellecer su tumba





Pues bien, Domingo Choquehuanca Borda, acaba de morir. En una información del diario Noticias de Arequipa, leo que murió el domingo pasado y que ayer, martes fue enterrado en el cementerio Parque de la Esperanza.

Recuerdo a Domingo Choquehuanca por su actividad irrefrenable que no se contentaba con lograr lo que quería sino que lo extendía a todos los demás con una convicción solidaria que es rara en la generalidad de seres humanos.

Al comienzo, cuando lo conocí porque fue a la redacción de El Pueblo a pedir “por favor, don Eduardito”, que se publicara algo de las actividades de la joven Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa (AUPA), cuyo futuro agitado y cuestionable no alcanzó a adivinar ni a prevenir, no vi aún el alcance de las obras que quería realizar y que, de hecho, materializó a lo largo de su existencia, algo de lo que pocos hombres pueden enorgullecerse.

Miles de amigos lo acompañaron




Después me persiguió hasta el diario Correo de Arequipa y años más tarde en el antiguo Expreso del jirón Ica, siempre con el mismo fin de buscar el desarrollo de quienes trataban de progresar y confrontaban las mil y una dificultades de la burocracia.

No lo veía desde hacía unos diez o quince años, pero me imagino que sus últimos tiempos -tampoco sé la edad en que se lo lleva la muerte- fueron los mismos de aquel Choquehuanca recio, con un cartapacio bajo el brazo, que le hablaba a uno con las manos cruzadas como en un gesto de amistad y de paz.

Y deseo fervientemente que disfrute de ambas, allá donde debe estar ahora, con sus fierros y su incesante deseo por hacer algo en favor de sus semejantes.


(Fotos del diario Noticias de Arequipa)


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