domingo, 31 de agosto de 2008

Nos dejó la dama rebelde del periodismo



Doris Gibson, fundadora de Caretas,
murió a los 98 años de edad


Quienes hemos practicado el periodismo a través de las vicisitudes que el Perú ha atravesado en la última mitad del siglo XX, y somos convictos, confesos y militantes de la democracia, no podemos menos que sentir un vacío espiritual con la desaparición, este 24 de agosto, de esa dama de coraje a toda prueba, llamada Doris Gibson Parra (derecha, con el Presidente Fernando Belaunde el día que la condecoró con la Orden del Sol), que se jugó entera, incluidos los riesgos familiares y de empresa, por el Perú democrático.
Cuando trabajaba en el diario El Pueblo de Arequipa a finales de los años 50, nuestro director, el doctor Luis Durand Flores, me llamó a su despacho un día cualquiera y me dijo:
-Luis Eduardo, ha llegado Doris Gibson. Hay que hacerle una entrevista. Se alojará en el hotel de Turistas.
Y me fui a Selva Alegre a preguntar por ella, a quien iba a conocer. Los únicos antecedentes que tenía de Doris Gibson señalaban que era hija del poeta Percy Gibson, y directora de Caretas, la revista que entonces salía en un formato más grande que el actual –nosotros lo llamábamos semitabloide– y que había luchado con todas las fuerzas que esa publicación y el ser arequipeña le daban, contra la dictadura militar de Odría, contra la misma que luchaba la mayor parte de la ciudadanía de Arequipa.

Daphne y Enrique Zileri, preceden el cortejo funebre en la Plaza de Armas, junto al Presidente Alan García y el Canciller José Antonio García Belaunde




Me identifiqué, me preguntó por Lucho Durand, me invitó a salir al jardín, hay que disfrutar del sol de Arequipa, dijo, y nos sentamos en una mesa, delante del edificio del hotel.
Hablamos brevemente porque vinieron dos, tres, cinco visitantes, que la saludaban, le decían te espero, y crearon un alrededor de nosotros un ambiente de intranquilidad y con tan frecuentes interrupciones que dimos por terminada la entrevista, según me pareció, cuando no había escuchado todas las respuestas que quería escuchar.
No volví a verla, sino a través de su revista y de sus actividades periodísticas, muchas de ellas azarosas como cuando Velasco atropelló medios de comunicación y obligó a Enrique Zileri a una huelga de hambre que se cumplió en el salón de ceremonias de la Federación de Periodistas del Perú.
Los pocos minutos de conversación, sin embargo, dejaron en claro su absoluta convicción democrática, criticó la dictadura de Odría, refirió lo que Caretas y ella misma habían sufrido a causa del autoritarismo militar del ochenio y se confesó dispuesta a luchar contra todas las dictaduras. Así lo hicieron ella frente a Velasco y Caretas, bajo la dirección de su hijo Enrique, frente al japonés Fujimori.

Obligada a la rebeldía
Doris Gibson tenía la obligación de ser rebelde. Fue hija del poeta Percy Gibson, nacido en 1885 en Arequipa y muerto en Bieleffeld, Alemania en 1960, en cuya casa se reunían los más conspícuos espíritus de Arequipa, no para conspirar, sino para hablar de las corrientes literarias y las ideas de principios de siglo.
Y es posible que el inmortal vals arequipeño Melgar, cuyo autor fue Percy Gibson, haya sido interpretado mil veces en su hogar al pie del Misti y hecho impacto en su alma: “Sonó el clarín, voy hacia ti…”, mezcla de llamado a la guerra por la independencia y al amor del poeta mártir de Umachiri por su esquiva Silvia.
Ahora Doris Gibson ha dejado la tierra donde luchó gallarda y siempre vencedora contra las dictaduras y debe estar feliz, porque la herencia que ha dejado, es la más valiosa para la sociedad de nuestra época: un periodismo limpio, íntegro, consagrado a la verdad y la tolerancia, a la democracia y a la búsqueda de la concordia entre los hombres.

Marco Zileri, director de Caretas, pronuncia su oración de despedida



De Doris Gibson, podríamos decir todos tenemos que morir, pero ella no tenía por qué…
¡Honor, dama rebelde del periodismo!
Te saludo como si aún vivieras en el jirón Camaná porque sé que tu presencia persistirá entre nosotros, mientras subsista el espíritu que le infundiste a tus herederos y a esa hija tuya más que cincuentona, Caretas, que mantendrá, como tú hasta el final, su lozanía eterna.



Las fotos de esta nota pertenecen a Caretas 2042

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