miércoles, 25 de junio de 2008

Abre tus brazos al extranjero

Los europeos deben recordar
la hospitalidad latinoamericana


En la primera mitad del siglo pasado, el poeta argentino Ricardo Rojas escribió un poema titulado Abre los brazos al extranjero. Eran tiempos de posguerra cuando algunos criminales alemanes buscaban un refugio para escapar de la justicia internacional que no quería dejarlos sin castigo.


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También llegaron otros, como sus antecesores lo habían hecho desde décadas atrás, ya no huyendo de la guerra ni de la justicia, sino en busca de la oportunidad que un nuevo mundo podría ofrecerles cuando Europa estaba castigada por el hambre, las guerras inacabables y la falta de oportunidades.
Buscaban una nueva tierra en nuestro continente para reconstruir o construir sus vidas. La encontraron.
Como en el poema de Ricardo Rojas, América latina y los latinoamericanos de todos los países abrían sus brazos al extranjero que venía pobre, desesperanzado, con la ilusión de encontrar aquí la paz y la oportunidad que en Europa eran tan frágiles.

Encontraron la América

Y aquí, españoles, italianos, alemanes, ingleses y un arcoiris de nacionalidades europeas y también de otros continentes, encontraron en la América latina la posibilidad de hacer fortuna, porque los nativos de aquí somos hospitalarios, generosos, nada egoístas y ellos aprendieron nuestras costumbres, comieron nuestros platos aunque conservaran los suyos, trajeron sus comidas y bebidas y nosotros aprendimos a comerlas y beberlas.


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Nos mezclamos. Los acompañamos en sus exploraciones por estas tierras exóticas y los tratamos tan bien que se creyeron con derecho a quedarse, casarse, formar hogares al lado de los nuestros, enviar sus hijos a nuestros colegios y cuando abrieron los suyos también los nuestros entraron en ellos. Aprendimos de los extranjeros y ellos aprendieron de nosotros.
Que se sepa, nunca se les pidió condiciones especiales para venir a pasear o para quedarse entre nosotros.
En retribución, el Parlamento Europeo acaba de adoptar una desagradable medida contra los extranjeros que se encuentren ilegalmente en sus países. No solo se trata de la adopción de medidas administrativas contra quienes estén indocumentados sino de sanciones penales, con amenazas de prisión, lo que implica separación de la familias y nuevos problemas para el migrante.

El nuevo Muro de Berlín

Se trata así de instalar un nuevo Muro de Berlín que tanta vergüenza causó a las democracias europeas y del mundo durante décadas por ser el fruto de un sistema dictatorial e inhumano.



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En nuestros países, fundamentalmente en el Perú, no hay restricción para la llegada, permanencia y residencia de los extranjeros. Aquí sí, verdaderamente, se han abierto los brazos al extranjero como lo instaba el generoso poema de Ricardo Rojas.
Nunca nos detuvimos a mirar si el recién llegado venía o no con plata, si era negro o rubio, si tenía los ojos rasgados y la piel amarilla o rosada. Bastaba con que fuera un ser humano. Solo era deseable que no viniera con un alijo de cocaína bajo el brazo a corromper a nuestros niños y jóvenes.
El nuevo Muro de Berlín, extendido ahora alrededor de toda Europa para dividir a los seres humanos de ultramar, prohibirá la llegada de gente modesta que quiere una vida mejor, aprender lo que puede enseñar la vieja Europa.
No lleva problemas sino al contrario. Se dedicará, más bien, con modesta, a resolver las carencias de los europeos. En los países que hoy tienen la suerte de ser ricos, los habitantes ya no quieren ensuciarse las manos con tareas manuales tan esforzadas como la gasfitería, o la cerrajería, las reparaciones eléctricas, la carpintería, la zapatería remendona –vi alguna alojada modestamente en un rincón de un gran supermercado–, y cientos de ocupaciones menores que alivian la vida. En fin, no son un problema, sino una solución.



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Por otra parte, como millones de europeos que han llegado y vivido aquí, para mezclar su sangre con la nuestra, los latinos y otros en el viejo continente están revitalizando una población que estaba en franco proceso de envejecimiento y amenazaba disminuir hasta niveles peligrosos para la conservación de sus naciones.
Si no tenemos inconveniente en recibir a los europeos y hasta el momento, ellos no lo habían tenido, ¿por qué no abrir los brazos ahora, en un mundo globalizado, que mezcla economías, en que los asuntos de unos también afectan a los otros?
¿Por qué dar motivo a que algunos sátrapas amenacen con tomar represalias y expulsar a los extranjeros residentes aquí si allá se concretaran las medidas anunciadas?
¿Por qué no abrir los brazos allá como ya los abrió la América latina desde un pasado que se pierde en la memoria?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es interesante leer las creaciones de Luis Eduardo, en las mismas que en forma adecuada se unen la actualidad y el pasado, proporcionando para unos el acicate por aprender la historia de las culturas en forma amena y didáctica y para otros el importante deseo de recordar lo bueno. Rol indispensable que debe desarrollar todo periodista, pues, parte indisoluble del quehacer periodísco es enseñar y educar.

Un abrazo y felicitaciones Don Podes.